Comentario
Cómo fue llevado Felipe de Cáceres a Castilla. La población de Santa Fe, y de cómo los pobladores se toparon con el Gobernador de Tucumán
En este estado estaban las cosas de la provincia después de la prisión de Felipe de Cáceres, cuando por orden del Obispo y Martín Suárez de Toledo le despacharon mensajeros a la provincia del Guairá a llamar a Ruy Díaz Melgarejo, para que como enemigo capital suyo, le llevase a Castilla en la carabela, que ya a este tiempo se estaba haciendo a mucha priesa; y así el mismo año salió el Capitán Hernán González con treinta soldados al efecto: y llegando al puerto y paraje que está tres leguas de la otra parte de la ciudad, hicieron sus fuegos, para que les acudiese gente. Luego el Capitán Ruy Díaz envió seis soldados a ver quiénes eran, con orden que no llegasen a tierra hasta haberla reconocido, y con todo recato mirar que gente era la que venía, y siendo sospechosa, no embarcasen a ninguna hasta saber su voluntad. Llegada la canoa donde estaba Hernán González y sus compañeros, hablaron con ellos desde fuera, e informados de la prisión de Felipe de Cáceres, de quien era todo el recelo, y asegurados que todo eran amigos, embarcaron al Caudillo, y otros dos con él, y los llevaron al Capitán Ruy Díaz con las cartas y recados, que conducían, quedándose los demás en aquel puerto, hasta que se les envió lo necesario para su pasaje. Vistos los recados y cartas de sus amigos, se determinó de hacer lo que le pedían, y prevenido de lo necesario, con buena compañía de gente salió de aquella ciudad, aunque después de puesto en camino se arrepintió; mas no pudiendo hacer otra cosa, prosiguió y llegó a la Asunción, donde no fue tan bien recibido de Martín Suárez de Toledo, como algunos creían, respecto de que el uno del otro no se fiaba, ni tenían buena voluntad: y así estuvieron algunos días no muy corrientes, hasta que el Obispo tomó la mano y los conformó.
Luego que Ruy Díaz Melgarejo salió de la Ciudad Real, todos los vecinos y demás personas de la tierra enviaron a sacar al Capitán Alonso de Riquelme de la Fortaleza, donde estaba preso y desterrado por Ruy Díaz, y venido a la ciudad, todos le recibieron por su Capitán y Teniente de Gobernador y Justicia Mayor de aquel distrito. Recibido con la solemnidad debida al uso de su oficio, puso la Ciudad y tierra en paz y justicia, de que carecía, hasta tanto que, el que tenía la superior gobernación en nombre de S.M., otra cosa proveyese.
Acabada la carabela determinó irse el Obispo personalmente en ella a Castilla, llevándose consigo preso a Felipe de Cáceres, y que fuese por capitán Ruy Díaz Melgarejo, como persona que tenía necesidad de ir a Roma por el suceso pasado. Juntamente con esto se concedió facultad a un hidalgo vizcaíno llamado Juan de Garay, para que se hiciese de gente, y saliese con ella a hacer una población en Santi Espíritu, o donde más conviniese, y hecho su nombramiento, levantó ochenta soldados, todos los más hijos de la tierra, y prevenidos de armas, municiones y caballos, salieron de la ciudad de la Asunción el año de 1573 por tierra y por el río en un bergantín y otras embarcaciones juntos en conserva del Obispo, y de los demás que iban a España, y por tierra llevaron caballos, yeguas y vacas, que llegados a la boca del Río Paraguay, acordaron que los de tierra pasasen el río a la otra parte del Paraná, y por aquella costa se fuesen hasta la laguna de los Patos. Lo cual se hizo sin dificultad de enemigos, a más de ir descubriendo aquel camino, que jamás se había andado por los españoles, y juntos en aquel pasaje los de la carabela y pobladores, se dividieron los unos para Castilla, y los otros tomaron el río que llaman de los Quiloazas, atravesando a la parte del Sudoeste, y sentado su Real corrió Juan de Garay aquel territorio, y vista su buena disposición determinó hacer allí una fundación, para lo cual ordenó su elección de Cabildo y Regidores con dos Alcaldes ordinarios y su Procurador. Y habiendo tomado posesión y hecho los requisitos de ella, puso luego por obra un fuerte de tapias de la capacidad de una cuadra con sus torreones, donde se metió con su gente. Fue hecha esta fundación, llamada la ciudad de Santa Fe, el año referido, día del bienaventurado San Gerónimo; está en un llano tres leguas más adentro sobre este mismo río, que sale doce leguas abajo. Es muy apacible y abrigado para todo género de navíos, la tierra es muy fértil de todo lo que en ella se siembra, de mucha caza y pesquería; hay en aquella comarca muchos naturales de diferentes lenguas y naciones de una y otra parte del río, que unos son labradores, y otros no, por manera que, concluido el fuerte, luego Juan de Garay salió a correr la tierra, empadronando los indios de la comarca, así para encomendarlos a los pobladores, como para saber el numero que había, para lo cual sacó cuarenta soldados en el bergantín, una barca y algunas canoas; y navegando el río abajo, le salieron muchos indios de paz, y para poderlos visitar fue forzoso entrar con el bergantín por un estrecho río, que sale al mismo principal, por donde había muchos pueblos de naturales; y después de haber entrado por aquel brazo, y llegado a cierto pueblo de indios, donde les pidieron estuviesen algunos días para ver la tierra; una mañana fue llegando tanta multitud de gente, que los puso en gran cuidado, por lo cual mandó el Capitán a su gente que estuviesen todos alerta con las armas en las manos, y que ninguno disparase, hasta que él lo mandase; y viendo que toda aquella tierra se abrasaba en fuegos y humaredas, mandó subir a un marinero a la gavia del navío, para que reconociese el campo, el cual dijo que todo cuanto se veía a la redonda, estaba lleno de gente de guerra, y mucha más que venía por todas partes, sin muchas canoas que de río abajo y arriba acudían para coger los navíos en medio. El capitán se puso a punto de guerra, y conociendo el peligro en que estaba, por la estructura del río y la dificultad de no poder salir de él sin gran riesgo, habló a sus soldados esforzándolos animosamente; cuando en este punto dijo el marinero que estaba en la vigía: "Un hombre de a caballo veo que va corriendo tras unos indios." Dijéronle que mirase lo que decía; luego respondió: "Otros veo que le va siguiendo (y prosiguiendo, dijo) tres, cuatro, cinco, seis de a caballo." Los cuales según parecía andaban escaramuzando con los indios, que venían a esta junta a dar en los nuestros; y siendo asaltados repentinamente los de tierra, comenzaban a huir, dando la voz de como había españoles de aquella parte, que los herían y mataban, con lo que luego al punto se deshizo toda aquella multitud, de tal manera que por huir más apriesa, dejaban por los campos arcos y flechas, con que vinieron a quedar los nuestros libres de este notable riesgo. El Capitán Juan de Garay escribió luego una carta a aquellos caballeros con un indio ladino, que a sirga iba revolviendo para el Río de la Plata. Tiene en su jurisdicción esta comarca mucha cantidad de indios y pueblos, que por no estar reducidos no se pudo entonces saber la cantidad y así en diferentes tiempos se fueron encomendando a los pobladores. Está situada en 32 grados poco mas o menos desde a oeste con la ciudad de Santa Fe distante 60 leguas. Esta es otra población y ciudad. (Faltan algunas hojas del manuscrito y así no se sabe lo que es, sólo dice que está setenta leguas de Santa Fe, por la cuenta es la ciudad de Córdoba y el Gobernador de Tucumán, y que una y otra fueron pobladas en un mismo año y día que es el que se ha dicho del Señor San Gerónimo) donde después de haber hecho un fuerte de adobes con sus cubos y terrados, en que recogió toda su gente, derterminó el Gobernador de salir a correr toda la provincia, como lo hizo, y tomando lengua, fue discurriendo por aquellos llanos hasta reconocer el Río de la Plata, donde se toparon ambos Capitanes, como está referido en el capítulo pasado, y vuelto a su nueva ciudad, despachó a Nuño de Aguilar con treinta soldados a requerir a Juan de Garay le entregase la tendencia y jurisdicción que tenía de aquellas tierra, por estar en el distrito de su Gobierno y conquista, y dándole aviso de lo demás que convenía, partieron para la ciudad de Santa Fe, donde llegados hicieron sus requerimientos y protestaciones a Juan de Garay, y al cabildo de aquella ciudad, en que pasaron muchas demandas y respuestas en el caso: y respondiendo a todos ellos Juan de Garay, dijo que en manera alguna no haría tal, porque aquella población había sido hecha por él a nombre de S.M., y de la persona que tenía la superior Gobernación de aquellas provincias a su costa y mención, y a la de los demás pobladores que allí estaban en su compañía, a la cual no habían sido intrusos, porque los antiguos conquistadores de aquellas provincias habían sido los primeros descubridores de ella, por cuya razón no Podía pertenecer aquella jurisdicción a otro sino al Gobernador del Río de la Plata. Estando en estos debates de una y otra parte, legaron al puerto de aquella ciudad tres canoas de indios guaraníes, naturales de las islas de Buenos Aires con un principal llamado Ñamandú, éste traía un pliego cerrado, dirigido a Juan de Garay, a quien el cacique le entregó, y abierto que fue, halló que el Adelantado Juan Ortiz de Zárate había entrado con su armada, que venía de Castilla, en el puerto de San Gabriel, donde estaba surta con su gente a la parte de tierra firme con necesidad de comida, y apretado de los indios Charrúas de aquella costa, haciéndosele saber le hiciese el socorro conveniente de que tanta necesidad tenía. Para lo cual le despachó nombramiento de su lugar Teniente y justicia Mayor en aquella ciudad, con las demás provisiones y cédulas reales en que S.M. le hacía merced de aquel gobierno, por las cuales le incluía todas las poblaciones que otros Capitanes hubiesen hecho en 200 leguas del Río de la Plata al sur hasta la gobernación del Reino de Chile, por cuya demarcación la provincia de Tucumán entraba en el término y jurisdicción de este gobierno, en virtud de lo cual luego el Capitán Juan de Garay intimó a Nuño de Aguilar la provisión contenida, y le requirió en nombre de su Gobernador al cumplimiento de ella, el cual habiéndola oído y obedecido dio su respuesta, a lo que a su derecho convenía, y sin tratar más de este negocio, aquella misma noche antes de amanecer partieron para su ciudad, donde llegados, dieron cuenta al Gobernador de lo que pasaba, a quien al mismo tiempo le llegaron mensajeros, como le entraba sucesor en aquel gobierno por S.M., que era caballero de Sevilla, llamado Gonzalo de Abreu, de cuyos sucesos, y de los demás que acerca de esta provincia se ofreció, se podrá largamente dar individual noticia en el libro siguiente.