Comentario
Que trata cómo el rey Nezahualpiltzintli edificó unas casas de su morada y engrandeció el templo mayor que edificó su padre; y del mucho gasto y aparato que en ellas tenía
Hecha la guerra atrás referida con tanta gloria y honra de Nezahualpiltzintli, por hallarse propicio y favorable de su falso dios Huitzilopochtli, según se lo daban a entender los sacerdotes y ministros del templo, la primera cosa que puso por obra fue reedificarle con mayor suntuosidad y riqueza que lo había dejado su padre Nezahualcoyotzin, y vino a ser el mayor y mejor templo que hubo en esta Nueva España, en donde y para cuyo estreno sacrificó a todos los cautivos habidos en las guerras atrás referidas; y tras de esto, dio orden de edificar otros palacios fuera de los grandes que eran de su padre, los cuales, aunque no tenían tan gran sitio, fueron edificados con mejor suntuosidad y con mejor arquitectura que los otros, en donde tenía muy insignes laberintos, jardines, baños, fuentes, estanques, lagunas y acequias de agua, que corrían debajo de tierra y en partes ocultas, que sin ser vistas se comunicaban con la laguna grande, para ir con ellas cuando quería a sus jardines y recreaciones que tenía en Acatelco y Tepetzinco, y para ir a la ciudad de México. Entre los estanques de agua a uno que estaba frontero de una gran sala, le puso por nombre Ahuilizapan, en memoria de la guerra referida; y no hubo edificio, jardín ni laberinto que no fuese hecho por memoria de alguna de las hazañas de ésta y otras conquistas que tuvo mientras él vivió, que aún hoy en día se echa de ver por sus ruinas, la grandeza y majestad de su autor. Y porque viene a propósito, trataremos aquí del gran gasto que el rey tenía en sustentar la gente que en estos palacios y los de su padre había, así de servicio como de señores, criados, jueces y otros caballeros y allegados. De ordinario en palacio se gastaban en cada año (según parece por los padrones reales) treinta y un mil seiscientas fanegas de maíz, doscientas cuarenta y tres cargas de cacao, ocho mil gallos, cinco mil fanegas de chile ancho y delgado y pepitas, y dos mil medidas de sal; y para el vestuario, así para el rey como todos los demás caballeros que asistían en su casa y corte y para la demás gente referida, quinientas setenta y cuatro mil diez mantas, que todas las más eran finísimas y de precio. Esto era de las rentas que el rey tenía en las provincias de su patrimonio, porque de las provincias conquistadas, los tributos de ellas se guardaban en los almacenes que tenía, así en la ciudad de Tetzcuco como de México, en donde se hacían las reparticiones que atrás quedan referidas, para hacer mercedes el rey a sus hijos, deudos y otros señores y capitanes beneméritos, así en guerras como en otras ocupaciones de valor y virtud. Por la parte que caía al norte de las casas referidas y cerca de las cocinas, estaban unos graneros y trojes de admirable grandeza, en donde el rey tenía gran cantidad de maíz y otras semillas que se guardaban para los años estériles, y en cada una de ellas cabían cuatro o cinco mil fanegas, y estaban con tanto orden y concierto, que por todas partes el aire las cogía, con que las semillas duraban muchos años. Por la parte del mediodía, tenía los jardines y laberintos referidos, que con la altura y grandeza de las casas estaban resguardados del norte y rigor de los fríos, y por la parte de oriente tenía una laguneta en donde había diversidad de aves de volatería.