Comentario
Del camino que hay entre la ciudad de San Sebastián y la ciudad de Antiocha, y las sierras, montañas y ríos y otras cosas que allí hay, y cómo y en qué tiempo se pueden andar
Yo me hallé en esta ciudad de San Sebastián de Buena Vista el año de 1536, y por el 37 salió della el licenciado Juan de Vadillo, juez de residencia y gobernador que en aquel tiempo era de Cartagena, con una de las mejores armadas que han salido de la Tierra Firme, según que tengo escripto en la cuarta parte desta historia. Y fuimos nosotros los primeros españoles que abrimos camino del mar del Norte al del Sur. Y desde pueblo de Urabá hasta la villa de Plata, que son los fines del Perú, anduve yo, y me apartaba por todas partes a ver las provincias que más podía, para poder entender y notar lo que en ellas había. Por tanto, de aquí adelante diré lo que vi y se me ofrece, sin querer angrandescer ni quitar cosa de lo que soy obligado; y desto los lectores reciban mi voluntad. Digo, pues, que saliendo de la ciudad de San Sebastián de Buena Vista, que es el puerto que dicen de Urabá, para ir a la ciudad de Antiocha, que es la primera población y la última del Perú a la parte del norte, van por la costa cinco leguas hasta llegar a un pequeño río que sé llama Río Verde, del cual a la ciudad de Antiocha hay cuarenta y ocho leguas. Todo lo que hay deste río hasta unas montañas de que luego haré mención, que se llaman de Abibe, es llano, pero lleno de muchos montes y muy espesas arboledas y de muchos ríos. La tierra es despoblada junto al camino, por haberse los naturales retirado a otras partes desviadas dél. Todo lo más del camino se anda por ríos, por no haber otros caminos, por la grande espesura de la tierra. Para poderla caminar y pasar seguramente las sierras sin riesgo han de caminarlo por enero, febrero, marzo y abril; pasados estos meses hay grandes aguas y los ríos van crecidos y furiosos; y aunque se puede caminar, es con gran trabajo y mayor peligro. En todo tiempo los que han de ir por este camino han de llevar buenas guías que sepan atinar y salir por los ríos. En todos estos montes hay grandes manadas de los puercos que he dicho; en tanta cantidad, que hay hatajo de más de mil juntos, con sus lechoncillos, y llevan gran ruido por do quiera que pasan. Quien por allí caminare con buenos perros no le faltará de comer. Hay grandes dantas, muchos leones y osos crescidos, y mayores tigres. En los árboles andan de los más lindos y pintados gatos que puede ser en el mundo, y otros monos tan grandes, que hacen tal ruido, que desde lejos los que son nuevos en la tierra piensan que es de puercos. Cuando los españoles pasan debajo de los árboles por donde los monos andan, quiebran ramos de los árboles y les dan con ellos, cocándoles y haciendo otros visajes. Los ríos llevan tanto pescado que con cualquiera red se tomara gran cantidad. Viniendo de la ciudad de Antiocha a Cartagena, cuando la poblamos, el capitán Jorge Robledo y otros, hallábamos tanto pescado que con palos matábamos los que queríamos. Por los árboles que están junto a los ríos hay una que se llama iguana, que paresce serpiente; para apropiarla, remeda en gran manera a un lagarto de los de España, grande, salvo que tiene la cabeza mayor y más fiera y la cola más larga; pero en la color y parecer no es más ni menos. Quitado el cuero y asadas o guisadas son tan buenas de comer como conejos, y para mí más gustosas las hembras; tienen muchos huevos; de manera que ella es una buena comida, y quien no las conoce huiría dellas, y antes le pondría temor y espanto su vista que no deseo de comerla. No sé determinar si es carne o pescado, ni ninguno lo acaba de entender; porque vemos que se echa de los árboles al agua y se halla bien en ella, y también la tierra dentro, donde no hay río, ninguna se halla. Hay otras que se llaman hicoteas, que es también buen mantenimiento; son de manera de galápagos; hay muchos pavos, faisanes, papagayos de muchas maneras y guacamayas, que son mayores, muy pintadas; asimismo se ven algunas águilas pequeñas y tórtolas, perdices, palomas y otras aves nocturnas y de rapiña. Hay, sin esto, por estos montes culebras muy grandes. Y quiero decir una cosa y contarla por cierta, aunque no la vi, pero sé haberse hallado presentes muchos hombres dignos de crédito, y es, que yendo por este camino el teniente Juan Greciano, por mandado del licenciado Santa Cruz, en busca del licenciado Juan de Vadillo, y llevando consigo ciertos españoles, entre los cuales iba un Manuel de Peralta y Pedro de Barros y Pedro Jimón, hallaron una culebra o serpiente tan grande que tenía de largo más de veinte pies y de muy grande anchor. Tenía la cabeza rosilla, los ojos verdes, sobresaltados; y como los vio, quiso encarar para ellos, y el Pedro Jimón le dio tal lanzada que, haciendo grandes bascas, murió, y le hallaron en su vientre un venado chico, entero como estaba cuando lo comió; y oí decir que ciertos españoles, con la hambre que llevaban, comieron el venado y aun parte de la culebra. Hay otras culebras no tan grandes como ésta, que hacen cuando andan un ruido que suena como cascabel. Estas, si muerden a un hombre, lo matan. Otras muchas serpientes y animalías fieras dicen los indios naturales que hay por aquellas espesuras, que yo no pongo por no las haber visto. De los palmares de Urabá hay muchos, y de otras frutas campesinas.