Comentario
El mosaico de grupos, culturas y civilizaciones de Europa central y septentrional viene definido tradicionalmente por la arqueología cerámica, pues, es esta parte del equipamiento material la que marca sus características específicas y su distribución geográfica; pero el estudio y la comprensión del proceso de neolitización es una tarea más compleja que la búsqueda reiterada de los fósiles-directores, y abraza una complicada trama de aspectos sociales y económicos que, sin duda, nos lo definen de forma más histórica; y además, la aparición misma de la cerámica puede preceder, suceder y hasta permanecer independiente de las innovaciones económicas. En todo caso, siempre habrá que tener en cuenta los cambios en el modo de fabricación, forma y decoración que caracterizan estos elementos a lo largo del Neolítico, en estas áreas europeas.
Para el conjunto de estos territorios, diversos autores hacen hincapié en el hecho que se produjeron contactos claros entre la población indígena y los inmigrantes neolíticos, con consecuencias históricas de relevancia, mientras que otros dan una mayor importancia a la diversificación precedente de los grupos culturales, antes del mismo inicio del proceso neolitizador, por lo que las nuevas formas socioeconómicas serán complejas y tendrán multitud de comportamientos según las regiones. En definitiva, pues, se trata de observar cómo tampoco para la parte centro-norte de Europa y a diferentes escalas espacio-temporales podemos pensar en una dinámica única y homogénea de la aparición y el desarrollo de las primeras comunidades campesinas; el fenómeno, no obstante, compartirá una serie de variables comunes que parecen bien establecidas.
La visión tradicional que prevalecía hasta los años sesenta-setenta nos hablaba de una neolitización lineal y en dos fases principales: eran el Danubiano I y II de Childe. La agricultura y la ganadería, los grandes asentamientos con economía de producción, se establecieron en las zonas más fértiles a lo largo de los principales ríos europeos; éstos, a su vez, sirvieron de ejes de la colonización a los nuevos pueblos agrícolas. Aunque de manera un poco simplificada, ésta es la idea que aún prevalece implícita en algunas interpretaciones, ya que incluso hoy día se sigue destacando dos momentos clave en el proceso de consolidación de las primeras sociedades campesinas de la Europa continental.
Con este modelo general como marco de referencia, se desarrolló posteriormente una teoría de explicación más amplia que seguía esquemas difusionistas. En la aparición de las primeras sociedades campesinas de Europa había que contemplar dos grandes tradiciones o corrientes: la que se desarrollaba por la Europa mediterránea, la más antigua (cerámicas cardiales), y la que abrazará la Europa continental, más reciente (cerámica de bandas). En la actualidad se han elaborado nuevas interpretaciones al respecto que, aunque se mantienen en el marco general del difusionismo, intentan precisar y rehuir el simplismo y el mecanicismo de los postulados anteriores.
Durante el Postglaciar la economía sufre un cambio importante y muy significativo: la aparición del cultivo de los cereales y la ganadería. Se explotan nuevos recursos y se recurre a diferentes soluciones tecnológicas para esta nueva diversidad productiva. De esta manera se modifican los tipos de habitación y de subsistencia: los asentamientos se fijan durante más tiempo en el territorio explotado y la alimentación resulta más segura y productiva. Fruto -o motor, según se analice- de este cambio económico será el crecimiento demográfico y el desarrollo social.
Toda esta dinámica no puede explicarse sólo por el origen exógeno de un proceso ya plenamente formado, aunque como hemos visto, estos autores consideran evidente, basándose en las dataciones radiocarbónicas, el flujo Próximo Oriente-Europa (son más antiguas en el primer foco): al contrario, se debe contemplar el conjunto de la interrelación entre los aspectos que generarían las colonizaciones intrusivas, las soluciones escogidas ante los problemas indígenas y, por último, los mismos frutos de la experimentación autóctona.
Diversos factores ambientales condicionaron estos procesos socioeconómicos: un clima cálido y más húmedo de la fase Atlántica, el clímax de la cobertura boscosa y el enriquecimiento de los suelos (clima, erosión de vertientes, aluviones, aportaciones eólicas). Precisamente en estos momentos empieza a documentarse, al margen de los efectos del clima, la intervención humana, que ya afecta considerablemente a los terrenos naturales (desmontes, cultivos...). Pero también serán importantes otros elementos quizá más regionales: en las zonas litorales se llega a la cota máxima del nivel marino y se compensan los movimientos isostáticos, las tierras del Báltico interior se recuperan y se produce el avance de las aguas de la cuenca meridional del mar del Norte.
Las nuevas estrategias económicas de este periodo, en conjunción con las tradicionales actividades de subsistencia (caza, recolección de vegetales silvestres), marcarán unos patrones de asentamiento específicos, que principalmente vendrán determinados por las necesidades del trabajo agrícola y ganadero.