Comentario
De lo que sucedió después de la muerte de Juan de Ayolas, acerca del Gobierno de esta Provincia
En tanto que las cosas sobredichas pasaban en el río arriba, no cesaba la cruel hambre que padecían en el puerto de Buenos Aires, pues de los que allí estaban, murieron muchos, y otros se huyeron al Brasil en unos bateles, en que atravesaron aquel golfo, y tomaron la tierra que vi hacia el norte, en cuyo viaje murieron algunos a manos de indios, otros de hambre y cansancio, y tal vez hubo hombre, que mató a su compañero para sustentarse de él, a quien yo conocí que se llamaba Baito, y viendo los capitanes, que quedaron en el puerto, la gran ruina, tomaron acuerdo de sacar parte de aquella gente, y de llevarla río arriba, donde estaba Gonzalo Mendoza, y así mismo para saber nuevas del teniente general y su compañía, para lo cual salió luego Francisco Ruiz con el Veedor Alonso Cabrera, Juan de Salazar y Espinosa, el tesorero García Venegas, y otros caballeros, dejando en Buenos Aires por cabo de la gente que allí quedaba, al capitán Juan de Ortega, y así con los navíos necesarios se fueron el río arriba con diversos sucesos, y llegados a la Fortaleza de Nuestra Sra. de la Asunción, hallaron allí a Domingo Martínez de Irala, que había ya bajado con sus navíos, como queda referido, el cual informó de la muerte de Juan de Ayolas con suficiente justificación. Ninguno de los capitanes quiso reconocer a otro por superior, hasta que el Veedor Alonso Cabrera, vista la confusión y competencia que había entre ellos acerca del Gobierno, sacó una cédula de S.M., que para este efecto traía, que por parecerme conveniente para la inteligencia de esta historia, la pondré aquí a la letra "--Don Carlos por la Divina Clemencia, Emperador siempre Augusto, Rey de Alemania, y doña Juana su madre, y el mismo don Carlos por la misma gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, etc., etc.
"Por cuanto, vos Alonso Cabrera, nuestro Veedor de fundaciones de la Provincia del Río de la Plata, vais por nuestro capitán en cierta armada a la dicha provincia al socorro de la gente que allá quedó, que proveí en Martín de Orduña e Dominga de Sornosa, que podría ser que al tiempo que allá llegásedes, fuese muerta la persona, que dejó por su Teniente general don Pedro de Mendoza, nuestro gobernador de la dicha provincia, ya difunto, y éste al tiempo de su fallecimiento, o antes no hubiese nombrado gobernador, y los conquistadores y pobladores no lo hubiesen elegido: Vos mandamos que en tal caso, y no en otro alguno, hagáis juntar los dichos pobladores, y los que de nuevo fueren con vos, para que habiendo primeramente jurado de elegir persona que convenga a nuestro servicio y bien de la dicha tierra elijan en nuestro nombre por Gobernador y Capitán General de aquella provincia, la persona que según Dios y sus conciencias pareciere más suficiente para el dicho cargo, al cual por la presente damos poder cumplido, para que lo ejecute en cuanto nuestra merced y volutad fuere; y sí aquel falleciere, se torne a proveer en otro por la orden susodicha, lo cual vos mandamos que así se haga con toda paz, y sin bullicio, ni escándalo alguno, apercibiéndose que de lo contrario nos tendremos por deservidos, y lo haremos castigar con todo rigor; y mandamos que en cualquiera de los dichos casos, que halláredes en la dicha tierra persona nombrada por Gobernador de ella, le obedezcáis sus mandamientos, y le deis todo favor y ayuda. Y mandamos a los nuestros oficiales de la ciudad de Sevilla que asienten esta nuestra carta en nuestros libros, que ellos tienen y que den orden, como se publique a las personas, que lleváredes con vos a la dicha armada. Dada en la villa de Valladolid a doce días del mes de Setiembre de mil quinientos treinta y siete años. Por la Reina el doctor Sebastián Beltrán: licenciado Joanes de Carvajal, el doctor Bernal, el licenciado Gutiérrez Velázquez: yo Juan Vázquez de Molina, secretario de su Cesárea y Católica Magestad la fice escribir por su mandato con acuerto de los de su Consejo.
Vista y leída la provisión, convocados todos los capitanes y oficiales reales de S.M. la examinaron juntamente, confiriendo los títulos, conductas y comisiones que tenían de sus oficios, y en cuya virtud los usaban y administraban, de manera que considerando el que tenía Domingo Martínez de Irala, ser el más bastante, y el que S.M. en su real Provisión corroboraba, por razón de ser el que Juan de Ayolas en su vida y muerte dejó para el gobierno de los conquistadores de la provincia, atento a lo cual todos unánimes y conformes le reconocieron por su Capitán General, dándole la superioridad de ella en el real nombre, hasta tanto que S.M. otra cosa proveyese y mandase. Lo cual pasó el año de 1538.