Comentario
Lo que pasó salidos de esta isla
Por altura de diez grados y un tercio se fue navegando al Oeste, en demanda de la isla de Santa Cruz; habiendo hallado en el camino muchas calinas y bonanzas, con algunos contrastes de viento Oeste y Noroeste, hasta veinte y uno de marzo. Por ser este día del equinoccio, se marcaron las agujas al salir y poner del sol, y se halló que tenían de variación media cuarta al Nordeste.
La noche del siguiente día, que fue jueves Santo, con mucha cera ardiendo y disciplina fueron hechas procesiones en todos los tres navíos. Toda la noche estuvieron levantados los altares, y hubo delante de ellos de rodillas muy continua oración.
Esta misma noche hubo un grande y total eclipse de luna. Al parecer, tuvo principio a las ocho de la noche, y que duró dos horas y media.
Como eran ya pasados tantos días que se navegaba, sin topar la isla de Santa Cruz, a donde al presente estaba puesta la esperanza de surgir en su bahía Graciosa, y en aquellos manantiales que tiene matar la grande sed que había, y porque tanto se dilataba la ejecución de este deseo, lo pagaba bien el capitán; diciendo los mal sufridos ser digno de un castigo ejemplar, pues por sólo sus antojos y movido de sus provechos, los llevaba todos a morir por aquellos grandes golfos; y que era sueño, que no había tierra, que engañó al Papa y al Rey, y cosas de esta manera: y según después se supo, más males dijeron dél que pudieran decir de un turco. Mas el capitán dijo a esto, que no era nuevo para él, ni en semejantes viajes haber hombres que de poco se cansasen: y que en lo que reparaba y le cuidaba era ver tanta salud, tanto comer y beber, poco trabajo, muchas quejas, tantas juntas, y tan poco amor al caso y tanto temor al tiempo; y no quisiera que unas tan ruines madres engendrasen y pariesen monstruos dañosos y feos. Al fin oficiales muchas veces hacen más lo que quieren, que no lo que se les ordena y manda. Unos venden las cosas de su cargo, otros las dan porque callen, otros por ganar amigos, y muchos por temor de enemigos, y por otros muchos fines todos engañan su poco: y como de estas verdades son testigos los mismos interesados, guardan muy bien el secreto, y son tantos los culpados que se hallan por estos caminos y otros, que les fuerza a quien gobierna hacer del ladrón fiel; porque a ser de otra manera, sería guerra casera.