Comentario
En la Península Ibérica encontramos tres regiones en donde mejor se conoce la existencia del Epipaleolítico: la Cornisa Cantábrica, el litoral mediterráneo y la fachada atlántica. En los últimos años se ha intensificado la investigación en la región pirenaica y la cuenca del Ebro, ofreciendo diversas secuencias influidas por unas u otras series, según las regiones más cercanas.
En la Cornisa Cantábrica encontramos fuertemente arraigado el Aziliense, que muestra una evolución a partir del Magdaleniense final y cuya cronología se corresponde del Alleröd al Boreal. Los emplazamientos se sitúan en cuevas a poca altura, en donde se registran escasos restos de estructuras de habitación, casi siempre hogares. La industria lítica se corresponde claramente con la comentada en Europa occidental, habiéndose interpretado el Aziliense cantábrico como una derivación del pirenaico. Sin embargo, los recientes trabajos muestran cómo los arpones planos de tipo Aziliense, tanto en los Pirineos (La Vache) como en el cantábrico (La Pila), aparecen ya en el Magdaleniense Superior, lo que indica que el Aziliense se desarrolló al mismo tiempo en ambas regiones. La cueva de Los Azules presenta una importante secuencia del Aziliense que proporcionó cantos pintados, así como una estructura funeraria con un individuo masculino de gran robustez acompañado de ofrendas. Las dataciones de dicho yacimiento presentan una antigüedad del 9320 al 7400 a.C. El yacimiento de Ekain presenta el nivel más antiguo de 7540 a.C., y el de Berrobería (Navarra) tiene una dotación ligeramente más antigua: 8160 a.C.
Los depósitos del Asturiense, cultura costera caracterizada por la presencia de amontonamientos de conchas o concheros, tienen las fechas más antiguas en el yacimiento de Mazaculos: hacia 7290 a.C., por lo que R. González Morales desestima la interpretación de G. Clark y L. Strauss sobre una economía alternativa de los cazadores azilienses. Todos los yacimientos del Asturiense se sitúan entre el Boreal y la fase Atlántica y contienen el denominado pico asturiense, fabricado sobre un canto rodado, al que acompañan unas pocas lascas y en los que hojitas y geométricos están ausentes. El análisis reciente de algunos yacimientos ofrece pautas sobre la estacionalidad y explotación. Así la recogida de moluscos se realizaba durante el otoño, invierno y comienzo de la primavera, mientras que la caza de una parte significativa de herbívoros se producía a finales de la primavera y el verano, lo que muestra una utilización del yacimiento durante todo el año, con la explotación de fuentes alternativas de alimento.
El final del periodo Atlántico muestra ya la presencia de cerámica en los yacimientos del norte peninsular. En el nivel siguiente posterior al conchero de Mazaculos hay poca industria lítica, con un pico asturiense, microlitos y fragmentos de cerámica.
El Epipaleolítico en el valle del Ebro ofrece datos importantes, dada la intensidad de las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años. La secuencia que presenta en el noreste peninsular puede resumirse en un Epipaleolítico antiguo con industrias microlaminares de tradición aziloide, un Epipaleolítico pleno microlaminar con una facies con material geométrico y un Epipaleolítico final con huellas de neolitización. Realmente la cuenca del Ebro ofrece una síntesis del Epipaleolítico de tradiciones que vienen de las costas cantábricas y mediterráneas y en menor importancia del lado norte de los Pirineos, así, al menos, muestran las secuencias del covacho de Berrobería, la cueva de Zatoya, abrigo de la Peña, La Botiquería dels Moros y Costalena, investigados fundamentalmente por I. Barandiarán y A. Cava.
En Cataluña y el levante mediterráneo se observa una delimitación basada en la franja litoral. Encontramos la secuencia establecida por J. Portea basándose en dos complejos: microlaminar y geométrico. El complejo microlaminar, que deriva de las industrias anteriores magdalenienses y epigravetienses, se muestra en dos facies, que reciben el nombre de dos yacimientos: San Gregori (Tarragona) y Mallaetes (Valencia). La primera de ellas presenta características azilienses, mientras que la facies Mallaetes probablemente se deriva del Magdaleniense local. La actividad económica está basada en la captura de cabras, caballos, ciervos y conejos, detectándose en los yacimientos costeros actividades pescadoras y marisqueras.
El complejo geométrico se corresponde con las industrias que llevan geométricos, presentándose en dos facies: Filador (Tarragona), con influencias de tipo sauveterriense, y Cocina, con influencias tardenoisienses. En el primero no se detecta la presencia de trapecios, mientras que en Cocina I (trapecios) y Cocina II (triángulos) la industria presenta una gran cantidad de los mismos. Estas dos facies se sitúan en el Boreal y el Atlántico. Se observan penetraciones hacia el interior por el valle del Ebro, como Botiquería dels Moros y Costalena, ya mencionadas. En la fase de Cocina II aparecen plaquetas con decoración lineal y geométricos. En las últimas fases Cocina III y IV, nos encontramos con la neolitización de la región.
En la fachada atlántica encontramos que en el periodo Atlántico aparecen yacimientos costeros y en la cuenca de los ríos (Muge y Sado), caracterizados principalmente por concheros, como hemos visto en otras regiones cantábricas y en el norte de Europa. En el río Muge, cerca de Lisboa, encontramos una concentración de concheros de grandes dimensiones (como Moita do Sebastiao, Cabeço de Amoreira y Cabeço de Arruda) con inhumaciones y restos de estructuras de habitación. Los asentamientos se caracterizan por cabañas de planta rectangular con agujeros de poste. La industria presente muestra la influencia del complejo geométrico mediterráneo llegada a través del Tajo.
Su economía parece tener un amplio espectro relativamente estable que en algunos aspectos presenta ya las bases para la neolitización. Hacia el sur, en la costa occidental del Algarve y el Alentejo, se han recogido en los últimos años evidencias sobre una intensa ocupación durante los primeros momentos del postglaciar. De hecho, 20 yacimientos se han identificado distribuidos entre el cabo de Sines y San Vicente. La mayoría de estos yacimientos son talleres (Palheiroes do Alegra), pero también se han detectado varios concheros (Castelejo, Fiais).