Comentario
Cuéntase cómo se tuvo vista de la isla de San Bernardo, y lo que pasó allí
Por los dichos dos rumbos se fue navegando hasta diez y nueve de febrero. Este día se navegó al Poniente, y a veinte y uno el piloto de la almiranta, Juan Bernardo de Fuentidueña, dijo que aquel mismo día había de ver, como se vio, la isla que se buscaba, y por acercarse la noche pairamos con poca vela. Venido el día, fuimos en demanda della. iba delante la zabra que surgió muy cerca de tierra, y della dieron voces a las naos, que ambas iban a dar fondo, que no era puerto para ellas.
Hizo luego el capitán echar las dos barcas fuera, y que un caudillo fuese en ellas con gente y procurase muy de veras buscar agua, pues su falta era causa del cuartillo que se daba. Salieron a tierra, y buscada el agua no fue hallada; por lo que se volvieron a las naos.
Esta isla de San Bernardo es despoblada, partida en cuatro o cinco mogotes y todo lo demás anegado. Su boj parece de diez leguas; su altura son diez grados y dos tercios. El surgidero está a la banda del Norte y sólo bueno para embarcaciones pequeñas. Dista de la ciudad de los Reyes al parecer mil y cuatrocientas leguas. Hallóse en ella una canoa vieja al través. Tiene en sí mucho número de peces de diversas castas; y por ser tan poco el fondo, lo mataban con las espadas y palos. Tiene muy grandes langostas, y cangrejos y otros géneros de marisco. De cocos hallaron amontonados a los pies de sus palmas una gran cantidad y muchos dellos largos y angostos, garajaos, rabihorcados y bobos tanta copia, y ellos tan importunos, que parecía querer embestir a los hombres. De todo se trajo copia.
Pareciéndole al capitán que en isla a donde había tantos árboles era imposible faltar agua, quiso que aquella noche se esperase, para que el día siguiente se volviese a buscar agua haciendo nuevas diligencias, y que al menos se hiciese pesquería. Dijo el piloto mayor estar la gente cansada, y otros desvíos dio, y cosas dijo, haciéndolas todas hijas legítimas de nuestras necesidades.
Viéndose el capitán tan enfermo y engolfado en muchos géneros de cuidados, y que había algunos de obligaciones que como polilla iban comiendo la jornada y representaban muy grandes desconfianzas, y traían a la memoria aquella grande abundancia de la corte, nieves frías, frutas frescas, y otros toques y recuerdos que entibiaban las voluntades fervorosas y otras muchas se trocaban; y que hasta el presente no había hallado islas con puerto ni agua, tan necesaria, y la poca que tenía en las naos, y sin ella no era justo poner a riesgo negocio tan importante, siendo los tiempos dudosos y dudosa la parte a donde se había de buscar la tierra; por estas y otras razones que deja de apuntar, acordó, pareciéndole ser lo que más convenía, que se fuese en demanda de la isla de Santa Cruz, que sabía tenía puerto y agua, y otras cosas necesarias a provisión de naos, haciendo cuenta salir de allí a descubrir como si saliera de Lima; y en prosecución deste intento se navegó al Oeste. Esta noche, en la capitana hubo un muy grande alboroto, a cuyo ruido acudió el capitán, que halló a unos abrazados unos con otros, y a otros ir a buscar armas, y al piloto mayor con una espada desnuda con que hirió a un hombre. Se la quitó de las manos sin acabar de entender quién era reo ni autor. Lo que desto sintió, lo dejo para sí, confesando estar tan flaco que no pudo decir en voz alta tercera palabra.