Comentario
Cómo dieron rejalgar tres veces al gobernador viniendo en este camino
Viniendo el río abajo mandaron los oficiales a un Machín, vizcaíno, que le guisase de comer al gobernador, y después de guisado lo diese a un Lope Duarte, aliados de los oficiales y de Domingo de Irala, y culpados como todos los otros que le prendieron, y venía por solicitado de Domingo de Irala, y para hacer sus negocios acá; y viniendo así debajo de la guarda y amparo de éstos, le dieron tres veces rejalgar; y para remedio de esto traía consigo una botija de aceite y un pedazo de unicornio, y cuando sentía algo se aprovechaba de estos remedios de día y de noche con muy gran trabajo y grandes gómitos, y plugo a Dios que escapó de ellos; y otro día rogó a los oficiales que le traían, que eran Alonso Cabrera y Garci-Vanegas, que le dejasen guisar de comer a sus criados, porque de ninguna mano de otra persona no lo había de tomar. Y ellos le respondieron que lo había de tomar y de comer de la mano que se lo daba, porque de otra ninguna no habían de consentir que se lo diese, que a ellos no se les daba nada que se muriese; y ansí estuvo de aquella vez algunos días sin comer nada, hasta que la necesidad le constriñó que pasase por lo que ellos querían.
Había prometido a muchas personas de los traer en la carabela que deshicieron, a estos reinos, por que les favoresciesen en la prisión del gobernador y no fuesen contra ellos, especial a un Francisco de Paredes, de Burgos, y fray Juan de Salazar, fraile de la orden de Nuestra Señora de la Merced. Ansimesmo traían preso a Luis de Miranda, y a Pedro Hernández, y al capitán Salazar de Espinosa y a Pedro Vaca. Y llegados el río abajo a las islas de Sant Gabriel, no quisieron traer en el bergantín a Francisco de Paredes ni a fray Juan de Salazar; porque éstos no favoreciesen al gobernador acá y dijesen la verdad de lo que pasaba; y por miedo de esto los hicieron tornar a embarcar en los bergantines que volvían el río arriba a la Ascensión, habiendo vendido sus casas y haciendas por mucho menos de lo que valían cuando los hicieron embarcar; y decían y hacían tantas exclamaciones que era la mayor lástima del mundo oíllos.
Aquí quitaron al gobernador sus criados, que hasta allí le habían seguido y remado, que fue la cosa que él más sintió ni que más pena le diese en todo lo que había pasado en su vida, y ellos no lo sintieron menos; y allí en la isla de Sant Gabriel estuvieron dos días, y al cabo de ellos partieron para la Ascensión los unos, y los otros para España; y después de vueltos los bergantines, en el que traían al gobernador, que era de hasta once bancos, venían veintisiete personas por todos; siguieron su viaje el río abajo hasta que salieron a la mar, y dende que a ella salieron les tomó una tormenta que hinchió todo el bergantín de agua, y perdieron todos los bastimentos, que no pudieron escapar de ellos sino una poca de harina y una poca de manteca de puerco y de pescado, y una de agua, y estuvieron a punto de perescer ahogados.
Los oficiales que traían preso al gobernador les paresció que por el agravio y sinjusticia que le habían hecho y hacían en le traer preso y aherrojado era Dios servido de dalles aquella tormenta tan grande, determinaron de le soltar y quitar las prisiones, y con este presupuesto se las quitaron, y fue Alonso Cabrera, el veedor, el que se las limó, y él y Garci-Vanegas le besaron el pie, aunque él no quiso, y dijeron públicamente que ellos conoscían y confesaban que Dios les había dado aquellos cuatro días de tormenta por los agravios y sinjusticias que le habían hecho sin razón, y que ellos manifestaban que le habían hecho muchos agravios y sinjusticias, y que era mentira y falsedad todo lo que habían dicho y depuesto contra él, y que para ello habían hecho hacer dos mil juramentos falsos, por malicia y por envidia que de él tenían porque en tres días había descubierto la tierra y caminos de ella, lo que no habían podido hacer en doce años que ellos había que estaban en ella; y que le rogaban y pedían por amor de Dios que les perdonase y les prometiese que no daría aviso a Su Majestad de cómo ellos le habían preso; y acabado de soltarle, cesó el agua y viento y tormenta, que había cuatro días que no había escampado; y así venimos en el bergantín dos mil quinientas leguas por golfo, navegando sin ver tierra, más del agua y el cielo, y no comiendo más de una tortilla de harina frita con una poca de manteca y agua, y deshacían el bergantín a veces para hacer de comer aquella tortilla de harina que comían, y de esta manera venimos con mucho trabajo hasta llegar a las islas de los Azores, que son del serenísimo rey de Portugal, y tardamos en el viaje hasta venir allí tres meses; y no fuera tanta la hambre y necesidad que pasamos si los que traían preso al gobernador osasen tocar en la costa del Brasil o irse a la isla, de Santo Domingo, que es en las Indias, lo cual no osaron hacer, como hombres culpados y que venían huyendo, y que temían que llegados a una de las tierras que dicho tengo los prendieran e hicieran justicia de ellos como hombres que iban alzados; y habían sido aleves contra su rey, y temiendo esto, no habían querido tomar tierra; y al tiempo que llegamos a los Azores, los oficiales que le traían, con pasiones que traían entre ellos, se dividieron y vinieron cada uno por su parte, y se embarcaron divididos, y primero que se embarcaron intentaban que la justicia de Angla prendiese al gobernador y lo detuviese por que no viniese a dar cuenta a Su Majestad de los delitos y desacatos que en aquella tierra habían hecho, diciendo que al tiempo que pasó por las islas de Cabo Verde había robado la tierra y puerto.
Oído por el corregidor, les dijo que se fuesen, porque "su rey no era home que ninguen osase pensar en iso, ni tenía a tan mal recado suos portos para que ningún osase o facer". Y visto que no bastó su malicia para le detener, ellos se embarcaron y se vinieron para estos reinos de Castilla, y llegaron a ella ocho o diez días primero que el gobernador, porque con tiempos contrarios se detuvo en éstos; y llegados ellos primero que el gobernador a la corte llegase, publicaban que se había ido al rey de Portugal para darle aviso de aquellas partes, y dende a pocos días llegó a esta corte. Como fue llegado, la propia noche desaparecieron los delincuentes y se fueron a Madrid, a do esperaron que la corte fuese allí, como fue; y en este tiempo murió el obispo de Cuenca, que presidía en el Consejo de las Indias, el cual tenía deseo y voluntad de castigar aquel delito y desacato que contra Su Majestad se había hecho en aquella tierra.
Dende a pocos días después de haber estado preso ellos, y el gobernador igualmente, y sueltos sobre fianzas que no saldrían de la corte, Garci-Vanegas, que era el uno de los que le habían traído y preso, murió muerte desastrada y súpita, que le saltaron los ojos de la cara, sin poder manifestar ni declarar la verdad de lo pasado; y Alonso Cabrera, veedor, su compañero, perdió el juicio, y estando sin él mató a su mujer en Lora; murieron súpita y desastradamente los frailes que fueron en los escandalos y levantamiento contra el gobernador; que paresce manifestarse la poca culpa que el gobernador ha tenido en ello; y después de le haber tenido preso y detenido en la corte ocho años, le dieron por libre y quito; y por algunas causas que le movieron le quitaron la gobernación, porque sus contrarios decían que si volvía a la tierra, que por castigar a los culpados habría escándalos y alteraciones en la tierra; y así se la quitaron, con todo lo demás, sin haberle dado recompensa de lo mucho que gastó en el servicio que hizo en la ir a socorrer y descubrir.