Comentario
Más alegatos y el comienzo del memorial o historia
El que López Cerrato, presidente de la Audiencia, no se ocupara en dar cabal cumplimiento a lo obtenido en España por Bernal, fue motivo de que éste le cobrara no poca ojeriza. Se conserva una carta del 22 de febrero de 1552 en la que Bernal se dirige al emperador para informarle, en su calidad de regidor, acerca del comportamiento de López Cerrato. En ella comienza por invocar, una vez más, sus propios merecimientos:
Bien creo que se tendrá noticia de mí en vuestro Real Consejo de Indias y cómo he servido a vuestra majestad desde que era bien mancebo hasta ahora que estoy en senectud [¡cerca de 57 años, quien alcanzaría los 89!]14.
A continuación pasa a enumerar los varios cargos en contra de López Cerrato. Tenía --escribe-- apariencias y muestras de hacer justicia... Incluso él mismo ha escrito a vuestra majestad que hizo y que hizo, y que sirvió, que sirvió..., ganándose así un cierto buen crédito. Sin embargo, la realidad era otra. No atendió debidamente a las tasaciones para conocer qué pueblos tienen los encomenderos y cómo se sostienen en ellos. Tampoco ha cumplido --según tiene mandado-- con preferir a los conquistadores y casados pobladores, y ayudar a casar hijas y huérfanos de conquistadores y pobres en los aprovechamientos de estas tierras [que] les ayudasen a sustentar... Por el contrario, ha protegido a sus parientes y paniaguados y ha cohechado a otros de los oidores.
El que llegaría a ser estilo característico de Bernal --que por ese tiempo ponía ya manos a la obra de escribir su memorial o historia-- queda de manifiesto en esta carta. En ella, al igual que en la Historia verdadera, las personas no sólo son mencionadas sino que, como de bulto, aparecen actuando y hablando. Recuerda así Bernal la forma de comportarse de López Cerrato cuando algún pobre conquistador viene a él a demandarle que le ayude a sustentarse para sus hijos y mujer si es casado... Viva es la pintura de la subsiguiente reacción del presidente de la Audiencia:
Les responde con cara feroz y con una manera de meneos, en una silla, que aun para la autoridad de un hombre que no sea de mucha arte no conviene, cuánto más para un presidente, y les dice: ¿Quién os mandó venir a conquistar? ¿Mandóos su majestad? Mostrad su carta; andad, que basta lo que habéis robado15.
Lo que ocurrió algún tiempo después, es decir, la remoción de López Cerrato de su cargo, debió alegrar a Bernal. Pudo él jactarse entonces con sus amigos de la importancia que le parecía se concedía en España a sus denuncias. Entre los nuevos oidores que llegaron luego a Guatemala hubo uno que es bien conocido de los estudiosos de la historia de la Nueva España. Era éste don Alonso de Zorita, que primero había ocupado un cargo semejante en Santo Domingo y, después de estar en Guatemala, pasó a México. A su interés por conocer la organización social y económica de los antiguos mexicanos se debe una Sumaria relación de los señores de la Nueva España, así como una mucho más extensa Historia de la Nueva España, sólo en parte publicada16.
Gracias al mismo Zorita consta que Bernal entabló relaciones con él. Justamente en la segunda de las obras suyas cuyos títulos he dado, al hablar Zorita de quienes han escrito sobre historia novohispana, menciona a Bernal, diciendo de él que es
Vecino de Guatemala, donde tiene un buen repartimiento y fue conquistador en aquella tierra y en Nueva España y en Guacacynalco [¿Coatzacoalcos?]. Me dijo, estando yo por oidor en la Real Audiencia de los Confines, que reside en la ciudad de Santiago de Guatemala, que escribía la historia de aquella tierra, y me mostró parte de lo que tenía escrito; no sé si la acabó ni si ha salido a luz17.
Dado que Zorita actuó como oidor en Guatemala de 1553 a 1557, cabe inferir que Bernal se había puesto ya a escribir su historia por lo menos desde esos años. Si bien trataré luego de expresar un punto de vista acerca de por qué se metió Bernal a hacer oficio de cronista, señalaré aquí al menos un indicio. No parece extraño encontrar que un hombre tan dado a exhibir sus méritos para obtener mercedes, especie de procurador de sí mismo en México, España y Guatemala, excelente conversador además, a fuerza de tanto recordar sus hechos, se decidiera al fin a poner por escrito lo que llamaré sus memorias. Otras circunstancias concurrentes --según veremos-- darían mayor pábulo a su intento.
De otro alegato bernalesco, algo posterior, pues data de 1558, se tienen noticias a través de dos cartas dirigidas, una al rey Felipe II y otra a fray Bartolomé de las Casas. El caso fue que un Francisco de Valle había solicitado del Consejo de Indias se le concedieran unas tierras para labranza por las que había hecho entrega de una suma de dinero a sus dueños indígenas. Dichas tierras pertenecían precisamente a aquellos que Bernal tenía encomendados, naturales de los pueblos de San Pedro y San Juan Zacatepequez. Para impedir este abuso, en detrimento tanto de sus encomendados como de sus propios intereses --pues de enajenarse esas tierras, más difícil les sería a ellos cumplir con sus tributos-- concibió Bernal obtener la intervención de fray Bartolomé, a quien llama padre y defensor destos probes indios. Por tal motivo, al escribirle, le remitió asimismo otra carta, dirigida al rey, para que el padre Las Casas se la mande poner en sus manos.
El carácter de Bernal, hombre pintorescamente picado de vanidad, vuelve a relucir en ambas cartas. En la que va para Las Casas --a quien recuerda que se conocen más de cuarenta años a esta parte-- tras referirle cómo hay buena manera de cristiandad e policía en los pueblos que él tiene encomendados, añade que, por esto vuestra señoría me loaría muy dello, como en todas partes me loan y aun acá en la real Audiencia; estos religiosos que lo saben para dar más exemplo a otros encomenderos que lo hagan como yo...18
A su vez, en la que envía para ser entregada al rey --después de solicitar se impida a Francisco de Valle se adueñe de las tierras de los indios-- torna Bernal a hacer sumaria recordación de sus orígenes y merecimientos.
Yo soy hijo de Francisco Díaz, el Galán, vuestro regidor que fue de Medina del Campo, que haya santa gloria, y soy en esta ciudad vuestro regidor, y al presente vuestro fiel ejecutor por vuestra real Audiencia y por votos del Cabildo... Y he servido a vuestra majestad en estas partes de cuarenta años a esta parte, porque me hallé en el descubrir y conquistar de México con el marqués del Valle, lo cual antes de ahora consta en vuestro Real Consejo de Indias, y lo sabe bien don fray Bartolomé de las Casas, obispo que fue de Chiapa...19
Un doble comentario cabe hacer respecto de estas cartas. Por una parte resalta en ellas la habilidad, fruto de ya larga experiencia, de Bernal como litigante. Y por cierto que triunfó en su causa. Por otra, es también visible que, habituado como estaba a hacer evocación de sus propios hechos al ir escribiendo su Historia, le resultaba fácil pergeñar en pocas líneas lo que hoy pomposamente llamaríamos su curriculum vitae.
Si por ese tiempo, como lo hemos visto gracias al testimonio expreso de don Alonso de Zorita, tenía Bernal ya escrita una parte de su historia, circunstancia concurrente fue entonces que cayera en sus manos un ejemplar de la obra de Francisco López de Gómara. Ya he citado las palabras con que tan vívidamente describe su reacción. Le impresionó primero, el buen estilo y gran retórica de esa obra y así se quedó perplejo y pensó en dejar ya de escribir. Pero luego, al volver a Gómara y ver cómo --desde el principio, medio y hasta el cabo no llevaba buena relación y va muy al contrario de lo que fue e pasó en la Nueva España (XVIII)-- cambió de opinión.
Después de enumerar los muchos errores que ha descubierto en la dicha historia, su reacción final es que, aun cuando su propio trabajo pueda parecer cosa grosera, había que continuarlo, entre otras cosas para poner todo en su punto:
Y quiero volver con la pluma en la mano, como el buen piloto lleva la sonda por la mar, descubriendo los bajos cuando siente que los hay, así haré yo en caminar a la verdad de lo que pasó... (XVIII).
Ha interesado a muchos precisar el año en que Bernal se topó con la obra de Gómara y luego con las de quienes --inspirados en este último-- Gonzalo de Illescas y Paulo Jovio, escribieron también acerca de Cortés y la conquista. El asunto, aunque es de interés, no es en modo alguno de importancia decisiva. Si la primera edición de la historia de Gómara apareció en 1552 y a ella siguieron otras dos, en 1553 y 1554, bien pudo Bernal haberla conocido en la segunda mitad de la década de los cincuenta. De los otros autores --mentados asimismo por Bernal-- la Historia pontifical de Illescas apareció en 1564, en tanto que la traducción española del libro de Jovio, Elogios o vidas de los caballeros antiguos y modernos, ilustres en valor de guerra..., se publicó en 1568. Obvio es que la noticia acerca de estos dos últimos debió llegarle tiempo más tarde.
Bernal, tan enfrascado en hacer defensa de sus méritos y añadiré que tan avezado litigante, metido además al oficio de cronista por propia voluntad, encontró en la obra de Gómara y luego en los mucho más breves capítulos de Illescas y Jovio, una cierta forma de estímulo. Este aflora en muchos lugares de su Historia verdadera. Quiere él --como lo escribió-- volver con la pluma en la mano, como el buen piloto lleva la sonda por la mar... Y, según lo asentó en donde comienza la relación de la historia --capítulo I del manuscrito que se conserva en Guatemala--, tiene decidido propósito de relatar en lo que yo me hallé y vi y entendí y se me acordare, puesto que no vaya con aquel ornato tan encumbrado y estilo delicado que se requiere, yo lo escribiré con la ayuda de Dios con la recta verdad, allegándome al parecer de los sabios varones que dicen que la buena retórica y pulidez en lo que escribieren es decir verdad y no sublimar y decir lisonjas a unos capitanes y abajar a otros, en especial en una relación como ésta que siempre ha de quedar memoria de ella (man. Guatemala, cap. I).
Esto, que muy probablemente expresó Berna en una de las últimas fases de su elaboración histórica, al retocar y corregir lo que escribía, muestra a las claras el sentido y valor que daba a su trabajo. Toda proporción guardada, la frase de una relación como ésta que siempre ha de quedar memoria de ella, recuerda de algún modo la sentencia de Tucídides respecto de lo que escribía en su Historia de la guerra del Peloponeso: mi intención es componer... una historia provechosa, que dure para siempre20.