Comentario
Capítulo VI
233 De cómo los indios se confiesan por figuras y caracteres y de lo que aconteció a dos mancebos indios en el artículo de la muerte
234 Una cuaresma estando yo en Cholola, que es un gran pueblo cerca de la ciudad de los Ángeles, eran tantos los que venían a confesarse, que yo no podía darles recado como yo quisiera; y díjeles: yo no tengo de confesar sino a los que trajeren sus pecados escritos y por figuras, que esto es cosa que ellos [bien] saben [hacer] y entender, porque esta era su escritura; y no lo dije a sordos, porque luego comenzaron tantos a traer sus pecados escritos, que tampoco me podía valer, y ellos con una paja apuntando, y yo con otra ayudándoles, se confesaban muy brevemente; y de esta manera hubo lugar de confesar a muchos, porque ellos lo traían tan bien señalado con caracteres y figuras, que poco más era menester preguntarles de lo que ellos allí traían escrito o figurado; y de esta misma manera se confesaban muchas mujeres de las indias que son casadas con españoles, mayormente en la ciudad de los Ángeles, que después de México es la mejor de toda la Nueva España, como se dirá adelante en la tercera parte.
235 Este mismo día que esto escribo, que es Viernes de Ramos del presente año de 1537, falleció aquí en Tlaxcala un mancebo natural de Cholola llamado don Benito, el cual estando sano y bueno se vino a confesar, y desde a dos días adoleció en una casa lejos del monasterio; y dos días antes que muriese, estando muy malo, vino a esta casa, que cuando yo le ví me espanté, de ver cómo había podido allegar a ella, según su gran flaqueza, y me dijo que se venía a reconciliar porque se quería morir; y después de confesado, descansando un poco díjome, que había sido llevado su espíritu a el infierno, adonde de sólo el espanto había padecido mucho tormento; y cuando me lo contaba temblaba del miedo que le había quedado, y díjome, que cuando se vio en aquel tan espantoso lugar, llamó a Dios demandándole misericordia, y que luego fue llevado a un lugar muy alegre, adonde le dijo un ángel: "Benito, Dios quiere haber misericordia de ti; ve y confiésate, y aparéjate muy bien, porque Dios manda que vengas a este lugar a descansar."
236 Semejante cosa que ésta aconteció a otro mancebo natural de Chautenpa, que es una legua de Tlaxcala, llamado Juan, el cual tenía cargo de saber los niños que nacían en aquel pueblo, y el domingo recogerlos y llevarlos a bautizar; y como adoleciese de la enfermedad que murió, fue su espíritu arrebatado y llevado por unos negros, los cuales le llevaron por un camino muy triste y de mucho trabajo, hasta un lugar de muchos tormentos; y queriendo los que [lo] llevaban echarle en ellos, comenzó a grandes voces a decir: "Santa María, Santa María" (que es [su] manera de llamar a Nuestra Señora): "Señora, ¿por qué me echan aquí? ¿Yo no llevaba los niños a hacer cristianos, y los llevaba a la casa de Dios? ¿Pues en esto yo no serví a Dios y a vos, Señora mía? Pues Señora, valedme y sacadme de aquí, que de mis pecados yo me enmendaré." Y diciendo esto fue sacado de aquel temeroso lugar, y vuelta su ánima al cuerpo; a esto dice la madre, que le tenía por muerto aquel tiempo que estuvo sin espíritu. Todas estas cosas de grande admiración dijo aquel mancebo Juan, llamado, el cual murió de la misma enfermedad, aunque duró algunos días doliente. Muchos de estos convertidos han visto y cuentan diversas revelaciones y visiones, las cuales visto la sinceridad y simpleza con que las dicen, parece que es verdad; mas porque podría ser a el contrario, yo no las escribo, ni las afirmo, ni las repruebo, y también porque de muchos no sería creído.
237 El Santísimo Sacramento se daba en esta tierra a muy pocos de los naturales, sobre lo cual hubo diversas opiniones y pareceres de letrados, hasta que vino una bula del Papa Paulo III, por la cual, vista la información que se le hizo, mandó que no se les negase, sino que fuesen admitidos como los otros cristianos.
238 En Huexuzinco, en el año 1528, estando un mancebo llamado Diego, criado en la casa de Dios, hijo de Miguel, hermano del señor del lugar; estando aquel hijo suyo enfermo, después de confesado demandó el Santísimo Sacramento muchas veces con mucha importunación, y como disimulasen con él no se le queriendo dar, vinieron a él dos frailes en hábito de San Francisco y comulgáronle, y luego desaparecieron, y el Diego enfermo quedó muy consolado; y entrando luego su padre a darle de comer, respondió el hijo diciendo que ya había comido lo que él más deseaba, y que no quería comer más, que estaba satisfecho. El padre maravillado preguntóle, que ¿quién le había dado de comer? Respondió el hijo: "¿no viste aquellos dos frailes que de aquí salieron ahora? Pues aquellos me dieron lo que yo deseaba y tantas veces había pedido"; y luego desde a poco falleció.
239 Muchos de nuestros españoles son tan escrupulosos que piensan que aciertan en no comulgar, diciendo que no son dignos, en lo cual gravemente yerran y se engañan, porque si por merecimientos hubiese de ser, ni los ángeles, ni los santos bastarían; mas quiere Dios que baste que te tengas por indigno, confesándote y haciendo lo que es en ti; y el cura que lo tan niega a el que lo pide, pecaría mortalmente.