Comentario
En que se declara el intento desta obra y la división della
Habiendo yo salido de España, donde fuí nacido y criado, de tan tierna edad que casi no había enteros trece años, y gastando en las Indias del mar Océano tiempo de más de diez y siete, muchos dellos en conquistas y descubrimientos y otros en nuevas poblaciones y en andar por unas y por otras partes, y como notase tan grandes y peregrinas cosas como en este Nuevo Mundo de Indias hay, vínome gran deseo de escrebir algunas dellas, de lo que yo por mis propios ojos había visto y también de lo que había oído a personas de gran crédito. Mas como mirase mi poco saber, desechaba de mí este deseo, teniéndolo por vano; porque a los grandes juicios y dotos fue concedido el componer historias dándoles lustre con sus claras y sabias letras, y a los no tan sabios, aun pensar en ello es desvarío; y como tal, pasé algún tiempo sin dar cuidado a mi flaco ingenio, hasta que el todopoderoso Dios, que lo puede todo, favoreciéndome con su divina gracia, tornó a despertar en mí lo que ya yo tenía olvidado. Y cobrando ánimo, con mayor confianza determiné de gastar algún tiempo de mi vida en escrebir historia. Y para ello me movieron las causas siguientes:
La primera, ver que en todas las partes por donde yo andaba ninguno se ocupaba en escrebir nada de lo que pasaba. Y que el tiempo consume la memoria de las cosas de tal manera, que si no es por rastros y vías exquisitas, en lo venidero no se sabe con verdadera noticia lo que pasó.
La segunda, considerando que, pues nosotros y estos indios todos, todos, traemos origen de nuestros antiguos padres Adán y Eva, y que por todos los hombres el Hijo de Dios descendió de los cielos a la tierra, y vestido de nuestra humanidad recibió cruel muerte de cruz para nos redemir y hacer libres del poder del demonio, el cual demonio tenía estas gentes, por la permisión de Dios, opresas y captivas tantos tiempos había, era justo que por el mundo se supiese en qué manera tanta multitud de gentes como destos indios había fue reducida al gremio de la santa madre Iglesia con trabajo de españoles; que fue tanto, que otra nación alguna de todo el universo no los pudiera sufrir. Y así, los eligió Dios para una cosa tan grande más que a otra nación alguna.
Y también porque en los tiempos que han de venir se conozca lo mucho que ampliaron la corona real de Castilla. Y cómo siendo su rey y señor nuestro invictísimo emperador se poblaron los ricos y abundantes reinos de la Nueva España y Perú y se descubrieron otros ínsulas y provincias grandísimas.
Y así, al juicio de varones dotos y benévolos suplico sea mirada esta mi labor con equidad, pues saben que la malicia y murmuración de los ignorantes y insipientes es tanta, que nunca les falta que redargüir ni que notar. De donde muchos, temiendo la rabiosa envidia destos escorpiones, tuvieron por mejor ser notados de cobardes que de animosos en dar lugar que sus obras saliesen a luz.
Pero yo ni por temor de lo uno ni de lo otro dejaré de salir adelante con mi intención, teniendo en más el favor de los pocos y sabios que el daño que de los muchos y vanos me puede venir.
También escrebí esta obra para que los que, viendo en ella los grandes servicios que muchos nobles caballeros y mancebos hicieron a la corona real de Castilla, se animen y procuren de imitarlos. Y para que, notando, por el consiguiente, cómo otros no pocos se extremaron en cometer traiciones, tiranías, robos y otros yerros, tomando ejemplo en ellos y en los famosos castigos que se hicieron, sirvan bien y lealmente a sus reyes y señores naturales.
Por las razones y causas que dicho tengo, con toda voluntad de proseguir, puse mano en la presente obra; la cual, para que mejor se entienda, la he dividido en cuatro partes, ordenadas en la manera siguiente:
Es primera parte trata la demarcación y división de las provincias del Perú, así por la parte de la mar como por la tierra, y lo que tienen de longitud y latitud; la descripción de todas ellas; las fundaciones de las nuevas ciudades que se han fundado de españoles; quién fueron los fundadores; en qué tiempo se poblaron; los ritos y costumbres que tenían antiguamente los indios naturales, y otras cosas extrañas y muy diferentes de las nuestras, que son dignas de notar.
En la segunda parte trataré el señorío de los ingas yupangues, reyes antiguos que fueron del Perú, y de sus grandes hechos y gobernación; qué número dellos hubo, y los nombres que tuvieron; los tempos tan soberbios y suntuosos que edificaron; caminos de extraña grandeza que hicieron, y otras cosas grandes que en este reino se hallan. También en este libro se da relación de lo que cuentan estos indios del diluvio y de cómo los ingas engrandescen su origen.
En la tercera parte trataré el descubrimiento y conquistas deste reino del Perú y de la grande constancia que tuvo en él el marqués don Francisco Pizarro, y los muchos trabajos que los cristianos pasaron cuando trece dellos, con el mismo marqués (permitiéndolo Dios), lo descubrieron. Y después que el dicho don Francisco de Pizarro fue por su majestad nombrado por gobernador, entró en el Perú, y con ciento sesenta españoles lo ganó, prendiendo a Atabaliba. Y asimesmo en esta tercera parte se trata la llegada del adelantado don Pedro de Albarado y los conciertos que pasaron entre él y el gobernador don Francisco Pizarro. También se declaran las cosas notables que pasaron en diversas partes deste reino, y el alzamiento y rebelión de los indios en general, y las causas que a ello les movió. Trátase la guerra tan cruel y porfiada que los mismos indios hicieron a los españoles que estaban en la gran ciudad del Cuzco, y las muertes de algunos capitanes españoles y indios; donde hace fin esta tercera parte en la vuelta que hizo de Chile el adelantado don Diego de Almagro, y con su entrada en la ciudad del Cuzco por fuerza de armas, estando en ella por justicia mayor el capitán Hernando Pizarro, caballero de la orden de Santiago.
La cuarta parte es mayor escriptura que las tres dichas y de más profundas materias. Es dividida en cinco libros, y a éstos intitulo Las guerras civiles del Perú; donde se verán cosas extrañas que en ninguna parte del mundo han pasado entre gente tan poca y de una misma nación.
El primero libro destas Guerras civiles es de la guerra de las Salinas: trata la prisión del capitán Hernando Pizarro por el adelantado don Diego de Almagro, y cómo se hizo recebir por gobernador en la ciudad del Cuzco, y las causas por que la guerra se comenzó entre los gobernadores Pizarro y Almagro; los tratos y conciertos que entre ellos se hicieron hasta dejar en manos de un juez árbitro el debate; los juramentos que se tomaron y vistas que se hicieron de los mismos gobernadores, y las provisiones reales y cartas de su majestad que el uno y el otro tenían; la sentencia que se dio, y cómo el Adelantado soltó de la prisión en que tenía a Hernando Pizarro; y la vuelta al Cuzco del Adelantado, donde con gran crueldad y mayor enemistad se dio la batalla en las Salinas, que es media legua del Cuzco. Y cuéntase la abajada del capitán Lorenzo de Aldana, por general del gobernador don Francisco Pizarro, a las provincias de Quito y Popayán; y los descubrimientos que se hicieron por los capitanes Gonzalo Pizarro, Pedro de Candía, Alonso de Albarado, Peranzúrez y otros. Hago fin con la ida de Hernando Pizarro a España.
El segundo libro se llama La guerra de Chupas. Será de algunos descubrimientos y conquistas y de la conjuración que se hizo en la ciudad de los Reyes por los de Chile, que se entienden los que habían seguido al adelantado don Diego de Almagro antes que le matasen, para matar al marqués don Francisco Pizarro de la muerte que le dieron; y cómo don Diego de Almagro, hijo del Adelantado, se hizo recebir por toda la mayor parte del reino por gobernador, y cómo se alzó contra él el capitán Alonso de Albarado en las Chachapoyas, donde era capitán y justicia mayor de su majestad por el marqués Pizarro y Perálvarez Holgín y Gómez de Tordoya, con otros, en el Cuzco. Y de la venida del licenciado Cristóbal Vaca de Castro por gobernador; de las discordias que hubo entre los de Chile, hasta que, después de haberse los capitanes muertos unos a otros, se dio la cruel batalla de Chupas, cerca de Guamanga, de donde el gobernador Vaca de Castro fue al Cuzco y cortó la cabeza al mozo don Diego, en lo cual concluyo en este segundo libro.
El tercero libro, que llamo La guerra civil de Quito, sigue a los dos pasados, y su escriptura será bien delicada y de varios acaescimientos y cosas grandes. Dase en él noticia cómo en España se ordenaron las nuevas leyes, y los movimientos que hubo en el Perú, juntas y congregaciones, hasta que Gonzalo Pizarro fue recebido en la ciudad del Cuzco por procurador y capitán general; y lo que sucedió en la ciudad de los Reyes entre tanto que estos ñublados pasaban, hasta sel el Visorey preso por los oidores, y de su salida por la mar; y la entrada que hizo en la ciudad de los Reyes Gonzalo Pizarro, adonde fue recebido por gobernador, y los alcances que dio al Visorey, y lo que más entre ellos pasó hasta que en la campaña de Añaquito el Visorey fue vencido y muerto. También doy noticia en este libro de las mudanzas que hubo en el Cuzco y Charcas y en otras partes; y los recuentras que tuvieron el capitán Diego Centeno, por la parte del Rey, y Alonso de Toro y Francisco de Carvajal, en nombre de Pizarro, hasta que el constante varón Diego Centeno, constreñido de necesidad, se metió en lugares ocultos, y Lope de Mendoza, su maestre de campo, fue muerto en la de Pecona. Y lo que pasó entre los capitanes Pedro de Hinojosa, Juan de Illanes, Melchior Verdugo y los más que estaban en la Tierra Firme.
Y la muerte que el adelantado Belalcázar dio al mariscal don Jorge Robledo en el pueblo de Pozo; y cómo el Emperador nuestro señor, usando de su grande clemencia y benignidad, envió perdón, con apercebimiento que todos se reduciesen a su servicio real; y del proveimiento del licenciado Pedro de la Gasca por presidente, y de su llegada a la Tierra Firme, y los avisos y formas que tuvo para atraer a los capitanes que allá estaban al servicio del Rey; y la vuelta de Gonzalo Pizarro a la ciudad de los Reyes, y las crueldades que por él y sus capitanes eran hechas; y la junta general que se hizo para determinar quién irían por procuradores generales a España; y la entregada del armada al presidente. Y con esto haré fin, concluyendo con lo tocante a este libro.
En el cuarto libro, que intitulo de La guerra de Guarina, trato de la salida del capitán Diego Centeno, y cómo con los pocos que pudo juntar entró en la ciudad del Cuzco y la puso en servicio de su majestad; y cómo asimismo, determinado por el presidente y capitanes, salió de Panamá Lorenzo de Aldana, y llegó al puerto de los Reyes con otros capitanes, y lo que hicieron; y cómo muchos, desemparando a Gonzalo Pizarro, se pasaban al servicio del Rey. También trato las cosas que pasaron entre los capitanes Diego Centeno y Alonso de Mendoza hasta que juntos todos dieron la batalla en el campo de Guarina a Gonzalo Pizarro, en la cual Diego Centeno fue vencido y muchos de sus capitanes y gente muertos y presos; y de lo que Gonzalo Pizarro proveyó y hizo hasta que entró en la ciudad del Cuzco.
El quinto libro, que es de la guerra de Jaquijaguana, trata de la llegada del presidente Pedro de la Gasca al valle de Jauja, y los proveimientos y aparejos de guerra que hizo sabiendo que Diego Centeno era desbaratado; y de su salida deste valle y allegada al de Jaquijaguana, donde Gonzalo Pizarro con sus capitanes y gentes le dieron batalla, en la cual el presidente, con la parte del Rey, quedaron por vencedores, y Gonzalo Pizarro y sus secuaces y valedores fueron vencidos y muertos por justicia en este mismo valle. Y cómo allegó al Cuzco el presidente y por pregón público dio por traidores a los tiranos, y salió al pueblo que llaman de Guaynarima, donde repartió la mayor parte de las provincias deste reino entre las personas que la paresció. Y de allí fue a la ciudad de los Reyes, donde fundó la Audiencia real que en ella está.
Concluído con estos libros, en que se incluye la cuarta parte, hago dos comentarios: el uno, de las cosas que pasaron en el reino del Perú después de fundado el Audiencia hasta que el presidente salió dél.
El segundo, de su llegada a la Tierra Firme y la muerte que los Contreras dieron al obispo de Nicaragua, y cómo con pensamiento tiránico entraron en Panamá y robaron gran cantidad de oro y plata, y la batalla que les dieron los vecinos de Panamá junto a la ciudad, donde los más fueron presos y muertos, y de otros hecho justicia; Y cómo se sobró el tesoro. Concluyo con los motines que tuvo en el Cuzco y con la ida del mariscal Alonso de Albarado, por mandato de los señores oidores, a lo castigar; y con la entrada en este reino, para ser Visorey, el ilustre Y muy prudente varón don Antonio Mendoza.
Y si no va escripta esta historia con la suavidad que da a las letras la sciencia ni con el ornato que requería, va a lo menos llena de verdades, y a cada uno se da lo que es suyo con brevedad, y con moderación se reprenden las cosas mal hechas.
Bien creo que hubiera otros varones que salieran con el fin deste negocio más al gusto de los lectores, porque siendo más sabios, no lo dudo; mas mirando mi intención, tomarán lo que pude dar, pues de cualquier manera es justo se me agradezca. El antiguo Diodoro Sículo, en su proemio, dice que los hombres deben sin comparación mucho a los escriptores, pues mediante su trabajo viven los acaescimientos hechos por ellos grandes edades. Y así, llamó a la escriptura Cicerón testigo de los tiempos, maestra de la vida, luz de la verdad. Lo que pido es que, en pago de mi trabajo, aunque vaya esta escriptura desnuda de retórica, sea mirada con moderación, pues, a lo que siento, va tan acompañada de verdad. La cual subjeto al parecer de los dotos y virtuosos, y a los demás pido se contenten con solamente la leer, sin querer juzgar lo que no entienden.