Época: Eco-Soc XVI
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
Sector primario



Comentario

A pesar del generalizado atraso técnico de la agricultura del XVI, que tenía a los cereales como máximos protagonistas en casi todas partes, en función de las diferencias climáticas y edafológicas y de la diversidad de factores de índole socio-económica, sería inadecuado hablar de una sola Europa agraria, y más bien debería hablarse de las Europas agrarias, en plural. Bien entendido que las diferencias no sólo vinieron impuestas por las circunstancias naturales, sino también por las propias condiciones del mercado.
El mundo mediterráneo continuó observando una abrumadora primacía de la agricultura extensiva de secano, con predominio de la producción del cereal basada en la rotación trienal. Los otros dos elementos de la clásica tríada, el olivar y la vid, conocieron también un período de expansión. Las tierras de regadío eran escasas, limitándose a huertas situadas en los límites de las poblaciones. En el Levante mediterráneo español los moriscos conservaron las técnicas de regadío de sus antepasados musulmanes. En Castilla, la política proteccionista de la ganadería trashumante, fundada en los fines fiscales de la Corona y beneficiosa para los intereses de los grandes exportadores de lana, representó un límite a la expansión de los cultivos, lo que forzó continuas importaciones de grano. No obstante, el proteccionismo ganadero fue cediendo a los intereses agrícolas a lo largo del siglo.

En Francia, como en España, el aumento de la población después de la guerra de los Cien Años tuvo como efecto la nueva puesta en explotación de tierras abandonadas, generalmente áreas marginales de dudosa calidad, lo que repercutía negativamente en los rendimientos potenciales. En Italia pueden observarse grandes diferencias regionales. El norte, más urbanizado, dependía también de las importaciones de grano. En cambio el sur, y particularmente Sicilia, era exportador neto de trigo a diversas zonas de Europa. Las ciudades norteitalianas consumían la producción agraria de su próspero entorno, pero debían compensar sus déficits, para asegurar el abastecimiento, con importaciones procedentes de ámbitos cercanos, como la propia Sicilia, o lejanos, como las llanuras húngaras, la región del Mar Negro o Turquía.

En general, y salvando los grandes matices regionales, al hablar de la agricultura mediterránea prevalece la imagen de una actividad técnicamente atrasada, dependiente de ciclos de rotación trienal que dejaban amplias zonas en barbecho, y de bajos rendimientos. La ratio de productividad del trigo, producto al que se dedicaba la mayor parte de la tierra cultivada al constituir el pan la base de la dieta alimenticia de la población, no solía sobrepasar la proporción 1/5, es decir, que por cada grano sembrado podía esperarse, en el mejor de los casos, recoger el quíntuplo. Ello apenas aseguraba excedentes a los campesinos. La producción, a menudo, sólo era rentable a costa de la concentración de la propiedad, lo que generaba grandes desequilibrios sociales entre ricos terratenientes y campesinos asalariados.

En Inglaterra y los Países Bajos, por el contrario, se constatan importantes progresos hacia un tipo de agricultura más avanzada. En el primero de estos países asistimos a los primeros compases serios de un fenómeno iniciado en los siglos anteriores: los "enclosures" o cerramientos, que comenzaron lentamente a sustituir el clásico paisaje de "openfields" o campos abiertos. Ello conllevó algunas consecuencias sociales negativas, al exigir esta nueva organización de la producción agraria un proceso previo de concentración de la propiedad, que determinó la ruina de parte del pequeño campesinado. Sólo los "landlords" terratenientes o los "yeomen" (campesinos libres) más poderosos estuvieron en condiciones de redondear sus propiedades y levantar cercados. Este nuevo tipo de organización surgió a impulsos de la demanda de lana para la industria textil inglesa, como forma de intensificar la producción ovina. Se subordinaba así a los intereses ganaderos la producción de alimentos, lo que hizo temer seriamente a las autoridades (las "ovejas que se comían a los hombres", de Tomás Moro).

Sin embargo, los "enclosures" representaron a la larga una cierta racionalización de la producción agraria, puesto que lograron una más eficaz asociación entre agricultura y ganadería al introducir en el sistema de rotación el cultivo de plantas forrajeras y al eliminar los barbechos estériles. De todos modos, el avance de los cerramientos puede cifrarse en tan sólo un 10 por 100, aproximadamente, en el transcurso del siglo XVI, y fue necesario esperar a los siglos siguientes para comprobar sus auténticas consecuencias.

En los Países Bajos se ganaron importantes extensiones de terreno al mar para dedicarlas a la agricultura. La prosperidad de la economía urbana permitió en esta zona liberar recursos y mano de obra para emplearlos en la industria y el comercio, así como comprar regularmente trigo y carne en el exterior. Las técnicas agrarias mejoraron, como también los beneficios del campo, lo que unido a la práctica ausencia de un sistema feudal alimentó el nacimiento de una próspera burguesía agraria. Los Países Bajos fueron una de las pocas áreas que asistieron a la introducción de nuevos cultivos, especialmente plantas comerciales, como el lino, destinadas a servir de materia prima en la industria urbana.

En Europa central el cultivo del viñedo alcanzó un notable desarrollo en las cuencas del Rin y el Main. También en ciertas partes de Alemania se cultivaron plantas industriales. En cualquier caso, el cereal constituyó el cultivo dominante. Desde el punto de vista social, mientras al oeste del Elba el tránsito del Medievo a la Edad Moderna representó la constitución de un campesinado libre, al este de dicho río se recrudecieron las condiciones de dependencia servil del campesinado respecto a los propietarios feudales.

En el área báltica predominó también un tipo de agricultura extensiva basada en el cultivo del cereal. En Polonia, la nobleza terrateniente aprovechó las grandes posibilidades de beneficio derivadas de la gran demanda occidental de trigo para sujetar al campesinado a nuevos lazos de servidumbre.

En la Europa nórdica la actividad agraria estaba limitada por las duras condiciones del clima. Quizá por ello la producción cerealística fue pobre y, en cambio, la ganadería obtuvo un gran desarrollo.