Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRALES



Comentario

De cómo salió el piloto mayor a buscar de comer, y cómo Malope salió de paz y las amistades que les hizo


El día siguiente el piloto mayor pidió licencia al adelantado para ir a buscar hombres, con los cuales fue en la barca a un pueblo en que no vio más de un indio que, con un muchacho a cuestas, a más correr se fue al monte, y entradas y buscadas las casas, no se halló cosa que fuese de comer. Siguióse un camino que se entendió iba a las haciendas de los indios, donde vieron algunos puercos que se entraron en el monte. Oyó el piloto mayor el sonido de un arcabuz, y luego otro: con que a más andar, se volvió a la mar, a donde con cuatro arcabuceros había dejado la barca, y llegando a la playa, halló a Malope que con dos canoas le vino siguiendo, diciendo: "Amigos, vamos todos para comer"; que esta palabra y otras se le habían quedado de nuestro uso, y mostró por señas nos embarcásemos y fuésemos con él adelante a donde había muchos puercos y comida, y al punto despachó la otra canoa fuese delante: embarcóse el piloto mayor y dijo a Malope llamase a los indios de aquel pueblo; los cuales salieron, y concertó con ellos que a la vuelta tuviesen para darnos comida. Bogó Malope su canoa; nuestra barca le siguió, y llegando a otros dos pueblos, concertó lo mismo. Entramos en el pueblo de los indios belicosos, que cuando el sargento lo arrinconaron. Daban un cuchinato, pocos plátanos y cocos; y como pareció poco, el piloto mayor les pidió más; pero ellos se pusieron en arma, retirados detrás de sus casas y troncos de palmas y árboles con sus arcos y flechas, dando voces, y a lo que pareció, llamaban a Malope; el cual, indeterminado, que siempre junto a sí le trajo, le cogió de un brazo, y con la daga lo amenazó que no se fuese, y que dijese a los indios que no flechasen, que si no, que con los arcabuces los matarían a todos; y con una cuerda encendida hacía que le pegaba fuego. Fue al pueblo Malope, que les dijo lo que bastó para que ellos se ofreciesen, que cuando el sol que ya salía, fuese como a las tres de la tarde, viniesen por lo que tendrían presto. Malope los llamó y vinieron luego, dándonos para comer muchos cocos y plátanos, y nos convidaron para ir a flechar otros indios de la otra parte de la bahía, y a matar puercos. Embarcados, siguió la barca a la canoa; mas el piloto mayor fue por la playa con diez y seis hombres y tres indios que le salieron delante guiando; y porque vieron unos pájaros señalaron que los matasen con el arcabuz. No lo consintió el piloto mayor, aunque algunos se aprestaban; porque como el acertar a pequeña cosa con bala rasa estaba en duda, no quería que los indios entendiesen que no acertábamos siempre; porque no perdiesen el miedo que tenían al arcabuz.

Desembarcóse Malope, y la barca con su canoa quedaron juntas. Yendo todos por la playa, hallaron en ella el manantial que dicho queda. Sentóse Malope junto a él y con la mano nos dijo que bebiésemos. Desde allí llegamos a unos pueblos a donde los indios nos tenían prestos un gran montón de muchos plátanos, cañas dulces, cocos, almendras, raíces, bizcocho, petates y dos puercos presos: y así de pueblo en pueblo nos dieron catorce puercos, y de lo demás tanto que no se pudo traer todo. Los indios estuvieron siempre quietos; tenían sus grandes canoas encaramadas, y ellos sentados a las sombras de ellas. Algunos había que nos daban plátanos y raíces asadas, los cocos partidos y agua que sacaban de los pozos, haciéndolo todos con tanta voluntad como si se lo pagáramos muy bien; y Malope se mostraba muy contento, y dijo fuésemos más adelante para darnos más comida. Subíase en parte alta y todos los indios al redor le oían y le respetaban o como a señor o grande amigo.

Díjole el piloto mayor por señas que hiciese que los indios cargasen aquella comida; y a una palabra suya la tenían toda a los hombros. Era de ver más de cien indios seguir aquella larga playa en orden. Llegados a la barca, pusieron dentro de ella cuanto llevaban. Malope dijo al piloto mayor diese al general sus abrazos; y despedidos, se embarcó el piloto mayor, y fue por los pueblos ya dichos recibiendo lo que los indios en sus canoas salían a darnos.

Con ser buena la provisión que se llevaba, a algunos les parecía poca, y así decían al piloto mayor los dejase saltar en tierra que tomarían, que quemarían, que matarían, que eran unos perros, y que ellos no vinieron desde el Perú a contentarse con nada: a que el piloto mayor dijo: --¿Poco os parece una barca como ésta, llena de lo que no os costó dinero, y más dado con tan buena voluntad y solicitado por nuestro amigo Malope? Replicaron como sabían; y el piloto mayor los riñó como entendió ser necesario.

Hase contado esto tan por menudo, porque hace mucho al caso a esta relación, como se verá adelante. Llegados a la nao, le dijo doña Isabel al piloto mayor como el otro día iban del campo a matar a Malope; y como lo supo, avisó al adelantado de la amistad que te había hecho, pidiendo avisase al campo no se fuese a hacer mal a quien tanto bien nos hacía. Calló el adelantado holgándose de lo que el indio había hecho, alabando su buen trato. Levantóse de la cama a ver lo que se había traído, que embarcado, fue con mucho parejo repartido, diciéndoles el piloto mayor que sólo quería por parte haberle sido compañero.