Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA DEL ALMIRANTE



Comentario

Cómo el Almirante salió de la Española, siguiendo su viaje, y descubrió las islas Guanajas


En tanto, el Almirante dio lugar a su gente, en el puerto de Azúa, para que pudiese respirar de los trabajos padecidos en la tempestad. Y siendo uno de los deleites que da el mar, cuando no hay otra cosa que hacer, el pescar, entre las muchas especies de peces que sacaron, me acuerdo de dos, uno de gusto y otro de admiración; el primero fue un pez llamado esclavina, tan grande como media cama, al cual hirieron con un tridente, los de la nave Vizcaína, cuando iba durmiendo en el agua, y lo aferraron de modo que no pudo librarse; después, atado con una gruesa y larga maroma al banco del batel, tiraba de éste tan velozmente por aquel puerto, de aquí para allí, que parecía una saeta; de suerte que la gente de los navíos que no conocía el secreto, estaba espantada, viendo ir sin remos el batel a uno y otro lado, hasta que se murió el pez y lo llevaron a bordo de los navíos, adonde lo subieron con los ingenios que alzan las cosas pesadas. El segundo pez fue tomado con otro ingenio; llámanle los indios Manati, y no le hay en la Europa; es tan grande como una ternera, y su carne semejante en el sabor y color, acaso algo mejor y más grasa; de donde, los que afirmaban que hay en el mar todas las especies de animales terrestres, dicen que estos peces son verdaderamente becerros, pues no tienen forma de pez, ni se mantienen de otra cosa que la hierba que encuentran en las orillas.

Volviendo ahora a nuestra historia, digo que después que el Almirante vio que su gente había descansado algo, y los navíos estaban aderezados, salió del puerto de Azúa y fue al del Brasil, que los indios llaman Yaquimo, para libarse de otra tempestad que vendría. Por ello salió después, a 14 de Julio, de este puerto con tanta bonanza que, no pudiendo seguir el camino que quería, lo echaron las corrientes a ciertas islas muy pequeñas y arenosas cerca de Jamaica, a las cuales llamó las Pozas; porque no hallando agua en ellas, hicieron muchas pozos en la arena, de los que se bastecieron para servicio de los navíos. Luego, navegando hacia Tierra Firme, por la ruta de Mediodía, llegaron a otras islas; aunque no tomaron tierra, sino es en la mayor, que se llamaba Guanaja, nombre que los que después hicieron cartas de marear, dieron a todas las islas Guanajas, que están 12 leguas de Tierra Firme, cerca de la provincia que ahora se llama Cabo de Honduras, aunque el Almirante la llamó punta de Caxinas. Pero como algunos hacen estas cartas sin andar por el mundo, incurren en grandísimos errores, los cuales ahora, que me ocurre decirlo, quiero referir, aunque rompa el hilo de mi historia; y es así.

Estas mismas islas y la Tierra Firme la ponen dos veces en sus cartas de marear, como si en efecto fuesen tierras distintas; y siendo el Cabo de Gracias a Dios el mismo que llaman Cabo de Honduras, hacen dos. La causa de esto fue porque Juan Díaz de Solís, de cuyo apellido se llama el río de la Plata río de Solís, por haberle muerto allí los indios, y Vicente Yáñez, que fue capitán de un navío en el primer viaje del Almirante, cuando descubrió las Indias, y después halló la Tierra Firme, fueron juntos a descubrir el año de 1508, con intención de seguir la tierra que había descubierto el Almirante en el viaje de Veragua hacia Occidente. Siguiendo éstos casi el mismo camino, llegaron a la costa de Cariay, y pasaron cerca del Cabo de Gracias a Dios hasta la punta de Caxinas, que ellos llamaron de Honduras; y a las dichas islas, las Guanajas, dando, como hemos dicho, el nombre de la principal, a todas. De aquí pasaron más adelante, y no quisieron confesar que el Almirante hubiese estado en ninguna de dichas partes, para atribuirse aquel descubrimiento y mostrar que habían hallado un gran país, sin embargo de que un piloto suyo, llamado Pedro de Ledesma, que había ido antes con el Almirante en el viaje de Veragua, les dijese que él conocía aquellas regiones, y que eran de las que había ayudado a descubrir con el Almirante; así me lo refirió él mismo. La razón y el diseño de las cartas lo demuestran claramente; pero decían que estaba más allá de lo que el Almirante había descubierto; por lo que, una misma tierra está puesta dos veces en la carta, como, si Dios quiere, lo mostrará en adelante el tiempo, cuando se navegue más aquella costa, pues hallarán, sólo una vez, tierra de aquella forma, según he dicho.

Pero, volviendo a nuestro descubrimiento, digo que habiendo llegado a la isla de Guanaja, mandó el Almirante al Adelantado D. Bartolomé Colón, su hermano, que fuese a tierra con dos barcas, en la que hallaron gente semejante a las de las otras islas, aunque no con la frente tan ancha. Vieron también muchos pinos y pedazos de tierra, llamada Cálcide, con la que se funde el cobre. Algunos marineros, pensando que era oro, la tuvieron mucho tiempo escondida. Hallándose el Adelantado en aquella isla, con deseo de saber sus secretos, quiso su buena suerte que llegase una canoa tan larga como una galera, y ocho pies de ancha, toda de un solo tronco, y de la misma hechura que las demás, la cual venía cargada de mercaderías, de las partes occidentales, hacia Nueva España, en medio de ella había un toldo de hojas de palma, no diferente del que traen las góndolas en Venecia, que defendía lo que estaba debajo, de manera que ni la lluvia, ni el oleaje podían dañar a nada de lo que iba dentro. Debajo de aquel toldo estaban los niños, las mujeres, los muebles y las mercaderías. Los hombres que guiaban la canoa, aunque eran 25, no tuvieron ánimo para defenderse contra las barcas que les seguían. Tomada por los nuestros la canoa sin lucha fue llevada a los navíos, donde el. Almirante dio muchas gracias a Dios, viendo cuán pronto era servido de darle de muestra de todas las cosas de aquella tierra, sin trabajo, ni peligro de los suyos. Luego mandó sacar de la canoa lo que le pareció ser más rico y vistoso, como algunas mantas y camisetas de algodón sin mangas, labradas y pintadas con diferentes colores y labores, y algunos pañetes con que cubrían sus vergüenzas, de la misma labor y paños con que se cubrían las indias de la canoa, como suelen hacer las moras de Granada; espadas de madera larga, con una canal a cada parte de los filos, y en éstas, hileras de pedernales sujetos con pez y cuerdas, que entre gente desnuda cortan como si fuesen de acero; las hachuelas para cortar leña eran semejantes a las de piedra que tienen los demás indios, salvo que eran de buen cobre; del que traían cascabeles, y crisoles para fundirle. Llevaban de bastimentos raíces y granos, iguales a los que se comen en la Española; cierto vino hecho de maíz, semejante a la cerveza de Inglaterra, y muchas almendras que usan por moneda en la Nueva España, las que pareció que estimaban mucho, porque cuando fueron puestas en la nave las cosas que traían, noté que, cayéndose algunas de estas almendras, procuraban todos cogerlas como si se les hubiera caído un ojo. Al mismo tiempo se veía que, aunque no pensaban en sí mismos viéndose sacar presos de su canoa a nave de gente tan extraña y feroz como somos nosotros respecto de ellos, corno la avaricia de los hombres es tanta, no debemos maravillarnos de que los indios la antepusieran al miedo y al peligro en que estaban. Asimismo, digo que también debemos apreciar mucho su honestidad y vergüenza, porque si al entrar en las naves, le quitaban a un indio los pañizuelos con que cubren sus partes vergonzosas, muy luego, para ocultarlas, poníase delante las manos y no las levantaba nunca, y las mujeres se tapaban el cuerpo y la cara, según hemos dicho que hacen las moras de Granada. Esto movió al Almirante a tratarlos bien, restituirles la canoa, y darles algunas cosas en trueque de aquellas que los nuestros les habían tomado para muestra. Y no detuvo consigo sino a un viejo, llamado Yumbé, al parecer de mayor autoridad y prudencia, para informarse de las cosas de la tierra, y para que animase a los indios a platicar con los cristianos; lo que hizo pronta y fielmente todo el tiempo que anduvimos por donde se entendía su lengua. Por lo que en premio y recompensa de esto, cuando llegamos adonde no podía ser entendido, el Almirante le dio algunas cosas, y le envió a su tierra muy contento; esto sucedió antes de llegar al Cabo de Gracias a Dios, en la costa de la Oreja, de que ya se ha hecho mención.