Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

SEGUNDO LIBRO
Que trata del calendario, fiestas y cerimonias, sacrificios y solenidades que estos naturales de esta Nueva España hazían a honra de sus dioses





Pónese al cabo de este libro, por vía de apéndiz, los edificios, oficios y servicios y oficiales que havía en el templo mexicano





Prólogo

Todos los escriptores trabaxan de autorizar sus escripturas lo mejor que pueden, unos con testigos fidedignos, otros con otros escriptores que ante de ellos han escripto -los testimonios de los cuales son havidos por ciertos-, otros con testimonio de la Sagrada Escriptura. A mí me han faltado todos estos fundamentos para autorizar lo que en estos doze libros tengo escripto, y no hallo otro fundamento para autorizarlo sino poner aquí la relación de la diligencia que hize para saber la verdad de todo lo que en estos libros he escripto.

Como en otros prólogos de esta obra he dicho, a mí me fue mandado por sancta obediencia de mi prelado mayor que escriviese en lengua mexicana lo que me pareciese ser útil para la doctrina, cultura y manutenencia de la cristiandad de estos naturales de esta Nueva España, y para ayuda de los obreros y ministros que los doctrinan. Rescebido este mandamiento, hize en lengua castellana una minuta o memoria de todas las materias de que havía de tratar, que fue lo que está escripto en los doze libros, y la postilla y cánticos, lo cual se puso de primera tigera en el pueblo de Tepepulco, que es de la provincia de Aculhuacan o Tezcucu; hízose de esta manera.

En el dicho pueblo hize juntar todos los principales con el señor del pueblo, que se llamava don Diego de Mendoça, hombre anciano, de gran marco y habilidad, muy esperimentado en todas las cosas curiales, bélicas y políticas, y aun idolátricas. Haviéndolos juntado, propúseles lo que pretendía hazer y pedíles me diesen personas hábiles y esperimentadas con quien pudiese platicar y me supiesen dar razón de lo que los preguntase. Ellos me respondieron que se hablarían cerca de lo propuesto y que otro día me responderían, y ansí se despidieron de mí. Otro día vinieron el señor con los principales, y hecho un muy solemne parlamento, como ellos entonce le usavan hazer, señaláronme hasta diez o doze principales ancianos y dixéronme que con aquellos podía comunicar y que ellos me darían razón de todo lo que les preguntase. Estavan también allí hasta cuatro latinos, a los cuales yo pocos años antes havía enseñado la gramática en el Colegio de Santa Cruz en el Tlatilulco.

Con estos principales y gramáticos, también principales, platiqué muchos días, cerca de dos años, siguiendo la orden de la minuta que yo tenía hecha. Todas las cosas que conferimos me las dieron por pinturas, que aquella era la escriptura que ellos antiguamente usavan, y los gramáticos las declararon en su lengua, escriviendo la declaración al pie de la pintura. Tengo aún agora estos originales. También en este tiempo dicté la postilla y los cantares; escriviéronlos los latinos en el mismo pueblo de Tepepulco.

Cuando al capítulo donde cumplió su hebdómada el padre fray Francisco Toral, el cual me impuso esta carga, me mudaron de Tepepulco, llevando todas mis escrituras, fui a morar a Sanctiago del Tlatelulco, donde juntando los principales los propuse el negocio de mis escrituras y los demandé me señalasen algunos principales hábiles, con quien examinase y platicase las escripturas que de Tepepulco traía escriptas. El governador, con los alcaldes, me señalaron hasta ocho o diez principales escogidos entre todos, muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antiguallas, con los cuales y con cuatro o cinco colegiales, todos trilingües, por espacio de un año y algo más, encerrados en el Colegio, se emendó, declaró y añadió todo lo que de Tepepulco truxe escripto, y todo se tornó a escrivir de nuevo de ruin letra, porque se escrivió con mucha priesa. En este escrutinio o examen el que más trabaxó de todos los colegiales fue Martín Jacobita, que entonce era rector del Colegio, vezino del Tlatilulco, del barrio de Sancta Ana.

Haviendo hecho lo dicho en el Tlatilulco, vine a morar a Sanct Francisco de México con todas mis escripturas, donde por espacio de tres años pasé y repasé a mis solas todas mis escripturas y las torné a emendar y dividilas por libros, en doze libros, y cada libro por capítulos, y algunos libros por capítulos y párraphos. Después de esto, siendo provincial el padre fray Miguel Navarro y guardián del convento de México el padre fray Diego de Mendoça, con su favor se sacaron en blanco, de buena letra, todos los doze libros, y se emendó y sacó en blanco la postilla y los cantares, y se hizo un arte de la lengua mexicana con un vocabulario apéndiz, y los mexicanos emendaron y añadieron muchas cosas a los doze libros cuando se iban sacando en blanco. De manera que el primer cedaço por donde mis obras se cernieron fueron los de Tepepulco; el segundo, los de Tlatilulco; el tercero, los de México; y en todos estos escrutinios huvo gramáticos colegiales. El principal y más sabio fue Antonio Valeriano, vezino de Azcaputzalco; otro, poco menos que éste, fue Alonso Vegerano, vezino de Cuauhtitlan; otro fue Martín Jacobita, de que arriba hize mención; otro Pedro de San Buenaventura, vezino de Cuauhtitlan; todos espertos en tres lenguas: latina, española y indiana. Los escrivanos que sacaron de buena letra todas las obras son: Diego de Grado, vezino del Tlatilulco, del barrio de la Concepción; Bonifacio Maximiliano, vezino del Tlatilulco, del barrio de Sant Martín; Mateo Severino, vezino de Xuchimilco, de la parte de Ullac.

Desque estas escrituras estuvieron sacadas en blanco, con el favor de los padres arriba nombrados, en que se gastaron hartos tomines con los escrivientes, el autor de ellas demandó al padre comissario fray Francisco de Ribera que se viesen de tres o cuatro religiosos, para que aquellos dixessen lo que les parecía de ellas, en el capítulo provincial que estava propincuo, los cuales las vieron y dieron relación de ellas al difinitorio en el mismo capítulo, diziendo lo que los parecía; y dixeron en el difinitorio que eran escrituras de mucha estima y que devían ser favorecidas para que se acabasen. Algunos de los difinidores les paresció que era contra la pobreza gastar dineros en escrivi[r]se aquellas escrituras, y ansí mandaron al autor que despidiese a los escrivanos y que él solo escriviesse de su mano lo que quisiese en ellas. El cual como era mayor de setenta años y por temblor de la mano no puede escrivir nada ni se pudo alcançar dispensación de este mandamiento, estuviéronse las escrituras sin hazer nada en ellas más de cinco años.

En este tiempo, en el capítulo siguiente, fue elegido por custos custodum para el capítulo general el padre fray Miguel Navarro, y por provincial fray Alonso de Escalona. En este tiempo el autor hizo un sumario de todos los libros y de todos los capítulos de cada libro, y los prólogos, donde en brevedad se dezía todo lo que se contenía en los libros. Este sumario llevó a España el padre fray Miguel Navarro y su compañero el padre fray Hierónimo de Mendieta, y ansí se supo en España lo que estava escrito cerca de las cosas de esta tierra. En este medio tiempo el padre provincial tomó todos los libros al dicho autor y se esparzieron por toda la provincia, donde fueron vistos de muchos religiosos y aprovados por muy preciosos y provechosos.

Después de algunos años, bolviendo de capítulo general el padre fray Miguel Navarro, el cual vino por comissario de estas partes, en censuras tornó a recoger los dichos libros a petición del autor; y desque estuvieron recogidos de ahí a un año, poco más o menos, vinieron a poder del autor. En este tiempo ninguna cosa se hizo en ellos, ni huvo quien favoreciese para acabarse de traduzir en romance, hasta que el padre Comissario general fray Rodrigo de Sequera vino a estas partes y los vio y se contentó mucho de ellos, y mandó al dicho autor que los traduxese en romance, y proveyó de todo lo necessario para que se escriviesen de nuevo, la lengua mexicana en una coluna y el romance en la otra, para los embiar a España, porque los procuró el ilustríssimo señor don Juan de Ovando, presidente del Consejo de Indias, porque tenía noticias de estos libros por razón del sumario que el dicho padre fray Miguel Navarro havía llevado a España, como arriba se dixo.

Todo lo sobredicho haze al propósito de que se entienda que esta obra ha sido examinada y apurada por muchos, y en muchos años, y se han passado muchos trabajos y desgracias hasta ponerla en el estado que agora está.

Fin del prólogo



Al sincero lector

Es de notar, para la inteligencia del calendario que se sigue, que los meses son desiguales de los nuestros en número y en días, porque los meses de estos naturales son diez y ocho, y cada uno de ellos no tiene más de veinte días, y así son todos los días que se contienen en estos meses trezientos y sesenta. Los cinco días postreros del año no vienen en cuenta de ningún mes, mas antes los dexan fuera de la cuenta por baldíos.

Van señalados los meses de estos naturales al principio del calendario por su cuenta y letras del abecé; de la otra parte contraria, van señalados los nuestros meses por letras del abecé y por su cuenta; y ansí se puede fácilmente entender cada fiesta de las suyas en qué día caía de los nuestros meses.

Las fiestas movibles que están al fin del calendario recopiladas, salen de otra manera de cuenta que usavan en el arte adivinatoria que contiene dozientos y sesenta días, en la cual hay fiestas, y como esta cuenta no va con la cuenta del año, ni tiene tantos días, vienen las fiestas a variarse cayendo en días diferentes un año de otro.

Libro segundo: que trata de las fiestas y sacrificios con que estos naturales honravan a sus dioses en el tiempo de su infidelidad