Época: Primerasdinastías
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Siguientes:
Materiales de la arquitectura
El edificio-tipo
Arquitectura funeraria
Escultura
El relieve

(C) Antonio Blanco Freijeiro



Comentario

Manetho era un egipcio de Sebennytus que a principios del siglo III a. C. escribió para Ptolomeo II una historia de su país. No se puede dudar de su competencia, pues era al parecer sacerdote del templo de Heliópolis, centro capital del saber egipcio, y tenía acceso a la documentación conservada en aquel lugar y preparación para hacer buen uso de ella. Su obra se ha perdido, pero se conservan los extractos que con mayor o menor fidelidad al original hicieron de la misma tres historiadores posteriores, Josefo, Eusebio y Africano. Aun de esta forma imperfecta Manetho es, y será siempre, la fuente primordial que existe para la historia del Egipto antiguo.
A él se debe, en primer lugar, la que pudiéramos llamar agrupación tradicional de los reyes egipcios por dinastías y la denominación de éstas según la localidad originaria de cada una. De las dos primeras dice Manetho que procederían de Thinis, ciudad de situación desconocida, pero sin duda próxima a Abydos, en el Alto Egipto. En esta última localidad se ha descubierto una necrópolis real paralela a la de Sakkara (ya entonces se había implantado la costumbre de que cada rey tuviese dos tumbas, una en el Alto y otra en el Bajo Egipto). De ahí que se denomine época tinita a la primera de la historia y del arte egipcio.

Según Manetho, el primer monarca del Egipto unificado fue Menes, fundador de Menfis, la capital del país durante todo el Imperio Antiguo. Hoy conocemos por documentos contemporáneos de todos los primeros reyes sus nombres respectivos, pero no todos los nombres de cada uno, de modo que no podemos identificar con plena seguridad, aunque sí con cierta probabilidad, al célebre Menes de la lista de Menetho con uno de ellos. Es de tener presente que Manetho dio formas griegas a los nombres de todos los faraones, y que no dice si esos nombres los sacó del horus, del nebti, del nesu bit o de cualquiera que fuese, cosa que tampoco importaba a sus lectores griegos. Tampoco ha sido posible, hasta ahora, hacer coincidir a Manetho con otras fuentes más antiguas, aunque menos completas, ni aun a éstas entre sí. Pero a fuerza de mucho trabajo se ha logrado trazar un cuadro coherente, hoy en día con bases mucho más sólidas que las de antaño gracias a los hallazgos arqueológicos. Antes de tratar de éstos, veamos las otras fuentes.

El Papiro de Turín, desgraciadamente hecho fragmentos, contenía la nómina en escritura hierática de los reyes de Egipto con la duración de sus reinados, y no sólo de los reyes históricos, sino de los prehistóricos y míticos. La lista parece compuesta durante la Dinastía XIX. Documentos como éste habrán dado su información a Manetho. De los diecisiete reyes tinitas mencionados por el papiro, sólo doce son reconocibles.

La Tabla de Abydos, grabada en los muros de un corredor de la tumba de Sethi I, da una lista de los nombres de nesu de 76 reyes, desde los tinitas a Seti I.

La Tabla de Sakkara conserva los nombres nesu de 47 reyes, desde Merbapen (Enezib), sexto de la I Dinastía, hasta Ramsés II. La lista omite a los cinco predecesores de Merbapen, porque probablemente el Bajo Egipto, donde radica Sakkara, no los tenía por reyes legítimos.

El Calendario de Palermo consta de cinco fragmentos (el mayor de ellos en el Museo de Palermo) de lo que fue una estela de basalto, de gran tamaño, en la que se consignaban los nombres de los reyes de las cinco primeras dinastías, los años de sus reinados y los principales acontecimientos ocurridos en ellos. Erigida la estela durante la V Dinastía, sólo siete siglos después de la Unificación, daría preciosos informes sobre aquellos siglos si la tuviésemos entera. Es curioso que al rey Semerchet, que probablemente es el mismo que Manetho llama Semempsés, sólo se le atribuyan en el fragmento de El Cairo nueve años de reinado, mientras que Manetho le asignaba 18. Y es que los números de Manetho no fueron transcritos fielmente por los copistas.

Aparte estos documentos, conocidos desde hace años, las exploraciones y excavaciones de Abydos, Hierakónpolis, Negade, Sakkara, Helwan, los yacimientos más importantes para el conocimiento de la época tinita, han suministrado en estos últimos decenios multitud de documentos contemporáneos de los primeros reyes: tumbas, estelas, improntas de sellos con sus nombres, tabletas que además de dar sus nombres se refieren a sus hechos y a sus monumentos, ofrendas, ajuares... De este modo la documentación se ha enriquecido considerablemente, y no por crónicas o anales de redacción posterior en varios o en muchos siglos, como eran los documentos examinados hasta aquí, sino contemporáneos de los hechos o personas a que hacen referencia, como era el caso de las paletas y las mazas.

En el estado actual de nuestros estudios se puede dar la siguiente nómina a base del nombre de Horus y del nit (dos flechas formando un aspa sobre un escudo, símbolo de la diosa Nit del Bajo Egipto, n.º 3) de una reina, de los monarcas de la I Dinastía:

1. Hor-aha (Horus con maza y escudo= Horus luchador).

2. Zer (cancela con pestillo lateral).

3. Meryet-nit (una reina).

4. Uadyi (serpiente).

5. Udimu (mano y línea ondulada).

6. Enezib (horquilla doble, vaso de 4 asas).

7. Semerkhet (Semempsés de Manetho).

8. Ka´a (Kebh en la Tableta de Abydos y Papiro de Turín).

De esta forma, Hor-Aba, Horus o halcón luchador, encabeza la lista de la I Dinastía, y para muchos es identificable con Menes. Uno de los argumentos, muy ingenioso e interesante, en que esta identificación se basa es el siguiente. Una tumba real de Negade, de tipo muy arcaico por tener la cámara del sarcófago a ras del suelo, lo mismo que los almacenes contiguos, proporcionó unas cuantas improntas de sellos de Narmer, otros de su esposa Nithotep y varios documentos de Hor-Aha. El sello de Nithotep, coronado por el signo nit como el de la reina Maryet-nit acabada de citar, lleva aparejada la mata de papiros del Bajo Egipto, que hemos visto en la maza del Rey Escorpión y en la paleta de Narmer, lo que parece indicar que la reina procedía de aquí. Incluso cabe suponer que la mujer sentada en una silla de manos en la maza de Narmer, delante del solio del rey, sea esta princesa, con la que Narmer se habría casado para legitimar sus pretensiones a la soberanía del Bajo Egipto. Por tanto, la tumba de Negade, que no puede pertenecer a Hor-Aha porque las dos de éste las conocemos con seguridad, ha de corresponder a Nithotep, o incluso a su esposo Narmer, cuya sepultura no se ha descubierto hasta ahora.

Hor-Aha, sucesor de Narmer y probablemente hijo suyo, se preocupó de aderezar bien esta tumba. Entre otros testimonios de su interés por ella aparecieron aquí los trozos de una tableta de marfil de una importancia histórica tal, que Garstang reanudó la excavación de esta tumba, que otros habían explorado antes que él, con el propósito de encontrar algún fragmento más, y tuvo la suerte de lograrlo. En el registro superior de la tableta, a la derecha, se hallan dos cartelas, una normal, con el nombre ya conocido de Hor-Aha, y otra de techo a dos vertientes. En ésta se ven dos signos de lectura indudable en la escritura jeroglífica clásica: el buitre y la cobra sobre dos cuencos -por tanto el principio de un nombre de nebti-, y debajo de ellos, un tablero a vista de pájaro con cuatro fichas en su borde superior, signo que con seguridad más tarde, y probablemente ya entonces, se leía mn. Así pues, Men, Menes en el griego de Manetho, sería el nombre de nebti de Hor-Aha.

Esta solución al problema no es tan evidente que satisfaga a todos, pues men significa también permanecer, quedar, y la cartela podría ser una aposición a la cartela anterior o una frase del rey (que a menudo también se encierra en una cartela). Aun tal y como están, las dos cartelas juntas pueden leerse: Hor-Aha, el que permanece en el Alto y Bajo Egipto dándoles el significado original a las dos señoras, el buitre y la cobra. En todo caso, no deja de ser probable que el nombre de Menes naciese de la lectura de un jeroglífico como éste y que deba aplicarse a Hor-Aha.