Comentario
Los liberales brasileños depositaron grandes expectativas en el regente, especialmente tras la jura de la Constitución. Pero éstas fueron rápidamente defraudadas, ya que ante el temor de un recorte de sus poderes, el regente disolvió a la Asamblea Constituyente a los siete meses de haberse reunido por primera vez. Sin embargo, la práctica posterior del joven monarca llevaría a instaurar un reinado de corte liberal. En marzo de 1824 se promulgó una nueva Constitución que convirtió al Brasil en una monarquía parlamentaria, aunque unitaria y centralizada, que perduraría durante casi medio siglo. La Constitución era bastante liberal, tanto formalmente como por su espíritu y contenido, pese a los vastos poderes que concedía a la Corona. Se adoptó el modelo inglés, con una Cámara de Diputados renovada periódicamente, un Senado vitalicio y el monarca que estaba al frente del ejecutivo, asistido por un Consejo de Estado. El monarca tenía plenas competencias religiosas, entre sus poderes estaba el de nombrar y cesar al primer ministro, independientemente de la voluntad del Parlamento, nombrar a los miembros del Consejo de Estado, designar a los senadores de entre las ternas más votadas, convocar o disolver la Cámara de Diputados y convocar elecciones parlamentarias. De modo que si la Cámara rechazaba un gabinete designado por el emperador, éste podía disolverla y convocar nuevamente a las urnas. El emperador era el responsable del nombramiento y promoción de los funcionarios civiles y militares, de reglamentar la legislación aprobada por el parlamento y de la distribución de los recursos entre los distintos organismos de la administración. Pernambuco, que ya se había rebelado en 1817, conoció una nueva sublevación en 1824, tras rechazar la nueva Constitución e inclusive al propio emperador. En esta oportunidad se intentó crear la Confederación del Ecuador. Con el fin de sofocar la rebelión, que hubiera supuesto la secesión de una parte importante del país, Don Pedro suspendió las garantías constitucionales y acudió nuevamente a lord Cochrane. Simultáneamente estalló otro foco de conflicto en el sur del país, donde también se intentó establecer un estado independiente. Tras hábiles negociaciones con George Canning, el embajador británico, don Pedro firmó sendos tratados con Portugal y Gran Bretaña que de hecho significaban el reconocimiento de la independencia brasileña. Esta medida sería seguida en 1826 por los Estados Unidos, que adoptaron una actitud similar. La solución institucional que se había arbitrado pasaba por la coronación de don Juan como emperador del Brasil y su inmediata abdicación en su hijo. El tratado con Portugal incluía una cláusula secreta por la cual se indemnizaba a don Juan por la pérdida de la colonia americana a la vez que Brasil también se hizo cargo de la deuda portuguesa con Gran Bretaña. El tratado, sin embargo, dejaba abierta la cuestión sucesoria en Portugal, ya que el primer heredero del trono era el monarca de un país extranjero. La muerte de don Juan, en 1826, aumentó las ya graves dificultades entre el emperador y sus súbditos. Don Pedro asumió la corona portuguesa, pero pese a su pronta renuncia no pudo acabar con la idea muy difundida entre sus súbditos de que prestaba más atención a los asuntos portugueses que a los brasileños. Si a las dificultades económicas que atravesaba el país se agrega la degradación de la vida política (hasta 1826 no se convocó al Parlamento), se puede entender por qué el Brasil se hallaba al borde de un estallido revolucionario. Ante la falta de los necesarios apoyos políticos, don Pedro abdicó en su hijo Pedro de Alcántara, de cinco años de edad, el 7 de abril de 1831, tras reconocer que "meu filho tem sobre mim a ventagem de ser brasileiro". Sin violencia, y sin despertar grandes odios, el emperador partió a su exilio europeo en compañía de su familia. La partida de don Pedro permitió finalmente el desplazamiento de la antigua burocracia imperial, continuadora de la colonial, por los miembros de la oligarquía terrateniente, vinculada al desarrollo del sector agroexportador.