Época: Los viajes de Colón
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1492 D.C.

Antecedente:
El gran ciclo colombino



Comentario

Dos pequeños países de Europa meridional, Portugal y España, habían recogido la tradición náutica europea y estaban surcando el Atlántico meridional con un nuevo tipo de embarcación, la carabela. Los portugueses fueron los primeros en lanzarse al Océano, pues concluyeron antes su reconquista. Tras sufragar el descubrimiento de las Canarias en 1336, iniciaron una serie de exploraciones que les permitió hallar las Madeira y Azores, pobladas a partir de 1418 con gentes del Algarve. Don Enrique el Navegante (1394-1460), hijo y hermano de monarcas portugueses, recibió en señorío los archipiélagos atlánticos, así como derechos de exploración y pesca en la costa africana. Dedicó su vida a la exploración de la costa occidental africana, aprovechando las cualidades de navegación de la carabela. Este tipo de embarcación fue inventada posiblemente en el sur de Portugal poco antes de 1441, cuando se registra la primera mención a ella. De allí pasó inmediatamente a la cercana costa occidental andaluza. La carabela era una síntesis de las embarcaciones europeas del norte y del Mediterráneo. De las primeras tomó su alto bordo, su casco redondo con gran capacidad de carga, sus velas cuadradas con rizos y bonetas, y el timón central. De la tradición mediterránea tomó la solidez de la construcción del casco, con cuadernas de roble, y el afilamiento de su línea, así como las velas latinas (que permitían navegar con viento de costado), y la multitud de mástiles y velas. Resultó así un buque redondo, pero veloz y, sobre todo, maniobrero. Incluso podía explorar costas con bajos. Cuando estuvo totalmente perfeccionado llegó a tener tres mástiles, con velas cuadradas y latinas y una eslora (oscilaba de 15 a 25 metros), que era cuatro veces la manga. Podía almacenar entre 30 y 80 toneladas de arqueo. Suficiente para cargar el alimento, agua y leña que necesitaban sus 20 a 40 tripulantes durante varios meses de navegación. Era, en suma, un vehículo náutico de gran autonomía. Otra de sus dotes era poder navegar con viento contrario, de bolina. Para ello se utilizaba un lastrado móvil (un peso que se pasaba a popa para hundirla y luego volvía a proa), que evitaba los bandazos laterales.
Los portugueses habían doblado el Cabo Bojador en 1434 y en 1444 alcanzaron las bocas del Senegal, donde se configuraron su gran negocio: esclavos, marfil, pimienta africana y cera a cambio de manufacturas europeas, caballos y sal. En 1475 descubrieron lo que luego se llamaría la "volta da Mina" o ruta de regreso desde el golfo de Guinea. Para ello había que separarse de la costa africana y navegar con auxilio de la brújula hacia el sur, coger los alisios y la corriente ecuatorial, y poner luego rumbo hacia el oeste hasta alcanzar la latitud de las Azores, desde donde los vientos soplaban ya a Portugal. En 1479-80 se firmó el Tratado de Alcaçobas-Toledo, por el que los castellanos se quedaron con las Canarias y los portugueses con el resto de África. En 1482 se efectuó el primer viaje de Diego Cao al sur del Congo y se fundó la gran factoría de Sáo Jorge da Mina (fondeadero, almacén, aldea de comercio y fortificación), que tanto impresionó a Colón.

Castilla impulsó menos las exploraciones. Aunque era el estado más poderoso de la Península, pues tenía más de cuatro millones de habitantes (Aragón tenía 865.000 y Portugal no llegaba al millón) y contaba con una antigua tradición atlántica (los castellanos lucharon contra los ingleses por el dominio del Canal de la Mancha, derrotándoles el año 1372 en la batalla naval de La Rochela), no pudo dedicarse a los descubrimientos por haberse embarcado sus reyes en la obra de estructuración de la unidad española, que no acabó hasta 1492. Tras una larga guerra civil entre los partidarios de doña Isabel la Católica y de doña Juana la Beltraneja, los castellanos marcharon a la reconquista de Granada, reino musulmán que comprendía en realidad las provincias de Granada, Málaga y Almería, y que absorbió todos los recursos de la monarquía durante diez interminables años. Pese a esto mantuvieron su presencia en el Atlántico. En 1393 una expedición a Lanzarote dominó sus principales reinos indígenas y abrió el camino hacia la conquista, continuada en 1402-03 por los aventureros normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, el primero de los cuales era vasallo del rey de Castilla. Las islas fueron pasando luego a manos de varias familias castellanas hasta ir a parar a las de Pedro de Herrera, cuando éste se casó con doña Inés de Peraza. En 1477 los Reyes Católicos hicieron realengas Gran Canaria, La Palma y Tenerife (aún sin conquistar), mediante un tratado con el citado matrimonio. Durante la guerra con Portugal se hizo el primer gran establecimiento castellano en el archipiélago, pero Gran Canaria no fue sometida hasta 1483, Las Palmas hasta 1492 y Tenerife hasta 1494. Las Canarias fueron una pieza clave para el descubrimiento de América, pues los castellanos tuvieron con ellas la llave de acceso a los alisios atlánticos