Época: Neolítico
Inicio: Año 5000 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Neolítico Antiguo



Comentario

Con el proceso neolitizador los grupos humanos intervienen sobre el medio con nuevas estrategias de explotación económica: el desarrollo y la expansión de las nuevas técnicas de usos agrícolas y ganaderos del espacio natural, la continuidad de las tradicionales actividades de subsistencia (caza, pesca y recolección) y la explotación de nuevas materias primas para la elaboración de nuevos y distintos instrumentales, modifican substancialmente el paisaje con el que deben interrelacionarse. A partir de este momento el territorio se estructurará progresivamente de manera más compleja y en algunos casos con una clara diferenciación con respecto al periodo inmediatamente anterior del Epipaleolítico, si bien no aparece claramente definida inicialmente una ruptura de los patrones de asentamientos respecto a esta fase citada. La consolidación del Neolítico incidirá, no obstante, en una configuración que se hace mucho más compleja (mayor densidad de asentamientos, relaciones de dependencia mutua entre los mismos, etc.), con el desarrollo de nuevas relaciones sociales y económicas que significan una humanización más profunda y, por tanto, mucho más degradadora. Es interesante, pues, analizar cómo se relacionan las comunidades campesinas con el espacio vivido y cómo afectan estas nuevas formas de vida al registro arqueológico.
Para este tipo de análisis cabría esperar un mayor número de estudios especializados sobre paleoecología de los que en realidad se disponen para la Península. Actualmente aún son pocos y demasiado dispersos los resultados sobre trabajos de fauna y flora fósiles y de sedimentología, entre otros, lo que nos impide realizar una valoración general. Por otra parte, aunque en general se acepta el desarrollo de una economía del tipo agropastoril para los inicios del Neolítico peninsular, es preciso discernir, según las zonas, en qué grado se documentan las actividades agrícolas y las ganaderas, con qué intensidad inciden sobre el territorio y como se complementan con la explotación de otras fuentes de recursos (caza, pesca, recolección), estableciendo su correlación con rastros específicos recuperados en el registro. Este tipo de análisis permitirá establecer una relación entre los datos paleoecológicos y paleoeconómicos con la organización del espacio, el tipo y las características de las ocupaciones y de los asentamientos sobre el territorio.

En la zona catalana, a nivel macro, observamos que los asentamientos del Neolítico inicial se concentran en la depresión prelitoral y las cordilleras limítrofes, aunque posteriormente presentan una mayor extensión (zonas del interior, valles del sistema prepirenaico...). En general, estos asentamientos, en particular los emplazados al aire libre, se sitúan en colinas suaves, sobre terrenos aluviales fértiles, en la proximidad de cursos de agua dulce e incluso en relación con vías de paso natural entre áreas geográficas diferenciadas. Se observa, pues, que estos emplazamientos complementan la explotación de terrenos planos, bien regados y fértiles, aptos para el cultivo de cereales en desarrollo, con la ocupación de zonas de montaña baja y media, a su vez muy adecuados para las prácticas ganaderas. Pero en este esquema caben una serie de matices, pues el registro arqueológico nos muestra una realidad mucho más compleja. Así, los datos directos del registro que nos muestran este tipo de actividad agrícola siguen siendo muy escasos y parcos en cuanto al tipo de explotación/degradación del entorno. Por otra parte, en los asentamientos al aire libre sobre zonas llanas de amplio potencial agrícola se documenta la práctica ganadera y a veces de manera muy importante (Les Guixeres de Vilobí, Plansallosa).

De este tipo de yacimientos conocemos una larga serie de lugares, entre los que destacamos: Puig Mascará en Girona, Can Banús, Les Guixeres de Vilobí, Turó de la Font del Roure, Hort d'en Grimau y Pla de la Bruguera en Barcelona, Barranc d'en Fabra y Timba del Bareny en Tarragona. Pero también se han empezado a documentar nuevos asentamientos en contextos ecológicos diferentes: en las tierras del interior y del valle del Segre (conjunto de la Van de la Femosa), en zonas de altiplanos montañosos (Plansallosa, Girona), en ámbitos lacustres (La Draga de Banyoles, Girona).

Aunque los datos siguen siendo muy fragmentarios por lo que respecta a la estructuración del espacio habitado, podemos resaltar que las construcciones se realizarían principalmente con materiales perecederos (arcilla, adobe, ramaje) o bien con el uso de la piedra, en casos más excepcionales. Así pues, por un lado, se han documentado agujeros de poste, fosas ovaladas o circulares y estructuras de combustión que nos hacen pensar en cabañas sencillas o bien un poco más complejas, con la inclusión de ámbitos para el almacenaje de grano, excavación de fosas de funcionalidad desconocida, etc., que se agruparían en cantidades pequeñas y que ocuparían distintos lugares en un ciclo corto de uso y abandono. Por otro lado, y quizás en puntos con una mayor fijación sedentaria en el territorio, también se empiezan a documentar verdaderos poblados, con una organización espacial interna que resulta bastante compleja: aquí cabe destacar el reciente descubrimiento en Amposta del yacimiento del Barranc d'en Fabra, con cabañas ovaladas de grandes dimensiones delimitadas por muros de piedra seca, enlosados, estructuras de sustentación y de combustión...

El tipo de prácticas agrícolas que se desarrolla es difícil de establecer con exactitud. La constatación del fenómeno de la deforestación es parcialmente conocida por el uso de hachas pulimentadas o la reconstrucción paleoecológica, el trabajo agrícola por la utilización de piezas de hoz, azuelas, molinos de mano, machacadores, pesos de palo de cavar, etc. Subsisten igualmente problemas para establecer el tipo de cultivo, es decir, ¿se trataba de un cultivo cíclico en espacios de corto recorrido, de cultivos de rotación con barbecho corto, o bien una actividad de carácter itinerante con un cultivo de roza para las zonas boscosas (también aprovechable para la ganadería)? A ello cabe añadir la problemática del cultivo de las leguminosas, porque su identificación en el registro puede ayudarnos a una mejor comprensión del trabajo agrícola: así, su presencia, hoy en día detectada en pocos puntos, haría pensar, según R. Buxó, en una rotación/alternancia de los cultivos, mientras que su ausencia representaría la práctica de un cultivo itinerante con el uso del fuego.

En otros sectores, centrándose en los aspectos paleoeconómicos y paleoecológicos de las áreas montañosas, destaca el predominio de la actividad ganadera. Tenemos ejemplos muy significativos en los yacimientos de la Cova del Frare (Matadepera, Barcelona), la Cova de Can Sadurní (Begues, Barcelona) y la Balma Margineda (Andorra), esta última en la zona pirenaica. Para estos casos se ha ampliado el conocimiento de manera sustancial: las ocupaciones en cuevas y abrigos son generalmente de carácter estacional o bien responden a su uso para funciones muy específicas y especializadas. Es en este sentido como podemos empezar a dilucidar posibles interpelaciones entre los distintos tipos de emplazamiento-explotación-ocupación del territorio, según el análisis de las microáreas y los distintos nichos ecológicos, en correlación con el estudio de los paleopaisajes.

Las ocupaciones en cavidades naturales se deben entender, por tanto, como la complementación económica de la explotación agrícola. Para algunos de estos lugares se podría tratar de cuevas que servían para la estabulación o el refugio del ganado, principalmente ovicaprino. Para otros casos, se ha documentado el uso para el almacenaje de los productos agrícolas, ya sea acondicionando el espacio natural con estructuras semiexcavadas en el subsuelo o con la utilización de grandes recipientes cerámicos (por ejemplo, Cova 120). La ganadería predominante, según el registro arqueológico, es la ovicaprina, y por ello podemos deducir un tipo de pastoreo de movimientos cortos, que, por ejemplo, podría recurrir a la explotación de las tierras altas en verano y zonas bajas durante el invierno. Así encontramos ocupaciones en zonas montañosas tan extremas del foco principal como la Balma Margineda o la Cova del Parco (Lleida). En este marco también cabe contemplar las actividades cazadoras, que podemos interpretar como destinadas a minimizar los riesgos de una economía productora de subsistencia aún en desarrollo preliminar o en otros casos, como apuntan algunos autores, como un recurso de control directo sobre los campos de cultivo.

En general, estos aspectos tratados para el noreste peninsular pueden reflejar matizadamente la situación general de las restantes zonas peninsulares en este período.

Por ejemplo, para el País Valenciano, en recientes estudios microrregionales, se ha modificado sustancialmente la visión tradicional según la cual durante las primeras fases del Neolítico el modelo de ocupación consistía, salvo raras excepciones, en la ocupación de cuevas y abrigos; esta situación cambiaría durante el Eneolítico y la progresiva aparición de poblados al aire libre en tierras bajas, proceso que se aceleraría durante la Edad de Bronce. A partir de los nuevos descubrimientos de la zona del Alcoià (Alicante), se constata la presencia de asentamientos al aire libre que coexisten, cronológica y culturalmente, con ocupaciones de cavidades naturales. Según J. Bernabeu, durante el Neolítico de cerámicas impresas esta diferenciación en el patrón de asentamiento obedecería a una dualidad poblacional de la cual ya hemos hablado anteriormente: por un lado, los grupos de lugares donde se desarrollan aún las actividades de caza-recolección como principal fuente de recursos, en contextos de substrato epipaleolítico geométrico (por ejemplo, Cueva de la Cocina, poblados de Lara y Arenal), y por otro, emplazamiento ex-novo o con importantes hiatus ocupacionales (los conocidos Cova de l'Or, Cueva de la Sarsa y Cova de les Cendres), y las recientes localizaciones de sitios al aire libre como Mas del Pla y Bancal Satorre, en los que predomina la ganadería ovicaprina. En este sentido aún quedan interrogantes (grado de sedentarización, papel de la trashumancia) sobre el carácter de estos asentamientos diferenciados, pero al menos quedan claramente rechazadas esas visiones excesivamente mecanicistas que relacionaban las actividades de caza y recolección o bien las prácticas ganaderas con la ocupación de las cavidades naturales en zonas montañosas: en los dos casos aparecen asentamientos al aire libre que implican una organización diferente del territorio explotado y que en la actualidad está en plena fase de estudio.

También en algún trabajo sobre Aragón se apuntan, aunque de manera muy somera, algunas tendencias sobre la explotación del territorio durante el Neolítico Antiguo. Para el Alto Aragón, según V. Baldellou, se podría pensar, a pesar de la parquedad del registro material, en el desarrollo de una dualidad socioeconómica con un patrón de asentamiento diferenciado: ocupaciones en las zonas montañosas con prácticas pastoriles y el establecimiento de poblados al aire libre (El Torrellón), con la agricultura como base económica. Por otra parte, en tierras bajoaragonesas se han estudiado, recientemente, nuevos yacimientos al aire libre, con la documentación de actividades agrícolas y cerámicas impresas no cardiales atribuidas a finales del V milenio (Alonso Norte y Las Torrazas, en Alcañiz-Teruel).

En el País Vasco, donde el proceso neolitizador es de cronología bastante tardía (hacia el IV milenio), solo se documentan, por lo que se refiere a la posibilidad de prácticas agrícolas, las hachas pulimentadas: contrariamente, la domesticación animal está bien registrada con la presencia, por orden de importancia, de los ovicápridos, los bovinos y el cerdo, justamente con la perduración significativa de la caza. Incluso si tenemos en cuenta la situación de la mayoría de los yacimientos en las zonas montañosas, podemos afirmar que en esta área se desarrolla, inicialmente, una economía ganadera más que agrícola.

En Andalucía occidental se observa otra cuestión problemática: el predominio de la explotación de las especies salvajes (que perdura hasta el Neolítico Final), en lugares como la Cueva de la Dehesilla y la Cueva del Parralejo, ambas en la provincia de Cádiz. No obstante, en la zona oriental, se documenta el almacenaje de grano en cavidades naturales (por ejemplo, un silo localizado en la Cueva de Mármoles) y se apunta la posibilidad que en el contexto del Sistema Subbético los cultivos de cereales estén cerca de las cuevas, en zonas llanas, y que sirviesen de complemento, junto con la caza (básicamente cérvidos), a una dieta dominada por los animales domésticos.

También en el sur de Portugal la estrategia de poblamiento y la explotación territorial huye bastante del esquema general anteriormente expuesto, pues no aparece una ruptura clara entre los asentamientos del Mesolítico y del Neolítico Antiguo; ambos ocupan extensas áreas, abiertas y arenosas, situadas cerca de los acantilados litorales o de los cursos fluviales, y a juzgar por el escaso mobiliario que se documenta se trata de ocupaciones cortas. Los núcleos habitados estarían formados por el conjunto de pequeñas unidades domésticas; las estructuras más corrientes son fondos de cabaña (seguramente construidas con materiales perecederos) y las estructuras de combustión (hogares en cubeta rellenas de piedras quemadas, fosas poco profundas con empedrado, hornos).