Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA ARGENTINA



Comentario

Del descubrimiento de César y sus compañeros


En el capítulo sexto de este libro dije cómo Sebastián Gaboto había despachado a descubrir las tierras australes y occidentales, que por aquellas partes pudiesen reconocer, según le pareció al dictamen de su entendimiento y cosmografía, juzgando que por allí era el más fácil y breve camino para entrar al rico Reino del Perú y sus confines; para lo cual dijimos haber enviado a César y sus compañeros a este efecto desde la Fortaleza de Santi-Espíritus, de donde saliendo a su jornada, se fueron por algunos pueblos de indios, y atravesando una cordillera, que viene de la costa del mar, y va corriendo hacia el poniente y septentrión, hasta juntarse con la general y alta cordillera del Perú y Chile, habiendo entre una y otra muy grandes espaciosos valles, poblados de muchos indios de varias naciones: pasaron de aquel cabo corriendo su derrota por muchas poblaciones de indios, que los agasajaron y dieron pasaje; y continuando sus jornadas, volvieron hacia el sur; y entraron en una provincia de gran suma y multitud de gente muy rica de oro y plata, que tenían mucha cantidad de ganados y carneros de la tierra, de cuya lana fabricaban gran suma de ropa bien tejida. Estos naturales obedecían a un gran Señor, que los gobernaba; y pareciéndoles más seguro a los españoles ponerse bajo de su amparo, determinaron irse a donde él estaba; y llegados a su presencia con reverencia y acatamiento, le dieron su embajada por el mejor modo que les fue posible, dándole satisfacción de su venida, y pedirle su amistad de parte de S.M. que era un poderoso Príncipe, que tenía sus reinos y señoríos de la otra parte del mar, no porque tenía necesidad de adquirir nuevas tierras y dominios, ni otro interés alguno, más que tenerle por amigo, y conservar su amistad, como lo hace con otros muchos príncipes y reyes, y sólo por darle a conocer el verdadero Dios. En este particular fueron los españoles con gran recato por no caer en desgracia de aquel Señor, quien lo recibió humanamente, haciéndoles buen tratamiento, gustando infinito de su conversación y costumbres, y allí estuvieron muchos días, hasta que César y sus compañeros le pidieron licencia para volverse, la cual el Señor les concedió liberalmente, dándoles muchas piezas de oro y plata, y cuanta ropa pudieron llevar, y juntamente les dio indios que los acompañasen y sirviesen; y atravesando por toda aquella tierra, vinieron por su derrota hasta llegar a la Fortaleza de donde habían salido, y la hallaron desierta y asolada, después del desdichado suceso de don Nuño de Lara, y de los demás que con él murieron. Lo cual visto por César determinó volverse con su compañía a esta provincia, y puesto en ejecución, salieron de aquel sitio, de donde caminaron por muchas regiones y comarcas de indios de diferentes lenguas y costumbres; hasta que vinieron a subir una cordillera altísima y áspera, de la cual mirando el hemisferio, vieron a una parte el mar del norte, y a la otra el del sur; aunque a esto no me he podido persuadir por la distancia que hay de un mar al otro, porque tomando por lo más angosto, podrá ser el rincón del Estrecho de Magallanes, en que hay de la boca una parte del norte a la otra del mar del sur más de cien leguas; por lo que entiendo fue engaño de unos grandes lagos, que por noticia se sabe que caen a la parte del norte, que mirando de lo alto, les pareció ser el mismo mar, de donde caminando por la costa del sur muchas leguas, salieron hacia Atacama, y tierra de los Lipes; y dejando a mano derecha los Charcas, fueron en demanda del Cuzco, y entraron en aquel reino al tiempo que Francisco Pizarro acababa de prender a Atabaliba, Inca, en los campos de Cajamarca, como consta de su historia; de forma que con este suceso atravesó César toda esta tierra, de cuyo nombre comúnmente la llaman, la conquista de los Césares, según me certificó el capitán González Sánchez Garzón, vecino de Tucumán, y conquistador antiguo del Perú, el cual me dijo haber conocido y comunicado a este César en la Ciudad de los Reyes, de quien tomé la relación y discurso que en este capítulo he referido.