Comentario
Del camino que se anda dende el Cuzco hasta la ciudad de la Paz, y de los pueblos que hay hasta salir de los indios que llaman canches
Desde la ciudad del Cuzco hasta la ciudad de la Paz hay ochenta yeguas, poco más o menos, y es de saber que antes que esta ciudad se poblase fueron términos del Cuzco todos los pueblos y valles que hay subjetos a esta nueva ciudad de la Paz. Digo, pues, que, saliendo del Cuzco por el camino real de Collasuyo, se va hasta llegar a las angosturas de Mohina, quedando a la siniestra mano los aposentos de Quispicanche; va el camino por este lugar, luego que salen del Cuzco, hecho de calzada ancha y muy fuerte de cantería. En Mohina está un tremedal lleno de cenagales, por los cuales va el camino hecho en grandes cimientos, la calzada de suso dicha. Hubo en este Mohina grandes edificios; ya están todos perdidos y deshechos. Y cuando el gobernador don Francisco Pizarro entró en el Cuzco con los españoles, dicen que hallaron cerca destos edificios, y en ellos mismos, mucha cantidad de plata y de oro, y mayor de ropa de la preciada y rica que otras veces he notado, y a algunos españoles he oído decir que hubo en este lugar un bulto de piedra conforme al talle de un hombre, con manera de vestidura larga y cuentas en la mano, y otras figuras y bultos. Lo cual era grandeza de los ingas y señales que ellos querían que quedase para en lo futuro; y algunos eran ídolos en que adoraban. Adelante de Mohina está el antiguo pueblo de Urcos, que estará seis leguas del Cuzco; en este camino está una muralla muy grande y fuerte, y según dicen los naturales por lo alto della venían caños de agua, sacada con grande industria de algún río y traída con la policía y orden que ellos hacen sus acequias. Estaba en esta gran muralla una ancha puerta, en la cual había porteros que cobraban los derechos y tributos que eran obligados a dar a los señores, y otros mayordomos de los mismos ingas estaban en este lugar para prender y castigar a los que con atrevimiento eran osados a sacar plata y oro de la ciudad del Cuzco, y en esta parte estaban las canterías de donde sacaban las piedras para hacer los edificios, que no son poco de ver. Está asentado Urcos en un cerro, donde hubo aposento para los señores; de aquí a Quiquixana hay tres leguas, todo de sierras bien ásperas; por medio dellas abaja el río de Yucay, en el cual hay puente de la hechura de las otras que se ponen en semejantes ríos; cerca deste lugar están poblados los indios que llaman cavinas, los cuales, antes que fuesen señoreados por los ingas, tenían abiertas las orejas y puesto en el redondo dellas aquel ornamento suyo, y eran orejones. Mangocapa, fundador de la ciudad del Cuzco, dicen que los atrajo a su amistad. Andan vestidos con ropa de lana, los más dellos sin cabellos, y por la cabeza se dan vuelta con una trenza negra. Los pueblos tienen en las sierras hechas las casas de piedra. Tuvieron antiguamente un templo en gran variación, a quien llamaban Auzancata, cerca del cual dicen que sus pasados vieron un ídolo o demonio con la figura y traje que ellos traen, con el cual tenían su cuenta, haciéndole sacrificios a su uso, Y cuentan estos indios que tuvieron en los tiempos pasados por cosa cierta que las ánimas que salían de los cuerpos iban a un gran lago, donde su vana creencia les hacía entender haber sido su principio, y que de allí entraban en los cuerpos de los que nascían. Después, como los señorearon los ingas, fueron más polidos y de más razón, y adoraron al sol, no olvidando el reverenciar a su antiguo templo. Adelante desta provincia están los canches, que son indios bien domésticos y de buena razón, faltos de malicia, y que siempre fueron provechosos para trabajo, especialmente para sacar metales de plata y de oro, y poseyeron mucho ganado de sus ovejas y carneros; los pueblos que tienen no son más ni menos que los de sus vecinos, y así andan vestidos, y traen por señal en las cabezas unas trenzas negras que les viene por debajo de la barba. Antiguamente cuentan que tuvieron grandes guerras con Viracoche inga y con otros de sus predecesores, y que puestos en su señorío, los tuvieron en mucho. Usan por armas algunos dardos y hondas y unos que llaman aillos, con que prendían a los enemigos. Los enterramientos y religiones suyas conformaban con los ya dichos, y las sepulturas tienen hechas por los campos de piedra, altas, en las cuales metían a los señores con algunas de sus mujeres y otros sirvientes. No tienen cuenta de honra ni pompa, aunque es verdad que algunos de los señores se muestran soberbios con sus naturales y los tratan ásperamente. En señalados tiempos del año celebraban sus fiestas, teniendo para ello sus días situados. En los aposentos de los señores tenían sus plazas para hacer sus bailes, y adonde el señor comía y bebía. Hablaban con el demonio en la manera que todos los demás. En toda la tierra destos canches se da trigo y maíz y hay muchas perdices y cóndores, y en sus casas tienen los indios muchas gallinas, y por los ríos toman mucho pescado, bueno y sabroso.