Comentario
De los valles que hay desde Pachacama hasta llegar a la fortaleza del Guardo, y de una cosa notable que en este valle se hace
Deste valle de Pachacama, donde estaba el templo ya dicho, se va hasta llegar al de Chilca, donde se ve una cosa que es de notar por ser muy extraña, y es que ni del cielo se ve caer agua ni por él pasa río ni arroyo, y está lo más del valle lleno de sementeras de maíz y de otras raíces y árboles de frutas. Es cosa notable de oír lo que en este valle se hace: que, para que tenga la humidad necesaria, los indios hacen unas hoyas anchas y muy hondas, en las cuales siembran y ponen lo que tengo dicho; y con el rocío y humidad es Dios servido que se críe; pero el maíz por ninguna forma ni vía podría nacer ni mortificarse el grano si con cada uno no echasen una o dos cabezas de sardinas de las que toman con sus redes en la mar; y así, al sembrar, las ponen y juntan con el maíz en el propio hoyo que hacen para echar los granos, y desta manera nace y se da en abundancia. Cierto es cosa notable y nunca vista que en tierra donde ni llueve ni cae sino algún pequeño rocío puedan gentes vivir a su placer. El agua que beben los deste valle la sacan de grandes y hondos pozos. Y en este paraje, en la mar matan tantas sardinas que bastan para el mantenimiento destos indios y para hacer con ellas sus sementeras. Y hubo en él aposentos y depósitos de los ingas, para estar cuando andaban visitando las provincias de su reino. Tres leguas más adelante de Chilca está el valle de Mala, que es adonde el demonio, por los pecados de los hombres, acabó de meter el mal en esta tierra que había comenzado, y se confirmó la guerra entre los dos gobernadores, don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, pasando primero grandes trances y acaecimientos, porque dejaron el negocio del debate (que era sobre en cuál de los gobernadores cala la ciudad del Cuzco) en manos y poder de fray Francisco de Bobadilla, fraile de la orden de Nuestra Señora de la Merced; y habiendo tomado juramento solemne a los unos capitanes y a los otros, los dos adelantados Pizarro y Almagro se vieron, y de las vistas no resultó más de se volver con gran disimulación don Diego de Almagro a poder de su gente y capitanes, y el juez árbitro, Bobadilla, sentenció los debates y declaró lo que yo escribo en la cuarta parte desta historia, en el primer libro, de la guerra de las Salinas. Por este valle de Mala pasa un río muy bueno, lleno de espesas arboledas y florestas. Adelante deste valle de Mala, poco más de cinco leguas, está el del Guarco, bien nombrado en este reino, grande y muy ancho y lleno de arboledas de frutales. Especialmente hay en él cantidad de guayabas muy olorosas y gustosas y mayor de guabas. El trigo y maíz se da bien, y todas las más cosas que siembran, así de los naturales como de lo que plantan de los árboles de España. Hay, sin esto, muchas palomas, tórtolas y otros géneros de pájaros. Y las florestas y espesuras que hace el valle son muy sombrías; por debajo della pasan las acequias. En este valle dicen los moradores que hubo en los tiempos pasados gran número de gentes, y que competían con los de la sierra y con otros señores de los llanos. Y que como los ingas viniesen conquistando y haciéndose señores de todo lo que vían, no queriendo estos naturales quedar por sus vasallos, pues sus padres los habían dejado libres, se mostraron tan valerosos que sostuvieron la guerra y la mantuvieron, con no menos ánimo que virtud, más tiempo de cuatro años, en el discurso de los cuales pasaron entre unos y otros cosas notables, a lo que dicen los orejones del Cuzco y ellos mismos, según se trata en la segunda parte. Y como la porfía durase, no embargante que el Inga se retiraba los veranos al Cuzco por causa del calor, sus gentes trataron la guerra, que, por ser larga y el rey inga haber tomado voluntad de la llegar al cabo, abajando con la nobleza del Cuzco, edificó otra nueva ciudad, a la cual nombró Cuzco, como a su principal asiento. Y cuentan asimismo que mandó que los barrios y collados tuviesen los nombres propios que tenían los de Cuzco; durante el cual tiempo, después de haber los del Guarco y sus valedores hecho hasta lo último que pudieron, fueron vencidos y puestos en servidumbre del rey tirano; y que no tenía otro derecho a los señoríos que adquiría más que la fortuna de la guerra. Y habiéndole sido próspera, se volvió con su gente al Cuzco, perdiéndose el nombre de la nueva población que habían hecho. No embargante que por triunfo de su vitoria mandó edificar en un collado alto del valle la más agraciada y vistosa fortaleza que había en todo el reino del Perú, fundada sobre grandes losas cuadradas, y las portadas muy bien hechas y los recebimientos y patios grandes. De lo más alto desta casa real abajaba una escalera de piedra que llegaba hasta la mar; tanto, que las mismas ondas della baten en el edificio con tan grande ímpetu y fuerza, que pone grande admiración pensar cómo se pudo labrar de la manera tan prima y fuerte que tiene. Estaba en su tiempo esta fortaleza muy adornada de pinturas, y antiguamente había mucho tesoro en ella de los reyes ingas. Todo el edificio desta fuerza, aunque es tanto como tengo dicho, y las piedras muy grandes, no se parece mezcla ni señal de cómo las piedras encajan unas en otras, y están tan apegadas que a mala vez se parece la juntura. Cuando este edificio se hizo dicen que, llegando a lo interior de la peña con sus picos y herramientas, hicieron concavidades, en las cuales, habiendo socavado, ponían encima grandes losas y piedras; de manera que con tal cimiento quedó el edificio tan fuerte. Y cierto, para ser obra hecha por estos indios, es digna de loor y que causa a los que la ven admiración; aunque está desierta y ruinada, se ve haber sido lo que dicen en lo pasado. Y donde es esta fortaleza y lo que ha quedado de la del Cuzco, me parece a mí que se debía mandar, so graves penas, que los españoles ni los indios no acabasen de deshacerlas, porque estos dos edificios son los que en todo el Perú parecen fuertes y más de ver, y aun, andando los tiempos, podrían aprovechar para algunos efetos.