Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA ARGENTINA



Comentario

De la población de la Villa de Ontiveros en la provincia del Paraná, donde algunos se retiraron a vivir


No se puede negar lo mucho que esta provincia del Río de la Plata debe a Domingo Martínez de Irala, desde que en ella sirvió de capitán y soldado, y mucho más después que fue electo General de los conquistadores españoles, que en ella estaban, procurando el aumento y utilidad del Real servicio con la comodidad y sustento de sus vasallos, de suerte que con verdad se puede decir que se le debe la mayor parte del establecimiento de la tierra, y los buenos efectos de ella, como se colige de los referido en esta historia. Habiendo considerado que hasta entonces no se había podido sustentar población alguna en la entrada del Río de la Plata, siendo tan necesaria para escala de los navíos que viniesen de España, determinó hacer una fundación en el camino del Brasil a la parte del leste sobre el Río Paraná, pues era fuerza haber de cursar aquel camino, y tener comunicación y trato con los de aquella costa para avisar por esa vía a S.M. del estado de la tierra. Y también por excusar los grandes daños y asaltos, que los portugueses hacían por aquella parte a los indios Caries de esta provincia, llevándolos presos y cautivos sin justificación alguna de guerra y vendiéndolos por esclavos, privándoles de su libertad, y sujetándolas a perpetua servidumbre. Y con esta resolución dio facultad al Capitán García Rodríguez de Vergara, para que con 60 soldados fuese a hacer esta población; y tomando los pertrechos necesarios, salió de la Asunción el año de 1554, y con buen suceso llegó al Paraná, y pasó de la otra parte, donde fue bien recibido de los indios de la comarca, y considerando el puesto más acomodado para el asiento de su fundación, tuvo por conveniente el hacerla una legua poco más o menos más arriba de aquel gran salto en el pueblo de los indios sujetos al cacique Canendiyú, que era muy amigo de los españoles. Parecióle a García Rodríguez ser por entonces aquel sitio el mejor; y más acomodado para su pretensión por ser en el propio pasaje del río y camino del Brasil, y por la muchedumbre de naturales que en su contorno había, aunque después se siguieron muchos inconvenientes y daños de estar mal situado: esta fundación fue llamada la Villa de Ontiveros, a similitud de la que era natural García Rodríguez, y hecha su población se mantuvo en ella algún tiempo, hasta que Domingo de Irala le hizo llamar para otros negocios de más consideración, enviando allí persona que en su lugar gobernase en justicia aquella Villa, quien habiendo llegado, no le quisieron recibir ni obedecer los poderes que llevaba, diciendo otros desacatos y libertades contra la autoridad y reputación del General; quien enterado de cuanto en el asunto había pasado, determinó enviar al castigo de esta osadía y a recoger los españoles que andaban dispersos, al Capitán Pedro de Segura, su yerno, con cincuenta hombres, que salió el año de 1556, y habiendo llegado al río Paraná, en la inmediación del paso hizo señas con grandes fuegos y humaredas, para que le trajesen algunas canoas o balsas en que pasar; y habiendo entendido los españoles que estaban en la villa, de como el Capitán Pedro de Segura se hallaba en el puerto, acordaron los más a que no le diesen pasaje, antes procurasen impedir su entrada, porque, si la consentían, les había de costar caro el no haber querido admitir las órdenes de Domingo de Irala, y porque estaban en la villa también algunos de los parciales del Capitán Diego de Abreu, y de la tumultuación que andaban por los pueblos de los indios: y así luego tomaron las armas, entraron en sus canoas, y fueron a tomar una isla, que está en el mismo río en la travesía del paso sobre la canal del gran Salto. Y puesto allí en arma, le requirieron al Capitán Segura se volviese a la Asunción, porque ellos no le habían de permitir poner los pies en la otra parte del río, sin que antes arriesgasen sus vidas. De todos estos que tan descaradamente se rebelaron, fue cabeza un inglés llamado Nicolás Colman, que, aunque tenía una sola mano, que era la izquierda, por haber perdido en una pendencia la derecha, era el más resuelto y atrevido soldado de cuantos allí estaban, como siempre lo mostró, de modo que, viendo el Capitán Pedro de Segura la libertad de esta gente, determinó pasar una noche secretamente en unas balsas que hizo de madera, trozos y tablas. Y estando en el efecto ya en punto de largarse, salieron de la isla más de 100 canoas grandes y fuertes llenas de indios, con que los acometieron a donde estaban las balsas en el puerto con mucha gente ya embarcada, y les dieron una rociada de arcabuces y flechas; y respondiéndoles los de las balsas, que luego se echaron a tierra, mataron un soldado y algunos indios de los contrarios, los cuales habiendo dicho muchas libertades, y haciendo caracoles se volvieron a la isla, donde a más de la fortaleza de ella, está junto a la canal de la caída principal de aquel salto, correspondiendo a otra isla que dista de ella un tiro de arcabuz, la cual es tan larga que tiene más de 14 leguas de longitud, por cuya causa no pueden tener otro pasaje para aquella travesía, que aquel boquerón o distancia intermedia entre ambas islas: y continuando la defensa del pasaje, pasados ocho días, constreñidos de necesidad, el Capitán Segura dio vuelta con su compañía a la Asunción; y habiendo dado parte de este desacato al General Domingo de Irala, recibió dé ello grande indignación y enojo, e hizo propósito de castigarlo con todo rigor de justicia. En este tiempo tenía a los naturales de aquella provincia con mucha paz y quietud, y tan a su devoción y obediencia, que cualquier cosa por grave que fuese, siéndoles mandada de orden del General por cualquier español o indio, era ejecutada puntualmente, y así edificó en esta ciudad en muy breve tiempo una Iglesia, que hoy es la Catedral de aquel obispado, hacha de buena y bien labrada madera, las paredes de tapia bien gruesa y cubierta de tejas hechas de una dura palma, y otros edificios y casas consistoriales de consideración, que ennoblecieron aquella ciudad, de modo que estaba la República tan aumentada, abastecida y acrecentada en su población, abundancia y comodidad que desde entonces hasta hoy no se ha visto en tal estado; porque demás de la fertilidad y buen temperamento del cielo, es abundante de caza pesquería y volatería, juntando la Divina Providencia en aquella tierra tantas y tan nobles calidades, que muy pocas veces se habrán visto juntas en un parte, como las que vemos en este país; y aunque al principio no se hizo el ánimo de fundar ciudad en aquel sitio, el tiempo y la nobleza de sus fundadores la perpetuaron. Está fundada sobre el mismo río Paraguay al naciente en tierra alta y llana, hermoseada de arboledad, y compuesta de buenos y entendidos campos. Ocupaba antiguamente la población más de una legua de largo, y más de una milla de ancho, aunque el día de hoy ha venido a mucha disminución. Tiene a más de la Iglesia Catedral dos parroquiales, una de españoles llamada de Santa Lucía, y otra de naturales del Bienaventurado San Blas, a las que S. Santidad ha concedido muchas indulgencias plenarias; hay tres casas de religión: de Nuestro Padre San Francisco, Nuestra Señora de las Mercedes, y de la Compañía de Jesús, y un Hospital de españoles y naturales. La traza de esta ciudad no está ordenada por cuadras y solares iguales, sino en calles anchas y angostas, que salen o cruzan a las principales, como algunos lugares de Castilla. Es de sano temperamento, aunque bastante caluroso, por lo que suelen padecerse algunas calenturas y mal de ojos, resultas de los vapores y ardentía del sol, aunque se templa mucho con la frescura de aquel gran río caudaloso, abundante de todo género de peces, así grandes como pequeños. Los campos provistos de muchas gamas, ciervos, jabalíes que vulgarmente llaman puercos monteses, y antas casi del tamaño de una vaca, de muy buena carne, tienen éstas una pequeña trompa, y un cerviguillo alto, que es la más gustosa carne de toda ella, y suelen cogerse en las lagunas y ríos, donde de ordinario viven muchos tigres, onzas, osos, y algunos leopardos, pero no muy carnívoros. Los montes se componen de mucha diversidad de árboles frutales, de frutos dulces y agrios, con que se sustentan y regalan los naturales, y los campos de otros tantos y muy diversos. Es la tierra muy agradable en su perspectiva, y de mucha cantidad de aves hermosas y canoras, que lisonjean la vista y oído, así en las lagunas y arroyos, como en los montes y campos, en los cuales hay avestruces y perdices en mucha cantidad. Finalmente es muy abundante de todo lo necesario para la vida y sustento de los hombres, que por ser la primera fundación que se hizo en esta provincia, he tenido a bien tratar de ella en este capítulo, por ser madre de todos los que en ella hemos nacido, y de donde han salido los pobladores de las demás ciudades de aquella gobernación.