Comentario
Capítulo sexto
Del lenguaje y afectos que usavan orando [a] Tezcatlipuca, demandándole tuviesse por bien de quitar del señorío, por muerte o por otra vía, al señor que no hazía bien su oficio. Es oración o maldición del mayor sátrapa contra el señor, donde se pone muy estremado lenguaje y muy delicadas metáphoras
¡Oh, señor nuestro humaníssimo, que hazéis sombra a todos los que a vos se llegan, como el árbol de muy gran altura y anchura! Sois invisible y impalpable, y tenemos entendido que penetráis con vuestra vista las piedras y árboles, viendo lo que dentro está ascondido. Y por la misma razón veis y entendéis lo que está dentro de nuestros coraçones, y veis nuestros pensamientos. Nuestras ánimas en vuestra presencia son como un poco de humo y de niebla que se levanta de la tierra. No se os puede agora asconder, señor, las obras y manera de bivir de fulano: veis y sabéis sus cosas, y la causa de su altivez y ambición, que tiene un coraçón cruel y duro y usa de la dignidad que le havéis dado, así como el borracho usa del vino, y como el loco de los beleños; esto es, que la riqueza y dignidad y abundancia que por breve tiempo le havéis dado, que se passa como el sueño del señorío y trono vuestro que posee, esto le desatina y altiveze y desasossiega, y se le buelve en locura, como el que come beleños que le aloquezen. Así a éste la prosperidad le haze que a todos menosprecie y a ninguno tenga en nada. Parece que su coraçón está armado de espinas muy agudas, y también su cara. Y esto bien se parece en su manera de bivir y en su manera de hablar, que ninguna cosa haze ni dize que dé contento a nadie; no cura de nadie, ni toma consejo con nadie; bive según su parecer y según su antojo.
¡Oh, señor nuestro humaníssimo y amparador de todos y proveedor de todas las cosas, y criador y hazedor de todos! Esto es muy cierto, que él se ha desbaratado y desatinado, y se ha hecho como hijo desagradecido de los beneficios de su padre, y está hecho como un borracho que no tiene seso. Las mercedes que le havéis hecho y la dignidad en que le havéis puesto ha sido la ocasión de su perdición. Allende de lo dicho, tiene otra cosa harto reprensible y dañosa, que no es devoto, ni ora a los dioses, ni llora delante de ellos, ni se entristeze por sus pecados, ni sospira. Y esto le procede de haverse desatinado en los vicios como borracho; anda como una persona baldía y vazía y muy desatinada; no tiene consideración de quién es ni del oficio que tiene. Ciertamente deshonra y afrenta a la dignidad y trono que tiene, que es cosa vuestra y devía ser muy honrada y reverenciada, porque de ella depende la justicia y rectitud de la judicatura que tenéis para el sustento y buen regimiento de vuestro pueblo, vos, que sois amparador de todos, y para que la gente baxa no sea agraviada y opremida de los mayores. Asimismo de ella depende el castigo y humillación de aquellos que no tienen respecto a vuestro trono y dignidad. Y también los mercaderes, que son a quien vos confiáis más de vuestras riquezas y discurren y andan por todo el mundo y por las montañas y despoblados, buscando con lágrimas vuestros dones y mercedes y regalos, lo cual vos dais con dificultad y a quien son vuestros amigos. Todo esto rescibe detrimento con no hazer él su oficio como deve.
¡Oh, señor! Que no solamente os deshonra en lo ya dicho, pero aun también cuando nos solemos juntar a cantar y tañer los vuestros cantares donde demandamos las vuestras mercedes y dones, y donde sois alabado y rogado, y donde los tristes y afligidos y pobres se esfuerçan y consuelan, y los que son cobardes se esfuerçan para morir en la guerra, en este lugar sancto y tan digno de reverencia haze este hombre disoluciones y destruye la devoción y desasossiega a los que en este lugar os sirven y alaban, en el cual vos juntáis y señaláis a los que son vuestros amigos, como el pastor que señala sus ovejas, cuando se cantan vuestros loores. Y pues que vos, señor, oís y sabéis ser verdad todo lo que he dicho en vuestra presencia, no hay más sino que hagáis vuestra sancta voluntad y el beneplácito de vuestro coraçón, remediando este negocio. A lo menos, señor, castigalde de tal manera que sea escarmiento para los demás, para que no le imiten en su mal bivir. Véngale de vuestra mano el castigo según que a vos pareciere, ora sea enfermedad ora otra cualquiera aflicción, o le privad del señorío para que pongáis a otro de vuestros amigos que sea humilde y devoto y penitente, que tenéis vos muchos tales, que no os faltan tales personas cuales son menester para este oficio, los cuales os están esperando y llamando y los tenéis conoscidos por muy amigos y siervos que lloran y sospiran en vuestra presencia cada día. Elegid alguno de éstos y tomad alguno de éstos, para que tenga la dignidad de este vuestro reino y señorío; hazed experiencia de alguno de éstos. ¿Cuál de estas cosas ya dichas quiere vuestra magestad conceder: o quitarle el señorío y dignidad y riquezas con que se ensoberveze, y darlo a alguno que sea devoto y penitente y os ruegue con humildad, y sea hábil y de buen ingenio, humilde y obediente; o, por ventura, sois servido que éste a quien han ensobervezido vuestros beneficios caya en pobreza y en miseria, como uno de los más pobres rústicos que apenas alcançan qué comer ni qué bever ni qué vestir, o, por ventura, plaze a vuestra magestad de hazerle un rezio castigo de que se tulla todo el cuerpo, o incurra en ceguedad de los ojos, o se le pudran los miembros; o, por ventura, sois servido de sacarle de este mundo por muerte corporal y que se vaya al infierno, a la casa de las tinieblas y oscuridad donde hemos de ir todos, adonde están nuestro padre y nuestra madre la diosa del infierno y el dios del infierno? Paréceme, señor, que esto le conviene más para que descanse su coraçón y su cuerpo allá en el infierno con sus antepassados que están ya allá en el infierno.
¡Oh, señor, humaníssimo! ¿Qué es lo que más quiere vuestro coraçón? ¡Vuestra voluntad sea hecha! A esto que ruego a vuestra magestad no me mueve imbidia ni odio, ni con tal intención he venido a vuestra presencia. Lo que me mueve no es otra cosa sino el robo y mal tratamiento que se haze a los populares, y la paz y prosperidad de ellos. No querría, señor, provocar contra mí vuestra ira y indignación, que soy hombre baxo y rústico. Bien sé, señor, que penetráis los coraçones y sabéis los pensamientos de todos los mortales.