Comentario
A pesar de haber fracasado en el intento de debilitar a Wellington con su ataque sobre Hougoumont, Napoleón decidió lanzar la infantería del conde D'Erlon contra el centro anglo-aliado, esperando romper sus líneas. Parece que los comandantes de división adoptaron una ligera variante sobre la clásica formación en columna, lo que no supuso un incremento en el poder de su fuego ofensivo. Napoleón ya advirtió a Foy sobre las desventajas de una formación en columna: sólo romperían la línea enemiga si previamente la artillería había efectuado un "bombardeo inmejorable", y en Waterloo se enviaba a D'Erlon contra unas tropas escasamente desmoralizadas por los bombardeos preliminares, ya que Wellington ordenó a sus hombres que se parapetasen tras las elevaciones del terreno en la ladera del monte, y consiguió que la mayoría de los proyectiles pasaran por encima de sus cabezas.
Enormes cuadros de soldados, de aproximadamente 175 hombres de ancho por 25 de profundidad, avanzaron hacia el centro de Wellington, proporcionando un blanco ideal para la infantería británica, posicionada de dos en fondo sobre la cresta de la colina en cuanto cesó el fuego de los cañones.
No menos de 16.000 hombres ascendían por las laderas al ritmo de los tambores. El barro y la altura de los cultivos dificultaban su marcha, pero la visión de esa marea humana avanzando hacia ellos acompañada del ensordecedor ruido debió poner nerviosos incluso a los más veteranos. D'Erlon había combatido en Fuentes de Oñoro, Vitoria, los Pirineos, Nivelle y Nive y, aunque se sigue desconociendo la formación exacta que utilizó en Waterloo, parece que se trataba de un híbrido de seiscientos metros de ancho diseñado para combinar la maniobrabilidad de la columna con el poder de fuego de la artillería.
Wellington, poco impresionado por las tácticas francesas, comentaba después de la batalla: "Avanzaron hacia nosotros como siempre, y como siempre les enviamos de vuelta". No fue tan fácil: D'Erlon estuvo cerca de alcanzar la cima de la cresta, pero aunque ayudado por los coraceros de la IV división de caballería de Milhaud, no tuvo tiempo de rechazar la carga de las brigadas de caballería pesada de Uxbridge, que irrumpió por encima de las defensas de la cima cuando los franceses estaban a punto de alcanzarla. La línea de Wellington resistió y la caballería pesada británica puso en fuga a los franceses, evitando la conquista de un emplazamiento vital en el campo de batalla, únicamente la retaguardia francesa tuvo tiempo para formar en cuadrado y defenderse. Las dos brigadas británicas de caballería atacaron a la infantería francesa que les quintuplicaba en número, la dispersaron, capturando dos águilas y tres mil prisioneros. Pero... cabalgaron demasiado lejos.
Uxbridge no pudo detener a sus hombres, que en su furioso avance atacaron la Gran Batería silenciando más de quince cañones, pero sufrieron el furioso contraataque de lanceros y coraceros franceses, en el que murió Ponsonby y el comandante de los Dragones de Escocia, además de perder la mitad de los hombres que en el campo aliado murieron ese día. Pero la caballería británica cumplió muy satisfactoriamente. Wellington reforzó su línea central con fuerzas de reserva, mientras Ney trataba de reunir a los maltrechos hombres de D'Erlon, sostenía el ataque iniciado a las 3:30 de la tarde sobre La Haie Sainte -posición defendida por la Legión alemana del Rey, que aguantó tres horas, hasta que se quedó sin munición- y lanzaba una serie de cargas de caballería ligera y pesada contra la infantería británica, que se vio obligada a formar más de veinte cuadrados para defenderse. Pero el mariscal francés, al igual que no ayudó a D'Erlon con la caballería en el ataque sobre el centro británico, en esa ocasión tampoco apoyó las cargas de su caballería con fuerzas de infantería, por lo que su caballería, tras quince infructuosas cargas, acabó extenuada por el constante galopar alrededor de los cuadrados defensivos británicos, incapaz de superar aquella muralla de bayonetas, sólo vulnerables al fuego de la infantería o la artillería. A las 5:30 de la tarde, demasiado cansados para ayudar a Foy en su abortado asalto al ala derecha de Wellington, cesaron los ataques.
A esa misma hora, el general Bülow entraba en batalla y rechazaba al conde Lobau sobre el flanco derecho de Napoleón, tomando Plancenoit, que fue reconquistado después por la Guardia Imperial. Wellington, vistiendo su sempiterno abrigo azul de civil, pantalones blancos de cuero, botas de arpillera y sombrero de tres picos sin plumas, pero con las escarapelas de Inglaterra, España, Portugal y Alemania, se movía de un lado a otro durante la batalla, en contraste con Napoleón, que delegó excesivamente en Ney el control de las operaciones.