Época: Guerras Israel
Inicio: Año 1900
Fin: Año 2004

Antecedente:
Israel-Palestina, los muros



Comentario

En 1919, el Ejecutivo Sionista le encomendó la organización de la Haganá (defensa), fuerza paramilitar para la defensa de la Yzshuv. Para ello, Jabotinsky reunió a varios ex camaradas de la Legión judía y a miembros de las asociaciones deportivas Macabi (Macabeos). En poco tiempo pudo disponer de un pequeño grupo operativo, que cumplió un papel eficaz en defensa de los residentes judíos durante los levantamientos árabes antisionistas de los años veinte. Para Jabotinsky, la Haganá encarnaba su metafórico muro de hierro, aunque al principio le parecía demasiado poco consistente. Eso se debía a que, en sus inicios, la Haganá se autoimpuso la moderación (havlaga) en el uso de la fuerza. El mismo hecho de que la organización paramilitar fuera puesta bajo la autoridad de la Histadrut, la central sindical sionista dominada por militantes socialistas, indicaba la reticencia inicial a aplicar una violencia desmedida que ahondara el abismo que ya existía con los árabes. Por el otro, los judíos ashkenazis de la Diáspora no tenían una tradición combativa: siempre en minoría en medio de las sociedades de gentiles, su mejor arma defensiva había sido negociar para resolver los conflictos con sus vecinos. Por último, los dirigentes sindicales recelaban de toda organización armada, en la que veían una forma más del fascismo que florecía en Europa.
No era éste el ambiente propicio para el desarrollo de las ideas y planes de Jabotinsky -enemigo de la havagá- que, poco a poco, fue ahondado sus diferencias con el Ejecutivo Sionista. En 1923 creó Betar, una organización juvenil calcada del modelo mussoliniano que tanto admiraba, con toda su parafernalia de uniformes militares, camisas pardas, correajes, disciplina castrense, exaltación del heroísmo y de la violencia, eslóganes incendiarios como: "Con fuego y sangre Judea renacerá" o "No hay ley ni justicia ni Dios en el cielo. Sólo una ley que decide y sobrepasa a todas: la ocupación judía de la tierra".

Dos años más tarde, Jabotinsky fundó el Partido Revisionista, origen de la derecha israelí, que reivindicaba para el futuro Estado judío todo el territorio del Mandato entregado por la Sociedad de las Naciones a Gran Bretaña (incluía ambas orillas del Jordán). Y, por supuesto, defendía la doctrina del muro de hierro, al tiempo que pugnaba por el abandono de la política de moderación impuesta por la Histadrut a la Haganá.

Pese a las apariencias, la central sindical sionista no estaba demasiado lejos de las tesis de Jabotinsky, especialmente cuando al frente de la Histadrut se mantuvo, durante 14 años, David Ben Gurion. Al principio, el más destacado dirigente sionista adoptó la postura oficial de su organización con respecto a las relaciones con los árabes: los palestinos no constituyen una entidad nacional individualizada sino que son parte de la gran nación árabe. Por tanto no había conflicto entre los intereses del sionismo y los de los árabes de Palestina.

Esta política del avestruz no sería capaz de resistir el paso del tiempo que trajo la agudización creciente del conflicto entre ambas comunidades. Después de la Revuelta Árabe de 1936, Ben Gurion llegó a las mismas conclusiones que Jabotinsky trece años antes: los palestinos eran un movimiento nacional que por su naturaleza resistía y se opondría con todas sus fuerzas a la presencia sionista en su tierra. Por eso, Ben Gurion creía que los árabes seguirán combatiendo a los sionistas mientras les quede alguna brizna de esperanza de evitar que se apoderen de su país.

"Nosotros y ellos queremos lo mismo: Palestina", confesó abiertamente. "Si yo fuera árabe me alzaría contra la inmigración (judía), responsable en el futuro de entregar el país... bajo gobierno judío". El corolario es el mismo que la vieja tesis del líder del Partido Revisionista: sólo cuando los palestinos estén totalmente aplastados y desesperanzados podrá plantearse establecer algún tipo de acuerdo con ellos. Mientras tanto, tal acuerdo sería inviable.

En una carta dirigida al cuerpo ejecutivo de la Agencia judía, Ben Gurion explicaba claramente que la paz con los árabes no podía ser un fin. "Necesitamos un acuerdo pero no para instaurar la paz. La paz es sin duda un asunto vital para nosotros. Es imposible construir un país en un estado permanente de guerra. Pero la paz para nosotros es un medio. El fin es la realización completa del sionismo. Sólo para eso necesitamos un acuerdo" (con los palestinos).