Comentario
Los faraones Amenemhet y Sesostris I levantaron sus tumbas en Licht, en la zona de la nueva capital, pero sólo el segundo de ellos ha logrado que algo de la suya se conservase. Dicha queda la razón: el sistema de construcción patrocinado por esta dinastía no era el más indicado para la duración de sus edificios.
La pirámide de Sesostris I medía 120 metros de lado en la base y unos 61 de altura y constaba de una estructura de muros de caliza en disposición radial y de un relleno de arena y de cascotes. La caparazón de sillares de caliza de Tura daba a este conjunto, si no la consistencia, sí por lo menos la apariencia de las grandes pirámides de la IV Dinastía. El acceso a la cámara del sarcófago se verificaba por un angosto corredor que arranca de una capilla situada al norte. Ni la cámara ni sus accesos han podido ser estudiados nunca por encontrarse inundados.
Los demás elementos de la pirámide copiaban literalmente las formas propias del Imperio Antiguo: templo del valle, rampa y templo funerario. Este es en el presente caso el único conocido. Consta de cámara de culto flanqueada de almacenes; antecámara con una columna en el centro, cinco nichos para estatuas correspondientes a los cinco nombres y delante de todo, el patio columnado y el vestíbulo que da acceso al mismo al término de la rampa. Las paredes de éste se hallan decoradas con relieves y ante ellas se alzaban, a distancias de seis metros, estatuas osíricas del faraón iguales a las que se alzaban a la entrada de los templos. Seis estatuas de este tipo se encontraron aquí en un pozo en el que algún alma piadosa las ocultó. También en el patio, delante de los pilares, parece que hubo estatuas, pero sentadas. Diez de ellas se libraron en este caso de la destrucción por el mismo procedimiento que las seis anteriores.
A partir de Amenemhet II casi todos los faraones se inclinan por Dahsur, al este de las dos pirámides de Snefru, o por el Fayum, a la hora de decidir el emplazamiento de su tumba. Amenemhet III optó primero por Dahsur, y después de acabada allí su magnífica pirámide, construyó la definitiva con no menor alarde de fuerzas, en Hawara, en su amado Fayum. Para dar una idea del dispendio baste con decir que la caja de cuarcita monolítica que encierra su sarcófago y el de una de las princesas pesaba más de cien toneladas. El método de construcción de la pirámide, combinando la estructura en piedra con el relleno de adobe, había sido empleado por varios de sus predecesores, pero Amenemhet extremó a tal punto las medidas de seguridad, para desorientar a los temidos violadores del monumento, con quiebros y rastrillos ingeniosísimos a lo largo del pasadizo de acceso, que parece inconcebible que los ladrones hayan conseguido su propósito.
No conforme con aquella asombrosa obra, erigió en sus proximidades un edificio que tenía salas columnadas en el mismo número en que Egipto tenía nomos. Para los griegos, que lo conocían con el nombre de Laberinto, constituía una maravilla tan de admirar como las mismas pirámides, y de ahí las descripciones de Heródoto, Estrabón y Diodoro, que han sido muy útiles para hacerse una idea de cómo era lo que a nosotros ha llegado como un inmenso cúmulo de escombros.