Comentario
De la fiesta del quinto y sexto mes
El primer día del quinto mes, llamado Toxcatl, era celebérrimo por los sacrificios dedicados al mayor de los dioses, Titlacaoa, en cuyo honor mataban a un joven notable por las dotes del cuerpo y del alma. Durante un año íntegro antes de que fuese inmolado, se entregaba a delicias de todo género y era instruido en todas las bellas artes; una vez sacrificado éste, otro lo instruía con los mismos ritos y ceremonias. Con ramos de flores en las manos, un collar al cuello y la cabeza adornada de plumas, acompañado por un buen número de mexicanos, andaba por la ciudad y saludaba amable y plácidamente a los que se encontraba y ellos todos le saludaban echándose a tierra, porque decían que era el simulacro de Tezcatlipoca, y suplicantes lo adoraban y veneraban. Veinte días antes de las ceremonias sagradas que habían de celebrarse con su muerte, se le daban vestidos aun mejores y también cuatro doncellas educadas para este efecto con gran cuidado y reverencia, de las cuales podía gozar a su antojo. Cuando ya sólo le quedaban cuatro días de vida, era invitado a un convite muy alegre y se le consolaba con juegos gratísimos. Llegada por fin la muerte, era llevado al templo donde tenía que morir; sus mujeres lo dejaban en medio del camino y avanzaba solo y de buen grado. Al ascender las gradas del templo rompía en cada escalón una de las cuatro flautas en las cuales acostumbraba tañer cuando quería esparcir su ánimo. Por fin se acostaba sobre la piedra del sacrificio, donde se le arrancaba el corazón y se le cortaba la cabeza, la cual era espetada en un palo agudo y colgada enfrente del templo. En el sexto mes llamado Etzalqualiztli, ayunaban cuatro días, hacían de nuevo sacrificios a los dioses de las lluvias, y esparcían por todas partes yerbas hermosas y perfumadas. Cuando salían a cortarlas a los campos, desaparecían y se ocultaban casi todos los caminantes, porque de otra manera despojados de todas sus cosas y si resistían y luchaban los maltrataban sobremanera. Cuando llegaba la fiesta, acostumbraban comer cierta clase de alimento o poleadas que llaman tzoalli, y hacer mil locuras. Ese mismo día eran penados los ministros de los dioses que alguna vez hubieran faltado en algo a su deber o a los cargos que tenían que desempeñar. Se les sumergía en la laguna mexicana hasta tal punto, que dejados después como semi-muertos eran llevados a casa por sus parientes y amigos. En el mismo mes mataban muchos siervos y cautivos adornados con las insignias de los dioses en cuyo honor eran sacrificados. Acostumbraban echar los corazones de los muertos a un remolino de la laguna que todo lo absorbía, y el que según he oído, ahora está tapado.