Época:
Inicio: Año 1821
Fin: Año 1821

Antecedente:
El asesinato de Napoleón



Comentario

La autopsia practicada al cadáver veinte horas después del óbito por el propio Antommarchi y revelada por éste posteriormente (Derniers moments de Napoleón) ha sido objeto de diferentes interpretaciones. La tesis oficial de un cáncer de estómago es discutible desde el punto de vista de los nuevos análisis toxicológicos, máxime si se tiene en cuenta que, en el momento de la muerte, Napoleón estaba muy gordo y, como dice el propio investigador Ben Weider, los enfermos de este cáncer mueren en un estado de "delgadez esquelética".
Teniendo en cuenta el veredicto de los médicos -siete asistieron a la autopsia, seis de ellos, médicos militares británicos y el forense corso Antommarchi-, los intereses del círculo de compañeros del Emperador -desde el gobernador inglés hasta las mujeres que le rodearon-, el diagnóstico de la medicina y la toxicología contemporáneas y las minuciosas investigaciones documentales, es evidente que:

- Napoleón estaba enfermo y el clima de la isla contribuyó a minar su salud, proceso en el que colaborarían la soledad, la melancolía...

- Napoleón murió envenenado por arsénico, cuya acción fue potenciada por una dosis heroica de calomel, que el estómago no pudo rechazar porque había sido previamente tratado con vomitivos... Por lo menos, el homicidio es seguro.

- Los responsables inmediatos y, probablemente, involuntarios, fueron los médicos que le atendieron, que no fueron capaces de hacer un buen diagnóstico, ni prescribir un tratamiento adecuado y, en vez de ello, recitaron remedios contraproducentes y en dosis escandalosas.

- Las gentes de su séquito no escapan a la sospecha. Napoleón era tiránico y su carácter resultaba cada día más insoportable. Eliminarle era una manera de escapar de aquella maldita isla en la que llevaban desde 1815 y en la que podrían eternizase hasta la muerte del Emperador, que sólo contaba 51 años al morir. La tentación era aún más extraordinaria si, además, muchos de ellos serían beneficiarios de su testamento.

- La Corte de Francia, con el impopular Luis XVIII a la cabeza, tenía motivos para desear su muerte... no ocurriera un vaivén histórico y se encontraran con el Emperador en las calles de París. El conde de Montholon era conocido del conde de Artois, que reinaría como Carlos X, y se ha sostenido -sin pruebas documentales- que fue enviado a Santa Elena por él; se ha especulado con dos motivos que habrían obligado a Montholon a obedecer al duque: le debía el generalato y le podía extorsionar debido a un desfalco realizado por el general en la caja de su regimiento. Por si ese fuese poco motivo para liquidar a Napoleón, existía la cuestión de la herencia -el testamento le otorgó millón y medio de francos y un lógico deseo de venganza por los devaneos que el Emperador había sostenido con su esposa. El sigilo guardado por este personaje -si es que fue el responsable- es lógico: su revelación hubiera comprometido a los Borbones y le hubiera costado la vida, puesto que un agente monárquico o uno de los muchos veteranos de Napoleón le hubieran descerrajado un tiro en la cabeza.

- El Gabinete de Londres también tenía sus intereses. La muerte de Napoleón les quitaba de en medio una pesadilla y les ahorraba un gasto no pequeño. El inefable gobernador Lowe fue, de alguna forma, el verdugo designado para eliminarle por medio de la enfermedad y la depresión -si es que nada tuvo que ver con el asunto del arsénico-.

En resumen, Napoleón fue enviado a Santa Elena a morir, "asesinado" por su enfermedad no cuidada, por un clima criminal y, acaso, por un veneno lento. El arsénico; peor aún, su mezcla con calomel -en una cuantía que hasta un profano se sentía asombrado- lo convertían en mortal. De lo cual se infiere que se trató de un asesinato en toda regla. Queda por señalar el nombre del asesino, del que cargó dosis y frecuencias y Charles-Tristan, conde de Montholon, es el preferido por los investigadores.