Comentario
La fase (iniciada después del milenio) de exteriorización del crecimiento, luego de una fase precedente de simple densificación demográfica interna, debe contemplarse en relación sobre todo con la mayor disponibilidad de medios y servicios; comenzando por la alimentación, que posibilitó la satisfacción de una población en crecimiento gracias a la expansión extensiva de los cultivos y no tanto intensiva, pues no parece que la productividad sufriera una especial convulsión antes del siglo XIII.
Sin minusvalorar ni exagerar la llamada "expansión agraria", hay que destacar, no obstante, que dicha expansión fue principalmente extensiva y reducidamente intensiva; argumento en el que están de acuerdo autores tan diferentes como G. Duby o N. G. H. Pounds, quien establece unos indicadores del crecimiento europeo a través de la formación de un "nuevo sistema de Estados, el aumento demográfico, la extensión del espacio cultivado, el desbloqueo comercial (y su diversificación cuantitativa y cualitativa) y la restauración urbana".
A pesar de que no se puede trazar una geografía única para todo el continente a este respecto, la primera expansión agrícola se hizo sobre tierras viejas, escasamente aprovechadas, abandonadas anteriormente (entre otras causas por las segundas invasiones) o en los límites de los espacios ocupados tradicionalmente, en donde las roturaciones se hicieron quemando la vegetación descontrolada, desecando tierras lacustres o talando monte bajo.
Pero roturaciones y aparición de nuevas poblaciones es un fenómeno complementario en muchos casos. Los nuevos asentamientos surgen de forma espontánea o dirigida, pero siempre buscando afrontaciones con otros asentamientos próximos y el disfrute de bienes comunales: bosques, prados, ingenios molinares, aguas de riego o fuerza motriz. Afrontaciones también necesarias en las villas y comunidades arropadas por la protección señorial, interesada en atraer a vecinos para sus dominios.
Precisamente los señores fueron los primeros beneficiarios de esta duplicación y triplicación de asentamientos estables, aumentando con ello los diezmos, cargas y prestaciones percibidas; duplicando y triplicando las rentas a la vez que extendían su poder; y cercando con ello a las agrupaciones espontáneas de los nuevos poblamientos que, por lo general, acababan insertados en el dominio señorial. Dentro de este último aspecto hay que situar la colonización cisterciense a partir del siglo XII, y en contraste acusado el fenómeno de la formación de los "polders" en los Países Bajos y de la desecación de tierras pantanosas en muchos lugares de Europa, como en la llanura del Po.