Comentario
En cuanto a las comidas y hábitos culinarios también se modifican de forma significativa en varios aspectos. Aquéllas se realizan en el salón, estando precedidas por discusiones, plenas de pedantería, que se continúan durante su desarrollo. La idea de limpieza llega también a ellas, imponiendo el uso de platos, vasos y cubiertos individuales. La convivencia jerárquica de comensales de distinto origen social que permitía la mesa con distintas calidades de comida usual hasta entonces, se rompe en favor de una buscada igualdad socio-cultural entre los asistentes, lo cual no hizo sino incrementar el abismo entre elites y pueblo. Respecto a la evolución de los gustos, se va a caracterizar por: un menor uso de las especias, sustituidas en gran medida por plantas aromáticas y condimentos autóctonos; la distinción de un mayor número de trozos de carne, los mejores de los cuales se reservan para la nobleza y la burguesía; lo salado se separa de lo dulce; los buenos cocineros tratan de cocinar los alimentos de manera natural, lo que significaba darles su punto, no pasarse en la cocción o el asado y desterrar el uso de salsas superfluas que encubren el sabor original. También se generaliza el uso de la mantequilla como grasa y en la disposición de las mesas se prefiere rendir culto al gusto antes que al espectáculo. El número de manjares es similar al de antes, o si cabe mayor, pero a la hora de seleccionarlos, siguiendo el espíritu del siglo, se prefieren los valores nutritivos a los meramente ópticos y, así, las grandes aves de vistosos colores pero poco alimenticias se sustituyen por otras pequeñas, menos llamativas si bien más ricas. Además, la variedad de platos se incrementa para intentar atender a toda la diversidad de gustos posibles. Atrás ha quedado la vieja idea de que al corresponder éstos a diferentes temperamentos, los cuales se consideraban enfermedades, era preciso controlarlos, no darles satisfacción a fin de conseguir el equilibrio de los humores corporales. Ahora, antes por hedonismo que por conciencia de la falsedad de tales ideas, se preconiza lo contrario y el que se conocía como servicio a la francesa suponía una mesa en la que se servían distintos platos simultáneamente.