Comentario
De las provincias y pueblos que hay desde la ciudad de Antioca a la villa de Arma, y de las costumbres de los naturales dellas
Aquí dejaré de proseguir por el camino comenzado que llevaba, y volveré a la ciudad de Antiocha para dar razón del camino que va de allí a la villa de Arma, y aun hasta la ciudad de Cartago; donde digo que, saliendo de la ciudad de Antiocha para ir a la villa de Arma, se allega al río grande de Santa Marta, que está doce leguas della pasado el río, que para lo pasar hay una barca, o nunca faltan vallas o de qué hacellas. Hay pocos indios a las riberas del río, y los pueblos son pequeños, porque se han retirado todos del camino. Después de haber andado algunas jornadas se allega a un pueblo que solía ser muy grande; llamábase el Pueblo Llano; y como entraron los españoles en la tierra, se retiraron adentro de unas cordilleras que estaban de aquel lugar poco más de dos leguas. Los indios son de pequeños cuerpos, y tienen algunas flechas traídas de la otra parte de la montaña de los Andes, porque los naturales de aquellas partes las tienen. Son grandes contratantes; su principal mercadería es sal. Andan desnudos; sus mujeres lo mismo, porque no traen sino unas mantas muy pequeñas, con que se atapan del vientre hasta los muslos. Son ricos de oro, y los ríos llevan harto deste metal. En las demás dostumbres parescen a sus comarcanos. Desviado deste pueblo está otro que se llama Mugia, donde hay muy gran cantidad de sal y muchos mercaderes que la llevan pasada la cordillera, por la cual traen mucha suma de oro y ropa de algodón, y otras cosas de las que ellos han menester. Desta sal, y dónde la sacan y cómo la llevan, adelante se tratará. Pasando desde pueblo hacia el oriente está el valle de Aburra; para ir a él se pasa la serranía de los Andes muy fácilmente y con poca montaña y aun sin tardar mas que un día; la cual descubrimos con el capitán Jorge Robledo, y no vimos más de algunos pueblos pequeños y diferentes de los que habíamos pasado, y no tan ricos. Cuando entramos en este valle de Aburra fué tanto el aborrescimiento que nos tomaron los naturales dél, que ellos y sus mujeres se ahorcaban de sus cabellos o de los maures, de los árboles, y aullando con gemidos lastimeros dejaban allí los cuerpos y abajaban las ánimas a los infiernos. Hay en este valle de Aburra muchas llanadas; la tierra es muy fértil, y algunos ríos pasan por ella. Adelante se vio un camino antiguo muy grande, y otros por donde contratan con las naciones que están al oriente, que son muchas y grandes; las cuales sabemos que las hay más por fama que por haberlo visto. Más adelante del Pueblo Llano se allega a otro que ha por nombre Cenufara; es rico, y adonde se cree que hay grandes sepulturas ricas. Los indios son de buenos cuerpos, andan desnudos como los que hemos pasado, y conforman con ellos en el traje y en lo demás. Adelante está otro pueblo que se llama el Pueblo Blanco, y dejamos para ir a la villa de Arma el río grande a la diestra mano.
Otros ríos muchos hay en este camino, que por ser tantos y no tener nombres no los pongo. Cabe Cenufara queda un río de montaña y de muy gran pedrería, por el cual se camina casi una jornada; a la siniestra mano está una grande y muy poblada provincia, de la cual luego escrebiré. Estas regiones y poblaciones estuvieron primero puestas debajo de la ciudad de Cartago y en sus límites, y señalado por sus términos hasta el río grande por el capitán Jorge Robledo, que la pobló; mas como los indios sean tan indómitos y enemigos de servir ni ir a la ciudad de Cartago, mandó el adelantado Belalcázar, gobernador de su majestad, que se dividiesen los indios, quedando todos estos pueblos fuera de los límites de Cartago, y que se fundase en ella una villa de españoles, la cual se pobló, y fue fundador Miguel Muñoz en nombre de su majestad, siendo su gobernador desta provincia el adelantado don Sebastián de Belalcázar, año de 1542. Estuvo primero poblada a la entrada de la provincia de Arma, en una sierra; y fue tan cruel la guerra que los naturales dieron a los españoles, que por ello, y por haber poca anchura para hacer sus sementeras y estancias, se pasó dos leguas o poco más de aquel sitio hacia el río grande, y está veinte y tres leguas de la ciudad de Cartago y doce de la villa de Ancerma y una del río grande, en una llanada que se hace entre dos ríos pequeños, a manera de ladera, cercada de grandes palmares, diferentes de los que de suso he dicho, pero más provechosos, porque sacan de lo interior de los árboles muy sabrosos palmitos, y la fruta que echan también lo es, de la cual, quebrada en unas piedras, sacan leche, y aun hacen nata y manteca singular, que encienden lámpara y arde como aceite. Yo he visto lo que digo y he hecho en todo la experiencia. El sitio a villa se tiene por algo enfermo; son las tierras tan fértiles, que no hacen más de apalear la paja y quemar los cañaverales, y esto hecho, una hanega de maíz que da ciento y más, y siembran el maíz dos veces en el año; las demás cosas también se dan en abundancia. Trigo hasta agora no se ha dado ni han sembrado ninguno, para que pueda afirmar si se dará o no. Las minas son ricas en el río grande, que está una legua desta villa, más que en otras partes, porque si echan negros, no habrá día que no den cada uno dos o tres ducados a su amo. El tiempo andando, ella vendrá a ser de las ricas tierras de las Indias. El repartimiento de indios que por mis servicios se me dio fue en los términos desta villa. Bien quisiera que hubiera en qué extendiera la pluma algún tanto, pues tenía para ello razón tan justa; mas la calidad de las cosas sobre que ella está fundada no lo consiente, y principalmente porque muchos de mis compañeros, los descubridores y conquistadores que salimos de Cartagena, están sin indios, y los tienen los que los han habido por dinero o por haber seguido a los que han gobernado, que cierto no es pequeño mal.