Comentario
Cómo se usó entre los Incas que del Inca que hobiese sido valeroso, que hobiese ensanchado el reyno o hecho otra cosa digna de memoria, la hobiese dél en sus cantares y en los bultos, y, no siendo sino remiso y cobarde, se mandaba que se tratase poco dél.
Entendí, quando en el Cuzco estuve, que fue uso entre los reyes Incas que el rey que entre ellos era llamado Inca, luego como era muerto, se hacían los lloros generales y continos y se hacían los otros sacrificios grandes, conforme a su religión y costumbre; lo cual pasado, entre los más ancianos del pueblo se trataba sobre qué tal había sido la vida y costumbres de su rey ya muerto y qué había aprovechado a la república o qué batalla había vencido que dado se hobiese contra los enemigos; y tratadas estas cosas entre ellos y otras que no entendemos por entero, se determinaban, si el rey difunto había sido tan venturoso, que dél quedase loable fama, para que por su valentía y buen gobierno meresciese que para siempre quedase entre ellos, mandaban llamar los grandes quipos-camayos, donde las cuentas se fenescen y sabían dar razón de las cosas que sucedido habían en el reyno, para que éstos los comunicasen con otros quentrellos, siendo escogidos por más retóricos y abundantes de palabras, saben contar por buena orden cosa de lo pasado, como entre nosotros se cuentan por romances y villancicos; y éstos en ninguna cosa entienden que en aprender y saberlos componer en su lengua, para que sean por todos oídos en regocijos de casamientos y otros pasatiempos que tienen para aquel propósito. Y así, sabido lo que se ha de decir de lo pasado en semejantes fiestas de los señores muertos, y si se trata de guerra por el consiguiente, con orden galana cantaban de muchas batallas que en lugares de una y otra parte del reyno se dieron; y, por el consiguiente, para cada negocio tenían ordenados sus cantares o romances que, viniendo a propósito, se cantasen para que por ellos se animase la gente con los oír y entendiesen lo pasado en otros tiempos, sin lo inorar por entero. Y estos indios que por mandado de los reyes sabían estos romances eran honrados por ellos y favorescidos y tenían cuidado grande de los enseñar a sus hijos y a hombres de sus provincias los más avisados y entendidos que entre todos se hallaban; y así, por las bocas de unos lo sabían otros, de tal manera que hoy día entre ellos cuentan lo que pasó ha quinientos anos como si fueran diez.
Y entendida la orden que se tenía para no se olvidar de lo que pasaba en el reyno, es no saber que, muerto el rey dellos, si valiente había sido y bueno para la gobernación del reyno, sin haber perdido provincia de las que su padre les dejó ni usado de bajezas ni poquedades ni hecho otros desatinos que los príncipes locos con la soltura se atreven a hacer en su señorío, era permitido y ordenado por los mismos reyes que fuesen ordenados cantares honrados y que en ellos fuesen muy alabados y ensalzados en tal manera que todas las gentes admirasen en oír sus hazañas y hechos tan grandes y que estos no siempre ni en todo lugar fuesen publicados ni apregonados, sino cuando estuviese hecho algún ayuntamiento grande de gente venida de todo el reyno para algún fin y cuando se juntasen los señores principales con el rey en sus tiempos y solaces o cuando hacían los taquis o borracheras suyas. En estos lugares, los que sabían los romances, a voces grandes, mirando contra el Inca, le cantaban lo que por sus pasados había sido hecho; y si entre los reyes alguno salía remisio, cobarde, dado a vicios y amigo de holgar sin acrescentar el señorío de su imperio, mandaban que déstos tales hobiese poca memoria o casi ninguna; y tanto miraban ésto que si alguna se hallaba era por no olvidar el nombre suyo y la sucesión; pero en lo demás se callaba, sin cantar los cantares de otros que de los buenos y valientes. Porque tuvieron en tanto sus memorias que, muerto uno destos señores tan grandes, no aplicaba su hijo para sí otra cosa que el señorío, porque era ley entre ellos que la riqueza y el aparato real del que había sido rey del Cuzco no lo hobiese otro en su poder ni se perdiese su memoria; para lo cual se hacía un bulto de mano, con la figura que ellos ponerle querían, al cual llamaban del nombre del rey ya muerto; y solían estos bultos ponerse en la plaza del Cuzco cuando se hacían sus fiestas y en rededor de cada bulto destos reyes estaban sus mugeres y criados, y venían todos, aparejándose allí su comida y bebida, porque el Demonio debía de hablar en aquellos bultos, pues que esto por ellos se usaba; y cada bulto tenía sus truanes o decidores, questaban con palabras alegres contentando al pueblo; y todo el tesoro que el señor tenía siendo vivo, estaba en poder de sus criados y familiares y se sacaba a las fiestas semejantes con gran aparato; sin lo cual, no dejaban de tener sus chácaras, ques nombre de heredades, donde cogían sus maízes y otros mantenimientos con que sustentaban las mugeres con toda la demás familia destos señores que tenían bultos y memorias, aunque ya eran muertos. Y, cierto, ésta usanza fue harta parte para que en este reyno hobiese la suma tan grande de tesoros que se han visto por nuestros ojos; y a españoles conquistadores he oydo que, cuando descubriendo las provincias del reyno entraron en el Cuzco, había destos bultos, lo cual paresció ser verdad cuando dende a poco tiempo, queriendo tomar la borla Manco Inca Yupanqui, hijo de Huayna Capac, públicamente fueron sacados en la plaza del Cuzco a vista de todos los españoles e yndios que en ella en aquel tiempo estaban.
Verdad es que habían ya habido los españoles mucha parte del tesoro, y lo demás se escondió y puso en tales partes que pocos o ninguno debe saber dél; ni de los bultos ni otras cosas suyas grandes hay ya otra memoria que la que ellos dan y tienen en sus cantares.