Comentario
Para las Provincias Unidas, el siglo XVIII representa un período de retroceso y significativa decadencia en todos los sentidos; su economía abandonó el dinamismo que le había caracterizado en la centuria anterior y de esta manera la producción agraria e industrial en el interior del país se fue estancando, al tiempo que perdía sus puestos influyentes en los mercados internacionales ante la pujanza de nuevos países. A nivel político, los principios básicos de la república se vieron alterados al restablecerse el Estatuderato, ahora con carácter hereditario, lo que sembrará nuevos elementos de discordia entre los grupos políticos -conservadores y renovadores- a los que hay que sumar la influencia de la Ilustración y, más tarde, el impacto de la revolución francesa. Por otra parte, su política exterior estuvo mediatizada por la alianza inglesa que le arrastró a conflictos internacionales hasta los años ochenta en que se llega al enfrentamiento entre ambas.
Frente a la historiografía tradicional, los historiadores actuales hacen hincapié en las propias estructuras internas, en su anquilosamiento y en su firme resistencia al cambio, y en la ausencia de innovaciones profundas para explicarse la decadencia del país. De hecho, la instauración del Estatuderato fue respaldado por muchos grupos con la esperanza de que este poder fuerte asumiera la reforma, pero pronto se desilusionaron al ver cómo el estatúder pactaba con los antiguos poderes establecidos. El otro momento de crisis, que pudo traer consigo el cambio, se dio en los años ochenta, protagonizado por el Movimiento Patriota en el marco de la guerra anglo-holandesa, pero la interferencia extranjera frustró los resultados. En resumen, las instituciones holandesas y los grupos gobernantes -oligarquías municipales, aristocracia urbana y corporaciones patricias- sacrificaron las reformas para mantener sus privilegios, y en este sentido tan conservador fue el estatúder como lo fueron los regentes, su enemigo natural.
En esta centuria la economía apenas podía mantener sus niveles de producción, los costes se dispararon, los rendimientos eran menores y los márgenes de beneficio se resintieron. Los productos holandeses dejaron de ser tan competitivos en los mercados internacionales y sus barcos no dominaban los mares como antes. La población apenas creció y las bases sociales permanecieron inalterables. La vieja diferencia entre las provincias marítimas -Holanda, Zelanda- caracterizadas por el predominio del comercio y la industria, con una gran proyección exterior, y las provincias extremas -Overijssel, Gelderland-, agrarias y orientadas al Continente, no sólo no desapareció sino que a menudo se acrecentó, contribuyendo al deterioro de la situación. Se ha constatado que el retroceso del comercio holandés en la madera del Báltico alcanzó cotas importantes en 1730 y 1780. Las manufacturas relacionadas con esa madera se vinieron abajo y la industria textil de Leyden casi desapareció. La ganadería vacuna sufrió un duro golpe, resintiéndose de la pérdida de tierras dedicadas a pasto y del desarrollo de la peste, lo que se tradujo en una reducción de la cabaña en un 70 por 100. Los prestamistas individuales dieron paso al predominio de grandes compañías financieras y la creación de bancos, pero todas esas transformaciones trajeron consigo un elevado coste social.
Guillermo III (1650-1702) fue el primer Orange que logró acaparar en sus manos el cargo de estatúder de las distintas provincias, otorgándole un rango nacional y propiciando así la segunda fase del Estatuderato en la cual se reforzaron ampliamente las prerrogativas de esta institución, al asumir la defensa de toda la Unión. Su elección como rey de Inglaterra en 1689 y su muerte en 1702 significa la desaparición del sistema y la vuelta al predominio de los Estados Generales.