Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRALES



Comentario

Cuéntase cómo se tuvo vista de dos grandes altas tierras, y cómo se fue en demanda de la una dellas, y se descubrió una bahía y puerto en ella


Este día, estando del tope mirando un Melchor de los Reyes, como a las tres de la tarde vio a distancia de doce leguas más o menos al Sudueste y Sur una grande tierra; y por esto, y porque no se ponían los ojos en parte que no fuese todo tierras, fue el más alegre y celebrado día del viaje. Fuimos en demanda della, y el siguiente llegamos cerca de su costa que va corriendo al Poniente. Púsose por nombre a esta tierra La Cardona a memoria del duque de Sesa, por lo mucho que amó y favoreció esta empresa, así en Roma como en la corte de España, y porque el capitán se precia de ser muy grato.

Cuando se iba en demanda de la dicha tierra, se vio al Sueste y lejos una muy gruesa y muy alta serranía cubierta de espesos celajes al medio y lo alto, y la planta della limpia dellos. Juzgóse de los topes inclinarse las costas bajas de estas dos tierras como que eran una. El capitán puso por nombre a esta tierra La Clementina; está al parecer en diez y siete grados.

Llegados que fuimos a la tierra, se vio en ella una entrada que por parecer de puerto el capitán envió un caudillo en la barca con soldados y bogadores a ver lo que era, y a la tarde vino y dijo que la entrada es de una isla angosta de seis leguas, que corre de Norte Sur, medianamente alta, poblada de gente y mucha arboleda; que a su abrigo de Leste y de Nordeste halló fondo de treinta brazas las menos, y muchas corrientes. Púsole el capitán por nombre San Reimundo.

Dijo que costeando la tierra que está de esta isla al Oeste, salieron a la playa muchos hombres, loros y demasiadamente altos con sus arcos en las manos, llamando a gran prisa a los nuestros, que por no querer llegar arrojaron a la mar un gran manojo de plumas de capones, queriendo con esto y con acercarles muchachos asegurarlos para les tirar, como tiraron sus flechas, llevando muchos indios de buen color y grandes cuerpos y del Sur para el Sueste unas muy altas y dobladas tres, cuatro veces serranías, que pareció irse a juntar con la otra tierra y sierras que demoraban al Sueste.

Con tan buena nueva de estar la tierra poblada, navegamos al Poniente, y a distancia de seis leguas entramos el primero día de mayo en una grande bahía a donde pasamos la noche; y venido el día, el capitán envió al almirante en la barca a buscar puerto. Salieron a las naos en dos embarcaciones unos indios con los arcos prestos, y en pie paraban un rato y bogaban otro: hablaban alto, y miraban a los nuestros y a su tierra, mostrándose algo inquietos; por lo que los de la zabra, de que estaban cerca, dispararon un verso para espantarlos, y así lo hicieron, pues bogando a gran priesa se huyeron.

El almirante vino a la tarde tan contento, y tanto los que fueron con él que ninguno podía detener la alegre nueva que traían de haber hallado un buen puerto, por ser éste el que faltaba y con tantos deseos se buscaba; pues sin puerto, el descubrimiento hecho fuera de poca importancia. El otro día, tres de mayo, surgimos los tres navíos con grande alegría en el puerto dando a Dios muchas gracias.