Comentario
Dícense las causas que movieron al capitán a crear ministros de guerra, y los nombres dellos
Habiendo sido el Señor servido de que el capitán tuviese surtas las naos en un tan deseado, buscado y tan necesario puerto, viendo la bondad de tierras de que estaba cercado, la necesidad que tenía de tomar en nombre de Su Majestad la posesión de todas ellas, sabiendo la guerra que sus deseos le hacían de que en ellas con la seguridad debida fuesen los oficios divinos celebrados, y que para esto y lo demás que surto allí pretendía para mejor despacho suyo, había manifiesto riesgo, pues los indios con armas propias, por no conocer las ajenas, por el bosque y por las playas osada e importunadamente acometían a los nuestros; que no se podía excusar buscar de comer en tierra, aguada y leña, traer lastre a las naos, hacer en ellas ciertas fábricas, arrumar y componerlas, viendo más, cuánto importaba que con escoltas fuesen los caminos tomados y con emboscadas los puertos para poder espantar mejor, al suyo y al nuestro: salvo conociendo más, que para la autoridad Real, mayores fuerzas de la obra, disciplinas de la gente, unión de todas sus voluntades y otras ocultas causas, y que por ellas y todas juntas era muy necesario y forzoso criar ministros de guerra y mar, para que en mar y en tierra fuese puesta una tal orden, cual para mejor se conseguir lo deseado era debida; y porque no costaba dinero a Su Majestad y había que contentar y sobre que fundar, y por ser petición de los mismos; nombró por maese de campo al almirante Luis Vaez de Torres:
por almirante, a Pedro Bernal Cermeño;
alférez Real, Lucas de Quirós;
capitán y sargento mayor, Pedro López de Sojo;
su alférez, Pedro de Castro, y sargento, Francisco Martín Toscano;
ayudante de sargento mayor, Francisco Dávila;
capitán de la gente del almiranta, Alonso Álvarez de Castro
su alférez, Manuel Rodríguez Africano, y sargento Domingo Andrés;
capitán de la zabra, Pedro García de Lumbreras;
su alférez, Francisco Gallardo, y sargento, Antonio González:
capitán de la artillería, Andrés Pérez Coronado;
condestables de los tres navíos, Francisco Ponce, Lázaro de Olivera, Antonio Balalan;
piloto mayor, Gaspar González de Lesa; segundo piloto, Francisco Fernández.
Hecha la dicha elección, luego el maese de campo dijo al capitán le dejase dormir en tierra con la gente. El capitán nunca lo quiso consentir, porque no durmiesen por los suelos y porque no tomasen más licencia que la que se les daba, y por excusar su peligro y el de los indios, y otras causas que se dejan entender.
El maese de campo con el sargento mayor, capitanes y marineros que servían de soldados, se dieron tan buena maña en tierra, que el viernes, víspera de víspera de la Pascua de Espíritu-Santo, se concluyó con todo lo apuntado, sin daño alguno de los nuestros.
El capitán, esta misma tarde, hizo llamar la gente de todos tres navíos, y estando juntos les dijo desta manera: --"Su Majestad el Rey nuestro Señor fue servido enviarme a costa de su Hacienda Real, sin darme instrucciones ni órdenes, ni otra memoria alguna de lo que tengo de hacer en estas partes, ni menos me coartó la voluntad para que dejase de hacer, en nombre de su grandeza Real, aquellas cosas que, a mi parecer, convengan a su más servicio y más honra: en suma, todo lo dejó a mi cargo; y fue tan grande esta merced, que por ella me hizo de vasallo perpetuo esclavo, y me puso en nuevas obligaciones y cuidados de cómo acertaré mejor a bien servirle y gustarle en cuanto a mi vida durare. Por lo que estoy con ánimo determinado de dar principio a mi honrado pensamiento, ya de atrás fabricado y deseado de poner en ejecución, por lo mucho que promete Dios, y para el Rey y para engrandecer los ánimos de los presentes ausentes, esforzar las voluntades, dar firmeza a la esperanza por ser ésta la que acaba los grandes y famosos hechos, y mucho más cuando la honra y el provecho están vistos y palpables, que son dos cosas buscadas y tan amadas en esta presente vida, por cuyas faltas es mala la que se pasa.
"Es pues el caso, señores, una Orden cuyo título ha de ser de Caballeros del Espíritu Santo, con las constituciones y preceptos que se han de profesar y guardar en ella, guiados a tan altos y cristianos fines cuanto en ella se verá, cuando se sirva el Señor de que yo los pueda mostrar; y todo esto en confianza de que Su Santidad y Su Majestad, cada uno de estos dos señores por lo que les toca, serán servidos, en pago de mis continuos trabajos y buenos deseos, confirmar esta Orden con aventajadas mercedes para en cuanto el mundo durare, así por lo mucho que abraza como por lo mucho que merecen unos vasallos tan honrados y tan leales, que tantos servicios le hacen y han de hacer en estas partes.
"Por todo lo dicho y lo que puedo decir en razón desto, pido a todos el consentimiento de la libre voluntad, y en nombre de la Santísima Trinidad, y en nombre del Pontífice Romano, y en nombre de la Majestad católica del Rey don Felipe, tercero deste nombre, Rey de España y mi señor, Yo, el capitán Pedro Fernández de Quirós, doy a cada uno de vuesas mercedes esta cruz de color azul, que luego se han de poner en los pechos; insignia por que han de ser conocidos por tales caballeros de la Orden del Espíritu Santo, y por personas a cuyo cargo si yo faltare ha de estar la demanda, la pacificación, la población y conservación de todas estas partes que vamos descubriendo, y que se han de descubrir en los tiempos venideros.
"Ruego mucho que sepan bien conocer y estimar cuánto vale esta cruz, ganada por sólo una buena determinación merecedora de mucho mayores honras; y acuérdense que aunque no les tiene costado mucho ni poco dinero, trabajos, enfermedades ni tiempo, que es muy largo el que les queda para poderlo bien pagar a esta más alta empresa de su género, que hoy se sabe tiene el mundo para el cielo y para la tierra.
"Rueguen, señores, a Dios que se sirva de mostrarme mayores tierras y cosas, que mayores son mis deseos de que el Rey nuestro señor haga a todos mucho mayores mercedes; y yo aquí, en su real nombre, ofrezco colocarlos en mucho mayores oficios y dignidades: encargo mucho que sean todos como miembros que han de ser un mismo cuerpo, y que adviertan que de hoy en adelante han de ser sus obligaciones mayores y mayor la pena o premio merecido por buenas o por malas obras."
Todo esto se oyó con atención y acetó con mucho gusto: el capitán les rogó se confesasen el sábado, para domingo día del Espíritu Santo ganar el Santo jubileo plenísimo, que Su Santidad fue servido conceder a la jornada este y otros cinco días cada un año. Luego nuestro padre comisario los persuadió a todos, y con sus tres sacerdotes se ofreció a confesar como a todos confesaron.