Comentario
De igual modo que, sin mucha base real, se ha hablado de la existencia durante el siglo XVIII de un gusto burgués contrapuesto al cortesano o nobiliario, los términos de cultura de elite y de cultura popular se nos han presentado como referidos a contenidos no sólo diferentes sino hasta enfrentados. Tal visión parte del supuesto de la diversidad en las mentalidades de los grupos sociales y de que la relación entre ellas responde a una dialéctica de conflicto, como lo prueban los intentos de los gobernantes por reformar las prácticas populares y los numerosos puntos de contraste hallados. Ciertamente ambas cosas existen, pero también es verdad que esta perspectiva de enfrentamiento cultural sólo pone énfasis en señalar las diferencias. En realidad, el nivel incipiente de las actuales investigaciones, su diversidad, los problemas metodológicos que encuentran y las dificultades de las fuentes obligan a ser muy cautos en las conclusiones sobre el tema. Lo primero que no está muy claro es el propio concepto de cultura popular, cuya dificultad para definirlo obliga a Burke a dedicar a tal empresa gran número de páginas en su ya clásico estudio. En segundo lugar, más oral que escrita, los testimonios que nos han llegado de la cultura popular de otras épocas proceden mayoritariamente de fuera de ella, de personas letradas que, en el período que estudiamos, intentan contrastar su pensamiento racional, ensalzar sus beneficios frente al irracional y tradicional del vulgo. De ahí que pasen por alto, con frecuencia, los contactos e intercambios de ideas que en la práctica hubo entre elites y pueblo; contactos sacados a la luz por los estudios de revisión que sobre la Ilustración y su mundo se llevan a cabo. Ellos han cuestionado, como vimos, la caracterización del período sólo como descristianizado e ilustrado; han mostrado que nobles y estado llano, en general, acudían a los mismos teatros, leían los mismos almanaques, recibiendo, por tanto, los mismos mensajes y compartiendo los mismos gustos. Es más, lo popular atrae tanto a intelectuales y artistas que se encargaron de recopilar sus canciones y cuentos -hermanos Grimm-. Por todo ello, sería más adecuado referir los términos cultura popular y cultura de elite no a dos realidades enfrentadas, sino a dos formas distintas de expresar problemas y emociones comunes y en ningún caso interiormente uniformes. Diríamos que a la luz de nuestros conocimientos, o desconocimientos, actuales sobre el tema "parece razonable sugerir que junto a la evidencia de formas culturales de elite variadas... y una diversidad de cambios estilísticos, es necesario apreciar que la, cultura popular fue también cambiante y no signa algo herméticamente separado de la alta cultura".