Comentario
De cómo vinieron nuevos cristianos a la isla
Y prosiguiendo el gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de Vuestra Majestad, para que entrase por el río que dicen de la Plata a visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos Aires, y porque a aquella sazón era invierno y tiempo contrario para la navegación del río, no pudo entrar, y se volvió a la isla de Santa Catalina, donde estaba el gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos Aires, por los malos tratamientos que les hacían los capitanes que residían en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residían, y le dijeron que el pueblo de Buenos Aires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, a quien don Pedro de Mendoza había enviado a descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvía del descubrimiento, viniéndose a recoger a ciertos bergantines que había dejado en el puerto que puso por nombre de la Candelaria, que es en el río del Paraguay, de una generación de indios que viven en el dicho río, que se llaman payaguos, le mataron a él y a todos los cristianos con otros muchos indios que traía de la tierra adentro con las cargas, de la generación de unos indios que se llaman chameses, y que de todos los cristianos e indios había escapado un mozo de la generación de los chameses, a causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines que allí había dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, según lo había mandado y encargado a un Domingo de Irala, vizcaíno, a quien dejó por capitán en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se había retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse en él, los indios los habían desbaratado y muerto a todos, por culpa del dicho Domingo de Irala, vizcaíno, capitán de los bergantines; y asimismo le dijeron e hicieron saber cómo en la ribera del río del Paraguay ciento veinte leguas más bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascensión, en amistad y concordia de una generación de indios que se llaman carios, donde residía la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos Aires, que es en el río del Paraná, estaban hasta sesenta cristianos, dende el cual puerto hasta la ciudad de Ascensión, que es en el río del Paraguay, había trescientas cincuenta leguas por el río arriba, de muy trabajosa navegación; y que estaba por teniente de gobernador en la tierra y provincia Domingo de Irala, vizcaíno, por quien sucedió la muerte y perdición de Juan de Ayolas y de todos los cristianos que consigo llevó; y también le dijeron e informaron que Domingo de Irala dende la ciudad de la Ascensión había subido por el río del Paraguay arriba con ciertos bergantines y gentes, diciendo que iba a buscar y dar socorro a Juan de Ayolas; y había entrado por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, a cuya causa no había podido entrar por la tierra adentro, y se había vuelto y había tomado presos seis indios de la generación de los payaguos, que fueron los que mataron a Juan de Ayolas y cristianos; de los cuales prisioneros se informó y certificó de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos, y cómo al tiempo había venido a su poder un indio chane, llamado Gonzalo, que escapó cuando mataron a los de su generación y cristianos que venían con ellos con las cargas, el cual estaba en poder de los indios payaguos cautivo; y Domingo de Irala se retiró de la entrada, en la cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos; y otrosí, que los oficiales de Su Majestad que en la tierra y provincia residían habían hecho y hacían muy grandes agravios a los españoles pobladores y conquistadores, y a los indios naturales de la dicha provincia, vasallos de Su Majestad, de que estaban muy descontentos y desasogados; y que por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habían hurtado un batel en el puerto de Buenos Aires, y se habían venido huyendo con intención y propósito de dar aviso a Su Majestad de todo lo que pasaba en la tierra y provincia; a los cuales nueve cristianos, porque venían desnudos, el gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo a la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos había un piloto para la navegación del río.