Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CRONICA DEL PERU



Comentario

De las costumbres de los caciques y indios que están comarcanos a la villa de Ancerma, y de su fundación y quién fue el fundador


El sitio donde está fundada la villa de Ancerma es llamado por los indios naturales Umbra; y al tiempo que el adelantado don Sebastián de Belalcázar entró en esta provincia cuando la descubrió, como no llevaba lenguas, no pudo entender ningún secreto de la provincia. Y oían a los indios que en viendo sal la llamaban y nombraban ancer, como es la verdad, y entre los indios no tiene otro nombre, por lo cual los cristianos, de allí adelante, hablando en ella, la nombraban Ancerma, y por esta causa se la puso a esta villa el nombre que tiene. Cuatro leguas della al occidente está un pueblo no muy grande, pero es bien poblado y de muchos indios, por tener muy grandes casas y ancha tierra. Pasa un río pequeño por él, y está una legua del grande y muy rico río de Santa Marta, del cual, si a Dios pluguiere, haré capítulo por sí, contando por orden su nascimiento a dónde es y de qué manera se divide en dos brazos. Estos indios tenían por capitán o señor a uno de ellos bien dispuesto, llamado Ciricha. Tiene, o tenía cuando yo lo vi, una casa muy grande a la entrada de su pueblo, y otras muchas a todas partes dél, y junto aquella casa o aposento está una plaza pequeña, toda a la redonda llena de las cañas gordas que conté en lo de atrás haber en Caramanta, y en lo alto dellas había puestas muchas cabezas de los indios que habían comido. Tenía muchas mujeres. Son estos indios de la habla y costumbres de los de Caramanta, y más carniceros y amigos de comer la humana carne. Por que entiendan los trabajos que se pasan en los descubrimientos los que esto leyeren, quiero contar lo que acontesció en este pueblo al tiempo que entramos en él con el licenciado Juan de Vadillo, y es que como tenían alzados los mantenimientos en algunas partes, no hallábamos maíz ni otra cosa para comer, y carne había más de un año que no la comíamos, si no era de los caballos que se morían o de algunos perros; ni aun sal no teníamos; tanta era la miseria que pasábamos. Y saliendo veinte y cinco o treinta soldados, fueron a renchat, o, por decirlo más claro, a robar lo que pudiesen hallar; y junto con el río grande dieron en cierta gente que estaba huída por no ser vistos ni presos de nosotros, a donde hallaron una olla grande llena de carne cocida; y tanta hambre llevaban, que no miraron en más de comer, creyendo que la carne era de unos que llaman curies, porque salían de la olla algunos; mas ya que estaban todos bien hartos, un cristiano sacó de la olla una mano con sus dedos y uñas; sin lo cual, vieron luego pedazos de pies, dos o tres cuartos de hombres que en ella estaban; lo cual visto por los españoles que allí se hallaron, les pesó de haber comido aquella vianda, dándoles grande asco de ver los dedos y manos; mas a la fin se pasó, y volvieron hartos al real, de donde primero había salido muertos de hambre. Nascen de una montaña que está por alto deste pueblo muchos ríos pequeños, de los cuales se ha sacado y saca mucho oro, y muy rico, con los mismos indios y con negros. Son amigos y confederados estos y los de Caramanta, y con los demás sus comarcanos siempre tuvieron enemistad y se dieron guerra. Un peñol fuerte hay en este pueblo, donde en; tiempo de guerra se guarescen. Andan desnudos y descalzos, y las mujeres traen mantas pequeñas y son de buen parescer, y algunas hermosas. Más adelante desde pueblo está la provincia de Zopia. Por medio destos pueblos corre un río rico de minas de oro, donde hay algunas estancias que los españoles han hecho. También andan desnudos los naturales desta provincia. Las casas están desviadas como las demás, y dentro dellas, en grandes sepulturas, se entierran sus difuntos. No tienen ídolos, ni casa de adoración no se les ha visto. Hablan con el demonio. Cásanse con sus sobrinas y algunos con sus mismas hermanas, y hereda el señorío o cacicazgo el hijo de la principal mujer (porque todos estos indios, si son principales, tienen muchas); y si no tienen hijos, el de la hermana dél. Confinan con la provincia de Cartatama, que no está muy lejos della, por la cual pasa el río grande arriba dicho. De la otra parte dél está la provincia de Pozo, con quien contratan más. Al oriente tiene la villa otros pueblos muy grandes (los señores, muy dispuestos, de buen parecer), llenos de mucha comida y frutales. Todos son amigos, aunque en algunos tiempos hubo enemistad y guerra entre ellos. No son tan carniceros como los pasados de comer carne humana. Son los caciques muy regalados; muchos dellos, antes que los españoles entrasen en su provincia, andaban en andas y hamacas. Tienen muchas mujeres, las cuales, por ser indias, son hermosas; traen sus mantas de algodón galanas, con muchas pinturas.

Los hombres andan desnudos, y los principales y señores se cubren con una manta larga, y traen por la cintura maures, como los demás. Las mujeres andan vestidas como digo; traen los cabellos muy peinados, y en los cuellos muy lindos collares de piezas ricas de oro, y en las orejas sus zarcillos; las ventanas de las narices se abren para poner unas como pelotitas de oro fino; algunas destas son pequeñas y otras mayores. Tenían muchos de oro los señores, con que bebían, y mantas, así para ellos como para sus mujeres, chapadas de unas piezas de oro hechas a manera redonda, y otras como estrelletas, y otras joyas de muchas maneras tenían deste metal. Llaman al diablo Xixarama, y los españoles, tamaraca. Son grandes hechiceros algunos dellos, y herbolarios. Casan a sus hijas después de estar sin su virginidad, y no tienen por cosa estimada haber la mujer virgen cuando se casan. No tienen ninguna cerimonia en sus casamientos. Cuando los señores se mueren, en una parte desta provincia que se llama Tauya, tomando el cuerpo, se ponen una hamaca y a todas partes ponen fuego grande, haciendo unos hoyos, en los cuales cae la sanguaza y gordura, que se derrite con el calor. Después que ya está el cuerpo medio quemado, vienen los parientes y hacen grandes lloros y acabados, beben su vino y rezan sus salmos o bendiciones dedicadas a sus dioses, a su uso y como los aprendieron de sus mayores; lo cual hecho, ponen el cuerpo, envuelto en mucha cantidad de mantas, en un ataúd, y sin enterrarlo lo tienen allí algunos años, y después de estar bien seco, los ponen en las sepulturas que hacen dentro en sus casas. En las demás provincias, muerto un señor, hacen en los cerros altos las sepulturas muy hondas, y después que han hecho grandes lloros meten dentro al difunto, envuelto en muchas mantas, las más ricas que tienen, y a una parte ponen sus armas y a otra mucha comida y grandes cántaros de vino y sus plumajes y joyas de oro, y a los pies echan algunas mujeres vivas, las más hermosas y queridas suyas, teniendo por cierto que luego ha de tornar a vivir y aprovecharse de lo que con ellos llevan. No tienen obra política ni mucha razón. Las armas que usan son dardos, lanzas, macanas de palma negra y de otro palo blanco, recio, que en aquellas partes se cría. Casa de adoración no se la habemos visto ninguna. Cuando hablan con el demonio dicen que es a escuras, sin lumbre, y que uno que para ello está señalado habla por todos, el cual da las respuestas. La tierra en que tienen asentadas las poblaciones son sierras muy grandes, sin montaña ninguna. La tierra dentro, hacia el poniente, hay una gran montaña que se llama Cima, y más adelante, hacia la mar Austral, hay muchos indios y grandes pueblos, donde se tiene por cierto que nasce el gran río del Darién. Esta villa de Ancerma pobló y fundó el capitán Jorge Robledo en nombre de su majestad, siendo su gobernador y capitán general de todas estas provincias el adelantado don Francisco Pizarro; aunque es verdad que Lorenzo de Aldana, teniente general de don Francisco Pizarro, desde la ciudad de Cali nombró el cabildo, y señaló por alcaldes a Suer de Nava y a Martín de Amoroto, y por alguacil mayor a Ruy Venegas, y envió a Robledo a poblar esta ciudad, que villa se llama agora, y le mandó que le pusiese por nombre Santa Ana de los Caballeros. Así que a Lorenzo de Aldana se puede atribuir la mayor parte desta fundación de Ancerma, por la razón susodicha.