Comentario
Capítulo 11
De lo que dize otro orador en acabando el primero, mostrando brevemente el alegría de todo el reino por su elección, y mostrando el deseo que todos sus basallos tienen de su larga vida y prosperidad. No lleva esta oración tanta gravedad ni tanto coturno como la pasada
¡Oh, señor nuestro sereníssimo y humaníssimo, y rey nuestro muy generoso y muy valeroso, más precioso que todas las piedras preciosas, aunque sea el zafiro! ¿Por ventura es cosa de sueño lo que vemos? ¿Por ventura estamos borrachos en ver lo que nuestro señor dios ha hecho con nosotros en darte por rey y señor? Y es que ha [e]mbiado sobre nosotros nuestro señor dios un sol nuevo muy resplandeciente y una luz como la del alva, y un milagro y maravilla grande, una gran pascua y fiesta de gran regozijo.
¡Oh, señor, que vos solo havéis merecido esta empresa de ser señor de este reino, donde os ha puesto nuestro señor dios por rey y señor, el cual dexaron vuestros abuelos que os precedieron! ¡Oh, señor, que a vos solo ha tenido por digno nuestro señor dios de este reino y de este señorío! Porque vosotros, señores nuestros, que sois como piedras preciosas, chalchihuites y zafiros, como cuentas y juelas de oro, sois dignos de estas honras y dignidades. Agora, señor, engrandecéis y sublimáis los adereços y atavíos del señorío y de este reino con que los señores se suelen componer y ataviar. Señor nuestro, muchos días ha que este reino y señorío os tiene desseado como quien con gran sed y hambre dessea comer y bever, y como el hijo dessea ver a su padre y a su madre estando absente de ellos. Llora y aflígesse y dessea la gente de este pueblo que la rijáis y governéis. Por ventura mereceremos que algunos días y años vean vuestra cara muy deseada vuestros basallos y siervos, y os tengan como prestado y gozen de vuestra persona y de vuestro govierno. O por ventura por los pecados del pueblo seremos huérfanos de vuestra persona ante de tiempo, si por nuestros deméritos nuestro señor dios os llamare y llevare para sí, o vos os fuéredes para vuestro padre y madre, el dios del infierno llamado Mictlantecutli; o por ventura, yendo a la guerra y peleando en el campo, donde suelen morir los valientes y esforçados, combidaréis con vuestra sangre y con vuestro cuerpo a los dioses del cielo, y os iréis para vuestro padre y vuestra madre el sol y el dios de la tierra, y os iréis adonde están los hombres valientes y esforçados como águilas y tigres, los cuales regocijan y festejan al sol, el cual se llama Tiacáuh in Cuauhtleoánitl, el cual se contenta mucho y recibe gran recreación en gustar la sangre de éstos que, como valientes, la derramaron. No sabemos lo que dios tiene determinado; esperemos su sentencia.
¡Oh, señor! Viváis muchos años para hazer prósperamente vuestro oficio. Poned el hombro a la carga; poneos debaxo de la carga muy pesada y trabajosa, y tended vuestras alas y vuestra cola para que debaxo de ellas amparéis a vuestros súbditos, que los havéis de llevar como carga.
¡Oh, señor! Entre vuestro pueblo y vuestra gente debaxo de vuestra sombra, porque sois un árbol que se llama púchotl o auéuetl, que tiene gran sombra y gran rueda, donde muchos están puestos a su sombra y a su ámparo, que para esso os ha puesto en este cargo. Plega a dios de os hazer tan próspero en vuestro regimiento, que todos vuestros súbditos y basallos sean ricos y bienaventurados. Señor nuestro, con estas pocas palabras he besado vuestros pies y vuestras manos, e hablado a vuestro coraçón y a vuestro cuerpo. ¡Oh, bienaventurado señor! Bivid y reinad por muchos años, ayudando a nuestro señor dios con este oficio, y tomad mucho norabuena vuestro reino y señorío, encima de vuestros hombros. Ya he dicho.
El que ora diziendo esta oración está en pie y descalço. Quitóse las cotaras para començar a orar; anudóse la manta sobre el hombro, que es señal de humildad. Y el señor cuando le dize esta oración, levántase o pónese en coclillas, buelta la cara al que ora; en el tiempo de la oración no buelve la cabeça a ninguna parte y tiene los ojos puestos en el orador. En la manera del estar sentado muestra su magestad y gravedad. Y acabada la oración, responde algunas breves palabras o manda algún orador suyo que responda, que está a su lado; y si habla el mismo señor, dize lo que sigue.