Época: Segunda Mitad II Mil
Inicio: Año 1550 A. C.
Fin: Año 1156 D.C.

Antecedente:
Segunda Mitad II Milenio



Comentario

Hasta hace poco tiempo se creía que los hurritas habían hecho su aparición en el escenario del norte de Siria en un momento cercano al de su consolidación como potencia política y militar, siguiendo un procedimiento explicativo simple, según el cual los recién llegados proyectan su grupo tribal hasta las más altas esferas del poder. Sin embargo, ahora podemos asegurar que están presentes en el III Milenio, pues al menos dos de sus divinidades dan nombre a sendos meses del calendario de Ebla; además, durante la III dinastía de Ur se les menciona al este del Tigris y también hay documentada onomástica hurrita en el karum de Kanish en el siglo XIX, lo que corrobora la antigüedad de la presencia hurrita en el espacio comprendido entre Anatolia meridional, Siria septentrional, el alto Éufrates e incluso el Tigris. Todo parece indicar que ya entonces se iban organizando bajo la forma de ciudades-estado (como Urkis, en el Yazira, Nawar o Mamma, en el Anti-Tauro) pero a partir de mediados del siglo XVII van a intervenir de un modo cada vez más consistente en la política internacional.
Su poder procede de la unificación política lograda en torno a Mitanni, donde la corte de Hanigalbat -denominación geográfica del reino- había adquirido una solidez extraordinaria gracias a la cohesión lograda entre distintos elementos étnicos, hurritas, luvitas, semitas, etc. La base de la población era hurrita, pero coincidiendo con el proceso de unificación comienza a aparecer onomástica indoirania, lo que pone de manifiesto la presencia de un nuevo elemento étnico, quizá demográficamente no demasiado importante, que conseguirá situar a su aristocracia -que hace la guerra en carro- en la cúspide del poder político, como pone de manifiesto el término con el que se les designa, maryanni, que tiene conexión en otras lenguas indoeuropeas. El proceso de mestizaje tuvo que ser anterior al establecimiento a mediados del siglo XVI del reino, cuya capital seria la ciudad de Washshukkanni, identificada verosímilmente con Tell Feheriye, en la cabecera del Khabur. A falta de la información de la propia capital, nos vemos obligados a afrontar la reconstrucción histórica a partir de los datos que proporcionan los archivos de los reinos dependientes o capitales provinciales, como el de Nuzi, en el extremo oriental del Imperio, el de Emar -hoy Meskene- a orillas del Éufrates y el de Alalakh, en la parte occidental, además de los datos procedentes de las cancillerías de los grandes reinos contemporáneos, como Hatti, Asiria y el archivo de Tell el-Amarna en Egipto, a lo largo del periodo que comprende desde mediados del siglo XV a mediados del XIV, durante el cual

Mitanni ejerció la hegemonía política en el Próximo Oriente. El contexto de las relaciones diplomáticas y militares, en términos generales, queda definido por el interés egipcio en el dominio de los beneficios comerciales que se pueden obtener mediante el control del corredor sirio-palestino y ello a partir del reinado de Tutmosis I, a fines del siglo XVI (1506-1494), que llega incluso a atravesar el Éufrates. El expansionismo de los faraones del Imperio Nuevo termina enfrentando sus ejércitos con los de Mitanni, que intentan defender sus propios intereses en la región. No sabemos exactamente cuándo comienza allí el predominio de Mitanni, pues los propios orígenes del reino se nos escapan a causa de la escasa información. El referente fundador para los reyes posteriores fue un tal Shuttarna, hijo de Kirta, pero las fuentes no empiezan a ser ilustrativas hasta mediados del siglo XVI, cuando los textos de Alalakh nos informan de la dependencia de sus reyes Idrimi y su sucesor Niqmepa, con respecto a los monarcas mitanios Barattarna, Parshatatar y Saushatar. Este último llevará a Mitanni al máximo apogeo como consecuencia de la sumisión de Kizzuwatna, al noroeste, y Asiria al sudeste. Pero su política expansionista, que tenía la finalidad de integrar bajo su poder los circuitos económicos de los estados vecinos, acaba chocando con los intereses de los monarcas egipcios de la XVIII dinastía, que buscan en Asia un territorio de expansión natural para satisfacer sus necesidades de abastecimiento de aquellas materias primas de las que tanto escaseaban.

En efecto, Tutmosis III (1490-1436), el gran faraón que otorga una nueva dimensión al Imperio Nuevo egipcio, desarrolla una amplia actividad militar y diplomática en Asia, e incluso -emulando a Tutmosis I- atraviesa el Éufrates. Sin embargo, sus campañas no son decisivas y al final del reinado disminuye la tensión bélica que permite una entente entre Egipto, Mitanni y sus estados vasallos. A la muerte de Tutmosis III accede al trono faraónico su hijo Amenofis II, que tiene que aplastar las revueltas generalizadas contra sus posesiones en Siria. Saushtatar de Mitanni no interviene directamente, lo cual parece facilitar el buen entendimiento de ambos monarcas. Entonces se logra un acuerdo según el cual Egipto mantiene el control de la costa de Siria y Palestina, mientras que Mitanni ejerce un dominio efectivo sobre Siria septentrional. Las alianzas matrimoniales, por las que princesas mitannias desposan a faraones (práctica que comienza por Tutmosis IV y acaba con Amenofis IV), garantizan la fluidez de las relaciones comerciales y una amistad interestatal, que permite dedicar los efectivos militares a otros centros de atención. De este modo, Mitanni incrementa su presencia en el ámbito anatólico, que comienza a verse alterado desde la ascensión al trono hitita de Tudhaliya I. La tranquilidad lograda se prolonga a lo largo de la segunda mitad del siglo XV y el primer cuarto del siglo XIV.

En 1375 sube al trono, tras una intriga palaciega, Tushratta, el cual tendrá la imposible tarea de enfrentarse con el joven monarca Suppiluliuma, que accede al trono de Hattusa cinco años mas tarde y terminara llevando a Hatti a la posición más poderosa de toda su historia. En 1365, Suppiluliuma vence a Mitanni y a la muerte de Tushratta el reino queda sumido en una profunda crisis. Asiria había ido recobrando su independencia, en la que se va a fraguar el Imperio Medio Asirio de los despojos de Mitanni, que a partir de entonces queda convertido en un reino dependiente de Hattusa. A lo largo del siglo XIII el viejo reino se ve repetidamente atacado por los reyes de Assur hasta ser definitivamente aniquilado, sin dejas prácticamente restos escritos de su glorioso pasado.

La información disponible sobre Mitanni no permite establecer con seguridad las relaciones sociales que caracterizaban a aquella formación social, de la que sólo alcanzamos a vislumbrar algo de su organización. Por eso, dejarse llevar por ciertos elementos ideológicos propios del grupo dominante para definir al pueblo hurrita como guerrero y caballeresco, no deja de ser una aproximación grosera. En realidad, las condiciones de la vida eran análogos a las de otros imperios contemporáneos y en la medida en que conocemos las funciones reales, no se puede afirmar que la cultura política de Mittanni sea diferente a las otras que conocemos mejor. El rey es juez, comandante militar, otorga tierras, dirige las relaciones internacionales, como cualquier otro monarca de la época. La administración interna se nos escapa por la ausencia de un archivo real, pero la política territorial se articulaba en virtud de los deseos y las posibilidades: es significativo que los espacios mesopotámicos fueran integrados en el estado, mientras que los principados sirios mantuvieran autonomía. Tal vez los reyes de Mitanni consideraban más eficaz para la defensa de sus fronteras frente a los egipcios la conservación de estados dependientes que evitaran un contacto directo, mientras que el interior de Mesopotamia septentrional resultaba más útil integrado; sin embargo, es posible que esas diferencias estuvieran motivadas por las posibilidades reales de integración territorial.

En cualquier caso, las comunidades urbanas integradas eran lideradas por un magistrado, hazannu, designado por el monarca. Los habitantes estaban organizados por categorías en función de su posición social y laboral: los maryanni componían la élite militar que combate en carro, los ehele eran los trabajadores dependientes del palacio, los hupshu constituían el cuerpo de ciudadanos libres y, finalmente, los haniahhu pastores asimismo libres. Por lo que respecta a la propiedad de la tierra, la mayor parte de la documentación disponible se refiere a propiedades privadas, pero no es posible extraer demasiadas conclusiones de ello por la falta del archivo central.