Comentario
De cómo el capitán Francisco Ribera dio cuenta de su descubrimiento
Otro día siguiente paresció ante el gobernador el capitán Francisco de Ribera, trayendo consigo los seis españoles que con él habían ido, y le dio relación de su descubrimiento, y dijo que después que dél partió en aquel bosque de do se habían apartado, que habían caminado por do la guía lo había llevado veintiún días sin parar, yendo por tierra de muchas malezas, de arboledas tan cerradas, que no podían pasar sin ir desmontando y abriendo por do pudiese pasar, y que algunos días caminaban una legua, y otros dos días que no caminaban media, por las grandes malezas y breñas de los montes, y que en todo el camino que llevaron fue la vía del Poniente; que en todo el tiempo que fueron por la dicha tierra comían venados y puercos y antas que los indios mataban con las flechas, porque era tanta la caza que había, que a palos mataban todo lo que querían para comer, y ansimismo había infinita miel en lo hueco de los árboles, y frutas salvajes, que había para mantener toda la gente que venía al dicho descubrimiento, y que a los veintiún días llegaron a un río que corría la vía del Poniente; y según la guía les dijo, que pasaba por Tapuaguazu y por las poblaciones de los indios, en el cual pescaron los que él llevaba, y sacaron mucho pescado de unos que llaman los indios piraputanas, que son de la manera de los sábalos, que es muy excelente pescado; y pasaron el río, y andando por donde la guía les llevaba, dieron en huella fresca de indios; que, como aquel día había llovido, estaba la tierra mojada, y parescía haber andado indios por allí a caza; y yendo siguiendo el rastro de la huella, dieron en unas grandes hazas de maíz que se comenzaban a coger, y luego, sin se poder encubrir, salió a ellos un indio solo, cuyo lenguaje no entendieron, que traía un barbote grande en el labio bajo, de plata, y unos orejeras de oro, y tomó por la mano al Francisco de Ribera, y por señas les dijo que se fuesen con él, y así lo hicieron, y vieron cerca de allí una casa grande de paja y madera; y como llegaron cerca de ella, vieron que las mujeres y otros indios sacaban lo que dentro estaba de ropa de algodón y otras cosas, y se metían por las hazas adelante, y el indio los mandó entrar dentro de la casa, en la cual andaban mujeres e indios sacando todo lo que tenían dentro, y abrían la paja de la casa y por allí lo echaban fuera, por no pasarlo por donde él y los otros cristianos estaban, y que de unas tinajas grandes que estaban dentro de la casa llenas de maíz vio sacar ciertas planchas y hachuelas y brazaletas de plata, y echarlos fuera de la casa por las parejes, que eran de paja; y como el indio que parescía el principal de aquella casa (por el respeto que los indios de ella le tenían) los tuvo dentro de la casa, por señas les dijo que se asentasen, y a dos indios orejones que tenían por esclavos, les mandó a dar a beber de unas tinajas que tenían dentro de la casa metidas hasta el cuello debajo de tierra, llenas de vino de maíz; sacaron vino en unas calabazas grandes y les comenzaron a dar de beber; y los dos orejones le dijeron que a tres jornadas de allí, con unos indios que llaman payzunoes, estaban ciertos cristianos, y dende allí les enseñaron a Tapuaguazu (que es una peña muy alta y grande), y luego comenzaron a venir muchos indios muy pintados y emplumados, y con arcos y flechas a punto de guerra, y el dicho indio habló con ellos con mucha aceleración, y tomó asimismo un arco y flechas, y enviaba indios que iban y venían con mensajes; de donde habían conoscido que hacían llamamiento del pueblo que debía estar cerca de allí, y se juntaban para los matar; y que había dicho a los cristianos que con él iban, que saliesen todos juntos de la casa, y se volviesen por el mismo camino que habían traído antes que se juntasen más indios; a esta sazón estarían juntos más de trescientos, dándoles a entender que iban a traer otros muchos cristianos que vivían allí cerca; y que ya que iban a salir, los indios se les ponían delante para los detener, y por medio de ellos habían salido, y que obra de un tiro de piedra de la casa, visto por los indios que se iban, habían ido tras de ellos, y con grande grita, tirándoles muchas flechas, los habían seguido hasta los meter por el monte, donde se defendieron; y los indios, creyendo que allí había más cristianos, no osaron entrar tras de ellos y los habían dejado ir, y escaparon todos heridos, y tornaron por el propio camino que abrieron y lo que habían caminado en veintiún días dende donde el gobernador los había enviado hasta llegar al puerto de los Reyes lo andaron en doce días; que les paresció que dende aquel puerto hasta donde estaban los dichos indios había setenta leguas de camino, y que una laguna que está a veinte leguas de este puerto, que se pasó el agua hasta la rodilla venía entonces tan crescida y traía tanta agua que se había extendido y alargado más de una legua por la tierra adentro, por donde ello habían pasado, y más de dos lanzas de hondo y que con muy gran trabajo y peligro lo habían pasado con balsas; y que si habían de entrar por la tierra, era necesario que abajasen agua de la laguna; y que los indios se llaman tarapecocies, los cuales tienen muchos bastimentos, y vio que crían patos y gallinas como las nuestras en mucha cantidad.
Esta relación dio Francisco de Ribera y los españoles que, con él fueron y vinieron y de la guía que con ellos fue; los cuales dijeron lo mismo que había declarado Francisco de Ribera; y porque en este puerto de los Reyes estaban algunos indios de la generación de los tarapecocies, donde llegó el Francisco de Ribera, los cuales vinieron con García, lengua cuando fue por las poblaciones de la tierra, y volvió desbaratado por los indios guaraníes en el río del Paraguay, y se escaparon éstos como los indios chaneses que huyeron, y vivían todos juntos en el puerto de los Reyes, y para informarse de ellos los mandó llamar el gobernador, y luego conoscieron y se alegraron con unas flechas que Francisco Ribera traía, de las que le tiraron los indios tarapecocies, y dijeron que aquéllas eran de su tierra; y el gobernador les preguntó que por qué los de su generación habían querido matar aquellos que los habían ido a ver y hablar. Y dijeron que los de su generación no eran enemigos de los cristianos, antes los tenían por amigos desde que García estuvo en la tierra y contrató con ellos; y que la causa por que los tarapecocies los querían matar sería por llevar en su compañía indios guaraníes, que los tienen por enemigos, porque los tiempos pasados fueron hasta su tierra a los matar y destruir; porque los cristianos no habían llevado lengua que los hablasen y los entendiesen para les decir y hacer entender a lo que iban, porque no acostumbran hacer guerra a los que no les hacen mal; y que si llevaran lengua que les hablara, les hicieran buenos tratamientos y les dieran de comer, y oro y plata que tienen, que traen de las poblaciones de la tierra adentro. Fueron preguntados qué generaciones son de los que han la plata y el oro, y cómo lo contratan y vienen a su poder; dijeron que los payzunoes, que están tres jornadas de su tierra, les dan a los suyos a trueco de arcos y flechas de esclavos que toman de otras generaciones, y que los payzunoes lo han de los chaneses y chimenoes y carcaraes y candirees, que son otras gentes de los indios, que los tienen en mucha cantidad, y que los indios lo contratan, como dicho es.
Fuéle mostrado un candelero de azófar muy limpio y claro, para que lo viese y declarase si el oro que tenían en su tierra era de aquella manera; y dijeron que lo del candelero era duro y bellaco, y lo de su tierra era blanco y no tenía mal olor y era más amarillo, y luego le fue mostrada una sortija de oro, y dijeron sí era de aquello mismo lo de su tierra, y dijo que sí. Asimismo le mostraron un plato de estaño muy limpio y claro, y le preguntaron si la plata de su tierra era tal como aquélla, y dijo que aquélla de aquel plato hedía y era bellaca y blanda, y que la de su tierra era más blanca y dura y no hedía mal; y siéndole mostrada una copa de plata, con ella se alegraron mucho y dijeron haber de aquello en su tierra muy gran cantidad en vasijas y otras cosas en casa de los indios, y planchas, y habían brazaletes y coronas y hachuelas, y otras piezas.