Comentario
Hasta mediados de siglo la limpieza personal se hace en seco, lavándose sólo las manos y la cara, por otra parte, las únicas zonas del cuerpo que se arreglan. El resto, todo lo más se perfuma para encubrir los malos olores y se tapa con el vestido, prenda a la que se atiende con esmero y que entre las capas elevadas dará lugar a importantes gastos por ser signo externo de distinción y posición social. A partir de la segunda mitad de la centuria, el aseo se convierte en un rito en el que reaparece el aguza como parte importante y cuyo uso pasa a ser elemento de distinción. De este giro tan notable no está ausente, a buen seguro, la importancia que por estas mismas fechas adquiere la higiene y su introducción en las esferas médica y escolar. Los avances de la Medicina lucharán por mejorar las condiciones hgiénico-sanitarias.