Comentario
El siglo XVIII supone la aparición de un nuevo arte de vivir cuyo apogeo llega al mediar la centuria y en el que la corte, junto con el monarca, dan las pautas. Sus líneas maestras pueden considerarse una mezcla de elementos tradicionales y de nueva creación, que a veces pueden parecernos, incluso, contradictorios. No se ensalzan los placeres del hogar, pero sí los de la intimidad que, como hemos visto, trata de preservarse de la mirada general. Persiste la mezcla de edades, sexos y condiciones en la vida social, pero se asiste a una división creciente de papeles y espacios. Se alcanza mayor permisividad respecto a lo que se puede decir en público, pero siempre que se haga con ingenio y el debido decoro. La representación se impone, de forma especial, entre las capas superiores, que a cambio del sacrificio económico que ella supone esperan recibir favores, pensiones y el reconocimiento público. Dos ámbitos especialmente sensibles a los cambios acaecidos y, al mismo tiempo, fiel reflejo de ellos van a ser el de la vivienda y el de los usos sociales.