Comentario
En el mundo hispánico, sobre todo en la Castilla moderna, se contabilizaba gran número de indigentes, sujetos que habían perdido los medios para sostenerse a sí mismos y a sus familias. Dejando aparte a aquellos que fingían una situación de carencia para no trabajar, encontramos que la mayor parte de los pobres eran mujeres, niños y ancianos. El elevado número de mujeres pobres se explica en primer lugar por la alta mortalidad masculina en la Edad Moderna: las levas militares se dirigían a hombres entre los 16 y los 65 años, y los llevaban a combatir en los numerosos campos de batalla que se abrieron a lo largo del dominio hispánico en Europa: Flandes, Italia, Portugal, Alemania, Francia, en el siglo XVII también Cataluña y en el XVIII América.
Por otro lado, aunque está documentado desde muy pronto el paso de mujeres a América, la mayoría de los que viajaban eran hombres, que dejaban atrás a sus familias y en especial a sus mujeres a cargo de las mismas. Así, ausente o muerto el cabeza de familia, quien por lo general era el responsable de sacarla adelante, las mujeres debían desempeñar labores para las que no estaban capacitadas, y se veían expuestas a caer en la miseria.
Si a ello sumamos los desastres climatológicos que suponían malas cosechas, las epidemias, la emigración a lugares más prósperos en busca de trabajo y la realidad de que resultaba más difícil para una mujer encontrar un trabajo digno, se tiene como resultado ese elevado número de mujeres pobres, con o sin hijos, que deambulaban por los reinos peninsulares mendigando limosna.
En cualquier caso la mendicidad era un fenómeno tan extendido y perjudicial en la sociedad moderna, que muchos monarcas, virreyes y alcaldes se propusieron acabar con ella por medios legales. De ahí la disputa entre Domingo de Soto y Juan de Robles, conocidos teólogos de la Escuela de Salamanca sobre si resultaba útil socialmente su prohibición, aunque también se planteaba su alcance moral. Sobre el debate puede consultarse:
Santolaria Sierra, Félix F. (2003). El gran debate sobre los pobres en el siglo XVI: Domingo de Soto y Juan de Robles 1545. Ariel
Dicho sea de paso, este debate muestra la amplitud de las preocupaciones de los teólogos de Salamanca, no encerrados en disputas meramente teológicas, sino alarmados por temas que alcanzaban de pleno a la sociedad.
Como contrapartida, en esta época estaba fuertemente arraigada la mentalidad y costumbre de ayudar a los necesitados. Una persona honorable no podía ignorar las carencias de los que le interpelaban por las calles, ni hacer caso omiso de las obras pías emprendidas por la Iglesia, las cofradías u otros particulares. La actitud de instituciones y ayuntamientos ante la pobreza era positiva: se fundaban hospicios y casas de beneficencia; en ayuntamientos, conventos y algunas casas nobiliarias se ofrecía comida gratuita a los mendigos (costumbre inmortalizada por Murillo en "La sopa boba".