Comentario
Como ha señalado Eric J. Evans, el Reino Unido comenzaba a rebasar, a comienzos de los años setenta, el punto cenital de su influencia como potencia económica y diplomática, pero eso quedó oculto a muchos de los contemporáneos, impresionados por la consolidación de un gran Imperio colonial. A los avances realizados hasta mediados de siglo sucedió, en los años objeto de este capítulo, la consolidación de un Imperio librecambista, en el que los intereses comerciales parecían ir acompañados de una voluntad civilizadora que era consecuencia de un profundo sentimiento de superioridad moral. Pero también siguieron contando las consideraciones estratégicas y la voluntad de impedir, mediante el asentamiento colonial, la presencia de competidores o el desarrollo de conflictos que pudieran perjudicar los intereses británicos. En la India, que continuaba siendo la pieza fundamental del Imperio, se realizó la anexión de Oudh en 1856 y la gran insurrección de los cipayos en 1857 permitió una profunda reorganización del territorio con la supresión, en 1858, de la East India Company, y la transferencia a la Corona de todos sus territorios y propiedades. El gobernador general se convirtió en virrey. En Australia, el descubrimiento de oro en Victoria a comienzos de los cincuenta aceleró el crecimiento de la población colonizadora, a la vez que aumentaba la importancia económica de la colonia. La opinión favorable al autogobierno de las colonias, desarrollada en la metrópoli desde mediados los cuarenta (Edward Gibbon Wakefield y William Molesworth) se tradujo en la concesión de estatutos de autonomía a Nueva Zelanda, Nueva Gales del Sur, Victoria, Tasmania, Australia del Sur y Queensland entre 1852 y 1859. En cuanto a Canadá, la Columbia Británica se convirtió en colonia de la Corona en 1858, y poco después se iniciaron los trabajos que desembocaron en la British North America Act de 1867, por la que las colonias de Canadá, Nueva Escocia y Nueva Brunswick pasaban a constituir un dominio de la Corona. Poco después se les unirían Manitoba y la Columbia Británica.El Imperio parecía sólido, pero el motín de la India, que tuvo ecos en otras colonias, dañó profundamente la autoestima de los colonizadores, que veían que sus afanes civilizadores no eran correspondidos con el aprecio de los colonizados. Aún tendrían que venir peores tiempos.