Época: Expans europea XVI
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
España



Comentario

La xenofobia no explicaba por sí sola el hondo descontento que a la altura de 1520 se podía percibir claramente y que ya se había manifestado en la actitud sobre todo de la ciudad de Toledo, seguida por Segovia y algo después por otros núcleos urbanos castellanos, de oposición a las directrices políticas y fiscales que emanaban de los recién llegados gobernantes. Para comprender mejor el estallido revolucionario de las Comunidades habría que tener muy en cuenta la descomposición política que desde la muerte de Isabel, incluso quizá un poco antes, había minado la autoridad de la Corona y resquebrajado la estructura estatal, haciendo predominar las luchas de intereses, la corrupción, los comportamientos egoístas tendentes a un rápido enriquecimiento. En definitiva, se notaba la falta de una eficaz política de Estado que fuera llevada a cabo por un gobierno fuerte e incontestado, situación que se hacía aún más crítica dado el clima de anarquía social existente: de enfrentamientos nobiliarios por un mayor protagonismo, de tensiones entre los grupos burgueses (exportadores contra manufactureros, del centro contra los de la periferia), de protesta del clero en su denuncia del general deterioro que se manifestaba por doquier, de inquietud popular por el empeoramiento de las condiciones de vida. Y frente a este estado de cosas, el poder aparecía dividido, fragmentado, preocupado casi exclusivamente por recaudar dinero de donde fuera para sufragar los cuantiosos gastos de la expedición real y los generados a raíz del nombramiento del emperador, lo que contribuía a aumentar el malestar social. También la marcha del rey hacia Alemania y la incorporación de España al Imperio producían inquietud por lo que de abandono podía significar la ausencia, que se presumía prolongada, del monarca y la subordinación de los intereses castellanos a los imperiales y dinásticos representados por los Habsburgo.
El 20 de mayo de 1520 Carlos abandonaba el territorio hispano, dejando como regente al cardenal Adriano de Utrecht, nueva prueba del poco caso que hacía a las demandas castellanas contra la designación de extranjeros para ocupar los altos cargos. El levantamiento comunero no tardó en cobrar fuerza, sumándose poco a poco a la revuelta iniciada por Toledo y Segovia las villas y ciudades castellanas (Zamora, Toro, Madrid, Guadalajara, Ávila, Salamanca, Burgos...). En julio de 1520 se formaba en Ávila la Junta Santa, que hizo de órgano dirigente y portavoz de las propuestas de los sublevados, centradas fundamentalmente en querer dotar a las Cortes de mayor representatividad estamental, de aumentar sus competencias legislativas y facultad de decisión política junto a la reivindicación del papel de las ciudades cara a la buena marcha del Reino y al logro de mayores libertades. El destrozo un tanto fortuito de Medina del Campo por las tropas realistas en agosto hizo que aumentase el número de núcleos urbanos sublevados, pareciendo que la causa de las Comunidades podía salir victoriosa. Sin embargo, la hábil política del regente logrando atraerse a los nobles que hasta entonces habían simpatizado con la revuelta, el cambio de actitud de éstos provocado además por la radicalización del movimiento subversivo que, habiéndose extendido por el campo, se estaba convirtiendo también en una rebelión antiseñorial, la división interna de los grupos burgueses que sustentaban la protesta (plasmada significativamente en la separación de Burgos) y la incapacidad de los cabecillas revolucionarios para levantar un ejército disciplinado, organizado y eficaz, motivaron el fracaso de las Comunidades, que tuvo su fecha clave el 13 de abril de 1521 cuando se produjo la decisiva derrota de Villalar.

El absolutismo monárquico quedó a partir de entonces como claro vencedor frente a las aspiraciones constitucionales de las ciudades, mientras que la nobleza reafirmó con el triunfo su poder militar, político y social sobre los grupos burgueses, las clases medias urbanas y los sectores campesinos. La alianza Corona-aristocracia había vuelto a funcionar, consolidando el viejo orden estamental e imponiendo las formulaciones absolutistas y señoriales al conjunto de la sociedad. De todas maneras, las interpretaciones que se han hecho y se siguen haciendo del levantamiento de las Comunidades son muy variadas, dependiendo en cada caso de sobre qué aspecto se ponga mayormente la atención y de lo que se quiera demostrar, siempre teniendo en cuenta que fue un movimiento complejo, donde se mezclaron intereses muy distintos, con anhelos variados y motivaciones diversas no siempre convergentes ni dirigidas a un único fin. Lo que sí se suele aceptar mayoritariamente es que tuvo una dimensión principalmente política, que se redujo a un marco geográfico bastante bien delimitado (la vieja Castilla, estrictamente hablando) y que sus protagonistas destacados fueron los grupos intermedios y burgueses ciudadanos, quedando los sectores humildes excluidos en cierta forma, dándose asimismo una menor participación de la nobleza.