Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CRONICA DEL PERU



Comentario

De lo que se dice destos collas, de su origen y traje, y cómo hacían sus enterramientos cuando morían


Muchos destos indios cuentan que oyeron a sus antiguos que hubo en los tiempos pasados un diluvio grande y de la manera que yo le escribo en el tercero capítulo de la segunda parte. Y dan a entender que es mucha la antigüedad de sus antepasados, de cuyo origen cuentan tantos dichos y tantas fábulas, si lo son, que yo no quiero detenerme en lo escribir, porque unos dicen que salieron de una fuente, otros que de una peña, otros de lagunas. De manera que de su origen no se puede sacar dellos otra cosa. Concuerdan unos y otros que sus antecesores vivían con poca orden antes que los ingas los señoreasen, y que por lo alto de los cerros tenían sus pueblos fuertes, de donde se daban guerra, y que eran viciosos en otras costumbres malas. Después tomaron de los ingas lo que todos los que quedaban por sus vasallos aprendían, y hicieron sus pueblos de la manera que agora los tienen. Andan vestidos de ropa de lana ellos y sus mujeres; las cuales dicen que, puesto que antes que se casen puedan andar sueltamente, si después de entregada al marido le hace traición usando de su cuerpo con otro varón, la mataban. En las cabezas traen puestos unos bonetes a manera de morteros, hechos de su lana, que nombran duchos; y tiénenlas todos muy largas y sin colodrillo, porque desde niños se las quebrantan y ponen como quieren, según tengo escrito. Las mujeres se ponen en la cabeza uno capillos casi del talle de los que tienen los frailes. Antes que los ingas reinasen, cuentan muchos indios destos collas que hubo en su provincia dos grandes señores, el uno tenía por nombre Zapana y el otro Cari, y que estos conquistaron muchos pucares, que son sus fortalezas; y que el uno dellos entró en la laguna de Titicaca, y que halló en la isla mayor que tiene aquel palude gentes blancas y que tenían barbas, con los cuales peleó de tal manera que los pudo matar a todos. Y más dicen: que pasado esto tuvieron grandes batallas con los canas y con los canches. Y al fin de haber hecho notables cosas estos dos tiranos o señores que se hablan levantado en el Collao, volvieron las armas contra sí dándose guerra el uno al otro, procurando el amistad y favor de Viracoche inga, que en aquellos tiempos reinaba en el Cuzco, el cual trató la paz en Chucuito con Cari, y tuvo tales mañas que sin guerra se hizo señor de muchas gentes destos collas. Los señores principales andan muy acompañados, y cuando van caminos los llevan en andas y son muy servidos de todos sus indios. Por los despoblados y lugares secretos tenían su guacas o templos, donde honraban sus dioses, usando de sus vanidades, y hablando en los oráculos con el demonio los que para ello eran elegidos. La cosa más notable y de ver que hay en este Collao, a mi ver, es las sepulturas de los muertos. Cuando yo pasé por él me detenía a escrebir lo que entendía de las cosas que había que notar destos indios. Y verdaderamente me admiraba en pensar cómo los vivos se daban poco por tener casas grandes y galanas, y con cuanto cuidado adornaban las sepulturas donde se habían de enterar, como si toda su felicidad no consistiera en otra cosa; y así, por las vegas y llanos cerca de los pueblos estaban las sepulturas destos indios, hechas como pequeñas torres de cuatro esquinas, unas de piedra sola y otras de piedra y tierra, algunas anchas y otras angostas; en fin, como tenían la posibilidad o eran las personas que lo edificaban. Los chapiteles, algunos estaban cubiertos con paja; otros, con unas losas grandes; y parecióme que tenían las puertas estas sepulturas hacia la parte de levante. Cuando morían los naturales en este Collao, llorábanlos con grandes lloros muchos días, teniendo las mujeres bordones en las manos y ceñidas por los cuerpos, y los parientes del muerto traía cada uno lo que podía, así de ovejas, corderos, maíz, como de otras cosas, y antes que enterrasen al muerto mataban las ovejas y ponían las asaduras en las plazas que tienen en sus aposentos. En los días que lloran a los difuntos, antes de los haber enterrado, del maíz suyo, o del que los parientes han ofrecido, hacían mucho de su vino o brebaje para beber; y como hubiese gran cantidad deste vino, tienen al difunto por más honrado que si se gastase poco. Hecho, pues, su brebaje y muertas las ovejas y corderos, dicen que llevaban al difunto a los campos donde tenían la sepultura; yendo (si era señor) acompañando al cuerpo la más gente del pueblo, y junto a ella quemaban diez ovejas o veinte, o más o menos, como quien era el difunto; y mataban las mujeres, niños y criados que hablan de enviar con él para que le sirviesen conforme a su vanidad; y estos tales, juntamente con algunas ovejas y otras cosas de su casa, entierran junto con el cuerpo en la misma sepultura, metiendo (según también se usa entre todos ellos) algunas personas vivas; y enterrado el difunto desta manera, se vuelven todos los que le habían ido a honrar a la casa donde le sacaron, y allí comen la comida que se había recogido y beben la chicha que se había hecho, saliendo de cuando en cuando a las plazas que hay hechas junto a las casas de los señores, en donde en corro, y como lo tienen en costumbre, bailan llorando. Y esto dura algunos días, en fin de los cuales, habiendo mandado juntar los indios y indias más pobres, les dan a comer y beber lo que ha sobrado; y si por caso el difunto era señor grande, dicen que no luego en muriendo le enterraban, porque antes que lo hiciesen lo tenían algunos días usando de otras vanidades que no digo. Lo cual hecho, dicen que salen por el pueblo las mujeres que habían quedado sin se matar, y otras sirvientas, con sus mantas capirotes, y destas unas llevan en las manos las armas del señor, otras el ornamento que se ponía en la cabeza, y otras sus ropas; finalmente, llevan el duho en que se sentaba y otras cosas, y andaban a son de un atambor que lleva delante un indio que va llorando; y todos dicen palabras dolorosas y tristes; y así van endechando por las más partes del pueblo, diciendo en sus cantos lo que por el señor pasó siendo vivo, y otras cosas a esto tocantes. En el pueblo de Nicasio, me acuerdo, cuando iba a los Charcas, que yendo juntos un Diego de Uceda, vecino que es de la ciudad de la Paz, y yo, vimos ciertas mujeres andar de la suerte ya dicha, y con las lenguas del mismo pueblo entendimos que decían lo contado en este capítulo que ellos usan, y aun dijo uno de los que allí estaban: "Cuando acaben estas indias de llorar, luego se han de embriagar y matarse algunas dellas para ir a tener compañía al señor que agora murió." En muchos otros pueblos he visto llorar muchos días a los difuntos y ponerse las mujeres por las cabezas sogas de esparto para mostrar más sentimiento.