Comentario
Cómo usaban hacer los enterramientos y cómo lloraban a los difuntos cuando hacían las obsequias
Pues conté en el capítulo pasado lo que se tiene destos indios en lo tocante a lo que creen de la inmortalidad del ánima y a lo que el enemigo de natura humana les hace entender, me parece será bien en este lugar dar razón de cómo hacían las sepulturas y de la manera que metían en ella a los difuntos. Y en esto hay una gran diferencia, porque en una parte las hacían hondas, y en otras altas, y en otras llanas, y cada nación buscaba nuevo género para hacer los sepulcros de sus difuntos; y cierto, aunque yo lo he procurado mucho y platicado con varones doctos y curiosos, no he podido alcanzar lo cierto del origen destos indios o su principio, para saber de dó tomaron esta costumbre, aunque en la segunda parte desta obra, en el primero capítulo, escribo lo que desto he podido alcanzar. Volviendo pues a la materia, digo que he visto que tienen estos indios distintos ritos en hacer las sepulturas, porque en la provincia de Collao (como relataré en su lugar) las hacen en las heredades, por su orden, tan grandes como torres, unas más y otras menos, y algunas hechas de buena labor, con piedras excelentes, y tienen sus puertas que salen al nacimiento del sol, y junto a ellas (como también diré) acostumbran hacer sus sacrificios y quemar algunas cosas, y rociar aquellos lugares con sangre de corderos o de otros animales.
En la comarca del Cuzco entierran a sus difuntos sentados en unos asentamientos principales, a quien llaman duhos, vestidos y adornados de lo más principal que ellos poseían.
En la provincia de Jauja, que es cosa muy principal en estos reinos del Perú, los meten en un pellejo de una oveja fresco, y con él los cosen, formándoles por de fuera el rostro, narices, boca y lo demás, y desta suerte los tienen en sus propias casas, y a los que son señores y principales, ciertas veces en el año los sacan sus hijos y los llevan a sus heredades y caseríos en andas con grandes cerimonias, y les ofrecen sus sacrificios de ovejas y corderos, y aun de niños y mujeres. Teniendo noticia desto el arzobispo don Jerónimo de Loaysa, mandó con gran rigor a los naturales de aquel valle y a los clérigos que en él estaban entendiendo en la doctrina que enterrasen todos aquellos cuerpos, sin que ninguno quedase de la suerte que estaba.
En otras muchas partes de las provincias que he pasado los entierran en sepulturas hondas y por de dentro huecas, y en algunas, como es en los términos de la ciudad de Antiocha, hacen las sepulturas grandes, y echan tanta tierra que parecen pequeños cerros. Y por la puerta que dejan en la sepultura entran con sus difuntos y con las mujeres vivas y lo demás que con él meten. Y en el Cenu muchas de las sepulturas eran llanas y grandes, con sus cuadras , y otras eran con mogotes, que parecían pequeños collados.
En la provincia de Chichán, que es en éstos llanos, los entierran echados en barbacoas o camas hechas de cañas.
En otro valle destos mismos, llamado Lunaguana, los entierran sentados. Finalmente, acerca de los enterramientos, en estar echados o en pie o sentados, diescrepan unos de otros. En muchos valles destos llanos, en saliendo del valle por las sierras de rocas y de arena, hay hechas grandes paredes y apartamientos, adonde cada linaje tiene su lugar establecido para enterrar sus difuntos, y para ello han hecho grandes huecos y concavidades cerradas con sus puertas, lo más primamente que ellos pueden; y cierto es cosa admirable ver la gran cantidad que hay de muertos por estos arenales y sierras de secadales; y apartados unos de otros, se ven gran número de calavenas y de sus ropas, ya podrecidas y gastadas con el tiempo. Llaman a estos lugares, que ellos tienen por sagrados, guaca, que es nombre triste, y muchas dellas se han abierto, y aun sacado los tiempos pasados, luego que los españoles ganaron este reino, gran cantidad de oro y plata; y por estos valles se usa mucho el enterrar con el muerto sus riquezas y cosas preciadas, y muchas mujeres y sirvientes de los más privados que tenía el señor siendo vivo. Y usaron en los tiempos pasados de abrir las sepulturas y renovar la ropa y comida que en ellas habían puesto. Y cuando los señores morían, se juntaban los principales del valle y hacían grandes lloros, y muchas de las mujeres se cortaban los cabellos hasta quedar sin ninguno, y con atambores y flautas salían con sones tristes cantando por aquellas partes por donde el señor solía festejarse más a menudo, para provocar a llorar a los oyentes. Y habiendo llorado, hacían más sacrificios y supersticiones, teniendo sus pláticas con el demonio, Y después de hecho esto y muértose algunas de sus mujeres, los metían en las sepulturas con sus tesoros y no poca comida, teniendo por cierto que iban a estar en la parte que el demonio les hace entender. Y guardaron, y aun agora lo acostumbran generalmente, que antes que los metían en las sepulturas los lloran cuatro o cinco o seis días, o diez, según es la persona del muerto, porque mientras mayor señor es, más honra se le hace y mayor sentimiento muestran, llorándolo con grandes gemidos y endechándolo con música dolorosa, diciendo en sus cantares todas las cosas que sucedieron al muerto siendo vivo. Y si fue valiente, llévanlo con estos lloros, contando sus hazañas; y al tiempo que meten el cuerpo en la sepultura, algunas joyas y ropas suyas queman junto a ella, y otras meten con él. Muchas destas cerimonias ya no se usan, porque Dios no lo permite y porque poco a poco van estas gentes conociendo el error que sus padres tuvieron y cuán poco aprovechan estas pompas y vanas honras, pues basta enterrar los cuerpos en sepulturas comunes, como se entierran los cristianos, sin procurar de llevar consigo otra cosa que buenas obras, pues lo demás sirve de agradar al demonio y que el ánima abaja al infierno más pesada y agravada. Aunque cierto los más de los señores viejos tenga que se deben de mandar enterrar en partes secretas y ocultas, de la manera ya dicha, por no ser vistos ni sentidos por los cristianos. Y que lo hagan así lo sabemos y entendemos por los dichos de los más mozos.